21 Saludos

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El sol comenzaba a aparecer en el horizonte y sus, todavía débiles, rayos se colaban entre las persianas y devoraban poco a poco la oscuridad en la lujosa oficina, dejando pequeños destellos de color naranja reflejándose sobre el mármol blanco. En el suelo, cerca de las puertas, en ese espacio vacío que solía funcionar como recepción, el saco de Minji seguía tirado en exactamente la misma posición que la noche anterior cuando, por culpa de ese inesperado abrazo, se deslizó de su mano de plástico sin que ella siquiera lo notara.

Dentro del cuarto el ambiente era completamente diferente. Las persianas cerradas no permitían que la luz suave del amanecer entrara y lo único que cortaba con esa espesa negrura eran los destellos incandescentes de los números verdes en el reloj digital que marcaba las 5am.

La respiración de Minji podría tranquilamente pasar desapercibida con su cuerpo reposando relajadamente sobre la piel cálida de Yoohyeon cuya figura apenas se cubría por la fina sábana. Tener a la pelirrosa tan cerca suyo le transmitía una cómoda sensación de paz que, tristemente, no le bastaba para despejar por completo su mente de todas las preocupaciones que la habían estado agobiando luego de esa informativa charla a la hora de la cena.

Quería simplemente ignorarlo y poder pasar el resto de su vida así, quería seguir sintiéndose tan segura junto a Minji, pero lo cierto era que algo muy dentro de sí le anunciaba que el final estaba mucho más cerca de lo que le gustaría y, aunque era lo que esperaba desde el principio, no podía ni quería quedarse de brazos cruzados a esperar que ese momento llegara.

Respiró hondo ignorando esa molesta presión en la base de su cuello y su vista se fijó en el vacío negro del techo, completamente sumido en la oscuridad, y se quedó allí, acostada boca arriba intentando enfocar su mente en algo, lo que fuera, pero la preocupación y el miedo que la azotaban convertían cada intento de pensamiento en una turbia nebulosa que no hacía más que aturdirla dentro de sí misma.

—Dime...— la voz soñolienta de Minji la sobresaltó de repente —dime que no estuviste despierta toda la noche.

Yoohyeon se volteó ligeramente hacia la chica —lo siento— susurró. Había considerado mentirle y hacerle creer que había pasado una buena noche, pero asumió que si Minji también estaba despierta ahora era porque había tenido las mismas dificultades para conciliar el sueño que ella. Todo aquello presagiaba que sería un largo día, pero ninguna de las dos se imaginaba cual largo sería realmente.

Minji se acomodó aún más cerca del cuerpo de Yoohyeon, abrazándola con fuerza y pasando su pierna por encima de las de la chica sin importarle que su humedad la rozara —Está bien —susurró y hundió su rostro en el hueco que se formaba entre su hombro y su cuello, intentando dormir algunos minutos más.

Una corta llamada fue suficiente para convocar a Minji al pabellón más alejado en el complejo de edificios y campos que comprendían el cuartel general del Ejército Rojo. Yoohyeon la acompañaba muy serena en el asiento del copiloto, ambas estaban más silenciosas de lo normal, la preocupación podía sentirse en el aire que las rodeaba.

Pronto ambas estuvieron caminando por un pasillo que ya habían transitado varias veces y al final de este la general Bora y la comandante Lee Siyeon esperaban por su encuentro con un semblante sumamente serio en sus rostros.

Yoohyeon tragó saliva al ver a esas dos mujeres juntas, Siyeon llevaba el cabello atado y el uniforme rojo que las caracterizaba mientras que la general vestía esa gorra negra que casi nunca usaba, pero le daba un aspecto más imponente aún bajo los ojos de la ex Sahara, pero el detalle que no pasó desapercibido para ella fueron las armas que ambas mujeres llevaban aseguradas en su cintura. Su mirada viajó, en busca de un poco de calma, a la mujer que caminaba a la par de sus pasos.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora