El viento fuera del cuartel parecía soplar cada vez con más fuerza. Yoohyeon sentía su piel erizarse con el frío de tal manera que llegaba a lastimarla y el temblor en su mandíbula se hacía casi incontrolable. No demoró demasiado en hartarse de eso y, sin pensar en la chica que intentaba sacarle charla, se levantó y se acercó una por una a las ventanas bajándolas y acabando así con la corriente de aire en el salón. El ambiente seguía siendo helado, pero pensó que probablemente eso ayudaría.
Caminaba, inquieta, por toda la habitación y su mirada cada poco tiempo iba a parar a la puerta del despacho de la general dónde —a juzgar por el escándalo que llegaba a oír— las discusiones no habían mermado en ningún momento, al contrario, sonaban cada vez más acaloradas.
No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba esperando, pero no veía la hora de que Minji saliera y volvieran a su oficina para almorzar juntas mientras hablaban. Era algo relativamente nuevo, pero no fue difícil que se volviera una bonita costumbre entre ellas.
Se detuvo frente a una de las ventanas y, con cuidado, apartó un poco la húmeda y pesada cortina roja que, hasta hacía poco, era elevada violentamente por el viento que se colaba desde afuera.
Grandes gotas de lluvia chocaban y se rompían contra el cristal a través del que veía el paisaje del exterior. Era bello, pensó, quizás demasiado cuidado para ser parte de una instalación militar. Un amplio campo de pasto verde se extendía por cientos de metros y terminaba delimitando con altos setos que se fundían con árboles enormes que se movían frenéticamente con el poderoso soplido del viento de tormenta desprendiendo gran cantidad de hojas que terminaban por perderse a la distancia.
El cielo se había cubierto completamente por nubes negras que cada tanto iluminaban sus contornos con el resplandor de unos cuantos relámpagos.
Había algo en lo que Yoohyeon se había vuelto buena a lo largo de su antigua vida y se había fortalecido mucho más en los cuatro años que pasó en prisión: pensar.
Internarse en lo profundo de su mente era su actividad favorita y, a la vez, solía ser una de las que más la hacían sufrir.
El paisaje tormentoso la hacían sentir como si estuviera viendo su propio interior, un bello panorama azotado por una fuerte tempestad era la descripción perfecta de lo que venía sintiendo últimamente.
Desde que su cuerpo había sanado por completo y el dolor dejó de torturarla no podía dejar de sentirse mal al disfrutar de los buenos momentos que adornaban su vida ahora. La aterraba en cierta forma, en su vida pasada había aprendido que cuando algo se ve bueno lo es solamente hasta que algo peor pase y, en la prisión fue exactamente igual: primero el trato, luego la golpiza y ahora estaba Minji.
Ella había sido lo mejor de la libertad, no sabía exactamente como llamarlo, pero le amaba estar con ella, a su lado, sin necesidad de algo más, aunque lo deseaba profundamente.
Sonreía cada vez que recordaba el sabor de los labios de Minji y como solía atraparla mirándola, aunque ella siempre fingía que no lo hacía.
Esa tarde, cuando se lo dijo, sintió como su mundo en pedazos comenzaba a reconstruirse, pero no podía olvidarse de quién era ella y quién era Minji.
"Oh dios... de verdad me gustas." le había dicho sujetándola por la nuca y mirando, deseosa, sus labios. Yoohyeon se había quedado completamente muda, congelada ante la situación, le habría encantado decirle que sentía lo mismo, que amaba cada día, cada momento que pasaban juntas, pero en su lugar solo se quedó en blanco.
Minji sonrió, bajó su mirada algo avergonzada y la soltó deslizando su mano hasta dejarla reposar en uno de sus muslos —lo siento, creo que... —la miró, algo incomoda— lo siento.
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Rojo (JiYoo)
FanfictionKim Yoohyeon, ex miembro del peligroso Sahara , cumple su condena en prisión luego de haberse entregado. Un destello de esperanza resurge en ella cuando recibe una interesante propuesta: recuperaría su libertad solo si acepta trabajar codo a codo j...