16 Ventisca

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La brisa lentamente se había convertido en una fuerte ventisca helada que levantaba violentamente las cortinas al colarse por las ventanas.

Afuera, las nubes grises habían comenzado a oscurecer el cielo y la luz del sol se esforzaba por atravesar la densidad de éstas.

Yoohyeon se abrazaba a sí misma intentando calentar sus brazos desnudos. Ya había perdido la noción del tiempo y no sabía exactamente hace cuánto estaba esperando a que Minji saliera de aquel despacho. Pasados los primeros minutos comenzó a escuchar como las voces de ambas mujeres se levantaban y discutían enérgicamente tras la puerta, pero no llegaba a distinguir de qué hablaban exactamente, aunque para ella era evidente que era uno de los puntos en ese disturbio.

—Genial— suspiró mirando su brazo.

El trébol de cuatro hojas que había dibujado Minji en su piel ya se había desvanecido y dejaba ver nuevamente la marca de Torch, recordándole quién había sido. Miró hacia la puerta cerrada y pensó en que jamás podría dejar de ser una Sahara. Era un poco injusto que el peso de algo que estuvo obligada a hacer la persiguiera para el resto de su vida, pero ahora estaba del otro lado y podía hacer algo para redimirse y reparar un poco del daño que había hecho.

El sonido de unos apresurados pasos sobre el rustico piso de laja gris la hizo voltear. Reconoció a la joven delgada y de cabello castaño que caminaba hacia ella. Miyeon, recordó, no podría olvidarla tan fácil, era quién la había ayudado cuando esa soldado decidió darle su dolorosa bienvenida al cuartel. La siguió con su mirada hasta que la chica la notó. Abrió sus ojos sorprendida y pronto la reconoció.

—¡Novata! —se acercó hacia ella agitando su mano con una gran sonrisa.

Yoohyeon le devolvió una sonrisa incomoda y, tiritando, la saludó con la mano.

—Te ves bien... —Miyeon se sentó a su lado —ahora...

Yoohyeon se mantuvo en silencio, la incomodaba un poco la manera en que se le había acercado la otra chica, se veía demasiado entusiasmada y feliz. No estaba acostumbrada a ver personas así. En su otra vida todo era muy diferente, cuando alguien se le acercaba solo podía ser por dos motivos: en el primero tenían una tarea para ella o la necesitaban para algo en específico lo cual jamás podía ser bueno y la segunda prefería no recordarlo, aunque su piel estaba impregnada con recuerdos de esos días, cientos de cicatrices y marcas que no podía ignorar.

Olvidar no era una opción para Yoohyeon, después de todo, no permitirse olvidar fue lo que la llevó a entregarse.

Su plan original luego de huir había sido simplemente desaparecer, aunque eso significara llevar una vida de nómade por el resto de sus días podría soportarlo, después de todo, era mil veces mejor que lo que tenía.

Pero luego pasó "aquello" y simplemente no pudo hacerlo. Su corazón y su consciencia no estarían tranquilos si no pagaba. Aunque en prisión la molieran a golpes, la torturaran o incluso la mataran, es lo que realmente merecía, se lo debía a esa vida inocente que había arrebatado.

—Estoy bien ahora. —alcanzó a decir con voz baja mientras volvía a envolverse con sus brazos. El aire parecía ser cada vez más frio.

Miyeon le sonrió. Su sonrisa era bonita, esa chica era bonita, su sola presencia, sumada a su voz tan alegre transmitían algo cálido que hacía que Yoohyeon rápidamente bajara la guardia y su incomodidad comenzara a mermar. Contrario a lo que podría parecer, eso la hacía desconfiar.

—Estás temblando ¿Tienes frio? —preguntó mientras con el dorso de su mano tocaba suavemente uno de los brazos de la chica sentada a su lado — ¡Novata, estás helada!

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora