7 El pasillo

201 34 10
                                        

No habían avanzado más que unos pocos metros cuando Yoohyeon comenzó a sentir que sus piernas se volvían demasiado pesadas, cada paso se volvía más difícil de concretar que el anterior y el dolor empezaba expandirse por todo su cuerpo. Los golpes habían sido más que superficiales, todavía no estaba lista para caminar por su cuenta, aunque solo fueran algunas decenas de metros.

Apretó sus dientes con fuerza intentando aguantar el dolor, su mandíbula se tensó marcando una visible línea, tomó aire hinchando su caja torácica que no dejaba espacio a sus pulmones por la presión que ejercían las vendas. Pero finalmente, y pese a sus intentos, no pudo más y tambaleó un poco antes de caer con todo el peso de su cuerpo contra los barrotes de una de las celdas.

—Mierda... —murmuró Minji por lo bajo y se apresuró en ayudarla. Se arrodilló junto a ella y pasó sus manos por detrás de su nuca. El rostro de Yoohyeon se contraía en una mueca de dolor —¿Crees que puedas levantarte?

La chica pasó saliva y negó con su cabeza —Estoy bien — gruñó intentando levantarse, pero tan pronto hizo un poco de fuerza para pararse volvió a caer sentada conta los barrotes.

Minji tomó aire —No, no lo estás— la regañó con tono cansado y pasó uno de sus brazos por su cintura, hizo que Yoohyeon pasara el suyo por encima de sus hombros y, con algo de esfuerzo, la ayudó a ponerse de pie.

La prisionera ni siquiera se esforzó por contener el quejido ahogado que sus labios dejaron escapar luego de ese pequeño esfuerzo y aunque hubiese intentado no lo habría logrado.

—Sujeta mi hombro —pidió con tono suave, aunque la situación la ponía un poco nerviosa —no tengo mucha fuerza aquí— explicó enseñándole el brazo enguantado —tendrás que sostenerte tu.

La chica asintió y Minji sintió como apretaba con fuerza el costado de su brazo.

—L-Lo siento —susurró Yoohyeon.

Minji comenzó a avanzar en completo silencio, no podía ignorar los quejidos de la chica. Sería muy difícil para ella ayudarla si no ponía de su parte y buscar la ayuda del carcelero o de las otras Rojas que esperaban a la entrada no era una opción viable en ese momento.

—Escucha —comenzó a hablar con un poco de dificultad por el esfuerzo— esto no funcionará si no te apoyas en mi ¿Entiendes, Yoohyeon?

La chica asintió con un quejido, sin embargo aún no se apoyaba lo suficiente.

—Por favor... —murmuró Minji antes de volver a caminar muy lentamente, un paso a la vez. Bastaron solo unos cuantos metros para que Yoohyeon dejara su orgullo de lado, la sintió apoyar su cabeza en el hueco de su hombro y su brazo se aferró con fuerza a uno de sus lados, facilitándole mucho el trabajo —Bien...

El rostro de Yoohyeon estaba contraído en una mueca de dolor y no era para menos, los golpes la habían dejado devastada físicamente, pero estar siendo cargada por aquella mujer le destruía el orgullo. Se sentía igual o más miserable que cuando estaba en esa camilla de la enfermería. Minji podía ser aterradora, pero se estaba comportando como una persona decente con ella y no tenía por qué aguantarla en ese estado, estaba sucia y sudada y ahora estaba ensuciando el impecable traje de la mujer.

Genial. Se lamentó en su mente.

—Tranquila —Minji giró hacia su hombro buscando su mirada —escúchame, ahora saldremos de aquí y llamaré a Handong para que te revise, después de eso podrás hacer reposo en un lugar mas... —dio una rápida mirada a su alrededor y una pequeña mueca de asco cruzó su rostro— salubre...

Yoohyeon asintió levemente y continuaron, a paso muy lento, avanzando por el pasillo.


⸻ ☾ ⸻


Minji jamás permitiría que Yoohyeon lo notara, pero cargarla era un esfuerzo demasiado grande para ella, su cuerpo se estaba cansando, estaba aguantando todo su peso y viejas heridas hacían que ya no fuera tan fuerte como antes.

En sus mejores momentos, cuando era la orgullosa e imponente general de las Rojas, su estado físico era ejemplar. Kim Minji era la soldado a la que todos aspiraban a ser algún día: diez de diez en resistencia física, increíble fuerza para lo delgada que aparentaba ser, era un as en el manejo de armas de fuego y un rival formidable en cuerpo a cuerpo. Para sumar más puntos, su alimentación era la más sana entre todas sus compañeras y su salud era realmente envidiable pero luego tuvo ese maldito accidente.

Minji jamás creyó que algo así tuviera tanto impacto en su vida, le hubiese encantado que no fuera así pero, claramente, no era tan fuerte como creía. Secuelas físicas le quedaban como horribles recordatorios de aquella noche y, aún peores, fueron sus heridas mentales.

Los médicos habían dicho que sobrevivir había sido un milagro, pero el costo había sido su brazo derecho. El metal del coche se había aplastando contra su cuerpo de tal manera que su brazo fue imposible de salvar, irremediablemente, tuvieron que amputar.

Pero esa no fue fue su peor herida, ni tampoco la que más cerca de la muerte la había dejado, una varilla de metal le había atravesado el pecho haciendo que uno de sus pulmones colapsara, había comenzado a sufrir siéndome de aplastamiento para cuando la encontraron y eso le hizo perder gran parte de su hígado y uno de sus riñones. Su cuerpo no volvería a ser el mismo nunca más.

Pero debía estar agradecida ¿Cierto? Fue un milagro, uno en un millón. Claro que no, ella odiaba no haber muerto esa noche.

Antes de vivir uno, Minji creía que los milagros eran exclusivamente buenos, pero haber sobrevivido a ese accidente fue una tortura, una pesadilla en el mundo real.

Cuando, luego de seis largos meses de recuperación, logró por fin salir del hospital y continuar con la recuperación en casa, creyó inocentemente que todo comenzaría a mejorar pero, para su sorpresa, todo se volvió mucho más complicado.

Los dolores, los malestares que le hacían sentir las medicinas, tener que aceptar la pérdida de su brazo y la depresión le provocaba el no poder hacer nada por su cuenta la fueron cambiando y, antes de siquiera darse cuenta, la Minji que había sido desapareció dejando en su lugar la cáscara vacía que era ahora.

Pasaba noches enteras donde las lágrimas se escurrían por si solas de sus ojos sin ella poder evitarlo y deseaba con todas sus fuerzas haber muerto aquella noche.

Cuando logró superar la depresión comenzó otro de sus infiernos: "síndrome del miembro fantasma" lo llamaban. Su cabeza aun podía sentir el dolor en su brazo derecho aunque ya no estaba ahí, dolor, comezón, ardor que solo se calmaban un poco si ubicaba un espejo de tal manera que su cerebro interpretara el reflejo como su brazo perdido, con eso pudo sobrellevarlo, pero jamás aceptarlo.

Luego comenzó a alejar a las personas que amaba. Las Rojas se esforzaron por entenderla, ayudarlo y, aunque Minji las lastimara constantemente, jamás la dejaron sola.

Dos años habían pasado entre el accidente y su recuperación. Un año más pasó hasta que por fin aceptó utilizar prótesis.

Tres años de su vida que se consumieron con puro sufrimiento, el infierno en la tierra, tres años que no volverían y todo por un imbécil la había golpeado en la autopista haciendo que perdiera el control y terminara impactando en el fondo de un barranco. Jamás dieron con el culpable.

Tres años de tortura, pero jamás pudo volver a ser la misma, quizás solo su cuerpo había sobrevivido a ese accidente.

—Lo siento. —volvió a murmurar Yoohyeon

—Shh... —la calmó Minji acariciando suavemente su cintura, sabía que la otra chica estaba casi desmayada —ya casi llegamos.

—Lo siento. —repitió con voz más baja.

—Está bien. —susurró, agotada.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora