Parte 23

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Agente de escala continental y un fuerte apoyo a nivel global, rico sería poco para definirlo, simplemente se le había concedido el privilegio de tener lo que quisiera y ser parte de la ejecución de nuevos planes que suceden sin que los habitantes de la tierra se den cuenta.

Disfrutaba de la compañía de la que llamaba su otra versión Risvieta, una desquiciada mujer a su altura donde anteriormente en su natal Praga se dedicaba a administrar las estancias de los desgraciados eran tomados por toda Europa, la relación de ambos no podía catalogarse puesto que carece de definición, en ocasiones se complacían de salir juntos a cometer atrocidades de las que se enorgullecían como la mejor de las citas.

Atropellar a quien se le cruzase, disparar a lo que estuviera en frente o tomar a alguien contra su voluntad eran la manera en como festejaban las veces que decidían salir juntos a la superficie, al final algún tipo pagaría por los daños en su lugar y seria llevado a un grandioso lugar con privilegios por desaparecer del mapa y asumir la autoría por un largo tiempo.

En casa solían bailar la danza de la muerte al compás de los quejidos que emanaban a su alrededor, crueldad es lo que esta normalizado en sus corazones bajo estándares que solo pocos son capaces de comprender, a pesar de transitar entre centenas de cuerpos siempre regresan uno al otro, a su modo sabían que estaban destinados a permanecer juntos, sin las limitantes ataduras que consideran es el vivir, reiteraban que el placer no debía limitarse bajo ningún reglamento, ideaban que la única verdad del amor era la que no te desistía de hacer lo que querías.

Compartían mucho en común como en ideales.

A sus oídos había llegado la noticia del incidente en las instalaciones de una de las filiales que guardaba gratos recuerdos.

El reflejo de su rostro no denotaba preocupación puesto que lo que deseaba se cumplía, su alto ego evadía el techo que existía en su interior en las circunstancias actuales, el no poder consumarlo todo, solo cuando llegue el inicio de los últimos siete años.

Sentado con una copa de vino, pensaba en sus propios movimientos con meticulosidad, traía consigo la mirada vacía sin indicios de bondad, su gran atractivo era equiparable con su despiadada forma de ser, se levantó motivado por ver a sus mascotas, amarrados con cadenas en los cuellos se hacían para atrás cada vez que se acercaba, escupió en la comida y sacó una navaja provocándole un ligero corte de los muchos que ya tenia, su pálido rostro solo conocía el terror y sus dos compañeros del dolor solían aprovecharse de ella cuando el amo los dejaba solos y eso le fascinaba, no importaba si tenían que pasar aquella situación juntos a pesar de sus pedidos de que se detengan, en esa acción veían lo único bueno que pensaban podían tener.

Habían sido trastornados por una sucesión de repetidos sometimientos que los quebraron y decidieron sobrellevar su tormento causándole aun mas daño que apoyo a la señorita que habitada en medio, lamer sus llagas se convirtió en una actividad de ocio, de aspecto totalmente depresivo vivía en carne lo que significaba ser cautiva incluso por tus compañeros de agonías.

Cuanto mayor era, mayor seria la represalia, se les advirtió que si ella moría, ambos dirían que lo que viven es el paraíso, cerró con fuerza la puerta hecha en piedra, dejándoles solo por una pequeña luz blanca, entonces podían continuar con sus vejaciones descubriendo los confines de la feminidad.

Dado su enorme cantidad de labores, encontraba en casa uno de sus lugares preferidos para entretenerse, cuando se llega a ser de ese nivel, lo que aparece frente a ti es simple desperdicio, saber que alguien sufría mientras él reía siendo el autor directo, le reconfortaba, fue hasta uno de los pasillos adornados por cuadros donde era la estrella principal junto a violentos actos de fondo.

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