12. Las llaves de la verdad

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Dos días después, el cantante y su mánager llegaron temprano al gym donde Harry entrenaba. Debían revisar la taquilla para comprobar si el rizado sabía del tema de las drogas. Aquello cambiaba todo. Entraron y se acercaron a recepción. Un hombre esbelto, alto y de físico cuidado, apartó su vista del ordenador y miró a ambos chicos detenidamente. Dio un mordisco a una manzana que tenía consigo y carraspeó.

— ¿Puedo ayudaros en algo?
— Si. Venimos por las cosas de Harry Styles.

El recepcionista negó dejando la fruta sobre la mesa. Se levantó de la silla y apoyó ambos brazos sobre ésta.

— Lo siento, pero solo pueden venir por las pertenencias la familia. Está acordado por nuestra política: en caso de fallecimiento o algún tipo de impedimento de acudir el propietario de la taquilla a ella, los familiares deberán hacerse cargo del contenido y pertenencias de éste.
— Yo era su novio.
— Lo siento, si no estabas casado con él, no puedes acceder a sus cosas.

El ojiazul rascó su nuca algo pensativo y serio. Escuchó una voz familiar detrás de él.
Danna, la madre de Harry, entraba por la puerta junto a su hija Chelsea.
Ambos chicos observaron a las mujeres.

— Señora Styles, hola, no esperaba verla aquí hoy.
— Lou, hola, lo mismo digo. ¿Ahora vas al gimnasio?
— No, es que...
— El señor Tomlinson quería tomar las cosas de su hijo, señora Styles.

El recepcionista dijo aquello, cosa que molestó mucho al cantante.
Le mujer miró a su yerno algo extrañada.

— ¿Cómo?
— Señora, yo... quería encargarme de ello, porque sé que guardaba solo toallas y cosas sin importancia.
— Te lo agradezco cielo, pero ya lo cojo yo.

El ojiazul miró como le daban las llaves a Danna. Miró a su amigo sin saber que hacer. El ojimiel reaccionó rápido y se acercó a las mujeres.

— ¿Ya desayunaron?

La madre y la hija se miraron unos segundos y después miraron al mánager.

— No, la verdad es que no.
— Pues déjenme invitarlas a una cafetería. No se debe hacer nada sin comer algo antes.
— Mmm tienes razón Mike, gracias.
— ¿Vamos?

El mánager miró a su amigo y sonrió victorioso guiñándole un ojo. La señora asintió a la pregunta del chico y salieron de allí todos. Se sentaron en una mesa de una cafetería cercana. Danna dejó sobre la mesa las llaves de la taquilla. El moreno comenzó a contarles anécdotas divertidas de su infancia. Realmente Mike tenía infinidad de historias surrealistas que pasó de pequeño.

— ¿Qué vais a querer?
— Oh, pues no lo sé. ¿No hay carta aquí para ver?
— Si, está en la barra.
— Perfecto, vamos a elegir.

Los cuatro se levantaron para echar un vistazo al menú. Según realizaron la acción, Lou aprovechó para coger las llaves y meterlas a su bolsillo. Pidieron y volvieron a tomar asiento.

— Y...¿cómo lo llevas tú, Lou?
— ¿Eh?
— Ya sabes...

La hermana del rizado fue quién hizo la pregunta. Siempre había tenido un cariño especial con el castaño. Tenían mucho en común.

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— ¡Está canción es increíble!

Chelsea había sido invitada al estudio por el ojiazul. Era la primera en escuchar una nueva canción del chico.
Sonrió quitándose los cascos.

— ¿Si? ¿Te gusta?
— ¿Bromeas? El ritmo, la voz, los tonos, ¡todo! Amo mucho el estilo que tienes, Lucho.

Aquel apodo se lo puso ella. Al castaño le gustaba, se sentía de cierta forma, más cercano a aquella chica, a su cuñada.

Proyecto Arcoiris (Parte 2 de La Entrevista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora