Los suaves rayos del sol que comenzaba a asomarse detrás de los edificios, se colaban entre las delgadas persianas de plástico bañando con su luz toda la oficina y acariciaban el rostro de la pelirrosa que se erguía, pensativa, tras el ventanal.
La fina tela de una camiseta que contorneaba su figura dejaba expuestos sus brazos donde el elástico del guante de cuero comenzaba a marcarle la piel dándole una molesta comezón. Su cabello rosa, salpicado por la tenue iluminación amanecer, tomaba destellos naranjas y una taza de café —como cada mañana— reposaba entre sus manos.
Su mirada se perdía detrás de los edificios cercanos y el sol saliente pero su mente parecía haberse ido aún más lejos.
Sus pensamientos se enredaban entre esa rara sustancia que utilizaban los Sahara y la bonita chica de mechas verdes que aún descansaba en su cama.
Debía reunir a las Rojas lo antes posible y ponerlas al tanto de la situación, debía movilizar a sus informantes y recopilar más información sobre la "sangre" aunque, conociendo su trabajo, esto sería no casi sino directamente imposible.
Un año entero de investigación al grupo y jamás se topó con nada que siquiera le diera indicios de una droga ni nada por el estilo, pero saberlo ahora le ayudaba a atar muchos cabos sueltos en sus expedientes. Daba cierre a las preguntas que todo el mundo se hacía: ¿Cómo podían ser tan despiadados? ¿Cómo hacían para inhibir el dolor físico? ¿Cómo se habían vuelta tan fuertes en tan poco tiempo?
Por otro lado ¿cómo podía ella estar segura de que Yoohyeon no le estaba mintiendo? Aunque su postura firme y decidida a ayudar le daba ciertos destellos de confianza aun así no podía dejar de lado que la chica había sido una Sahara. No conocían sus códigos ni sus principios a pesar de que, según palabras de la chica, no se movían bajo ninguno a parte de los intereses que proponían los cabecillas.
—Yoohyeon— murmuró, sin poder sacar a la chica de sus pensamientos.
Esa mañana se había despertado con sus brazos enredados en su cintura y su cabeza reposando sobre uno de sus hombros, le había costado mucho trabajo levantarse sin sacarla de su sueño.
Se había sentido demasiado bien al verla tan tranquila pero no podía evitar pensar que todo aquello había sido un gran error. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Debía hacer de cuenta que nada pasó y seguir con su rutina como si nada? ¿O quizás debería echarle la culpa al alcohol? Rio mientras agitaba su cabeza, eso sería ridículo, apenas había sentido el calor del whisky en su garganta la noche anterior, aunque si había notado que a Yoohyeon la había afectado un poco más. Pero, si no había sido culpa del alcohol, ¿Qué la llevó a querer devorarle los labios con tanta desesperación, con tanto deseo? Tenía demasiadas preguntas y mucho miedo de averiguar las respuestas.
Llevó la taza hasta su boca y bebió un sorbo de su café. Una mueca de disgusto se apoderó de su rostro. El líquido ya estaba completamente frio, no sabía cuánto tiempo había pasado frente a ese ventanal, pero había sido suficiente para arruinarle su desayuno solitario.
Caminó descalza hasta el desayunador y miró los vasos con restos de bebida en el fondo junto con la botella destapada y las sobras de la cena de la noche anterior. Suspiró y sin más se dispuso a ordenar ese desastre.
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Alrededor de las 9am, como todas las mañanas, Yoohyeon, que esta vez lucía una sonrisa particularmente hermosa, le había preparado una taza de café y se había sentado a su lado mientras ella fingía estar muy ocupada detrás de su escritorio.
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Rojo (JiYoo)
أدب الهواةKim Yoohyeon, ex miembro del peligroso Sahara , cumple su condena en prisión luego de haberse entregado. Un destello de esperanza resurge en ella cuando recibe una interesante propuesta: recuperaría su libertad solo si acepta trabajar codo a codo j...