Harry estaba encantado. Fascinado. Estaba alucinando. No podía creer que estaba encima de aquel precioso armatoste con ruedas. ¿Tenía ruedas, no? Harry comenzó a preguntarse si eran ruedas las que iban por las vías. ¿Un tren tenía ruedas? Harry no recordaba la última vez que había visto un tren. ¿Tenía ruedas?
Dado que había estado con la cabeza ligeramente por fuera de la ventana, sintiendo el viento contra su cara tal cual cachorro, miró hacia abajo, hacía las supuestas ruedas. ¿Eran ruedas? Harry no supo decirlo. O sea, estaba claro que no se refería a las mismas ruedas de un auto, pero ¿se consideraban también ruedas? Bueno, Harry no tenía idea.
Louis lo trajo de nuevo hacia su posición poniéndole una mano en el hombro. Su cabeza estaba de vuelta dentro, y Harry rio. Este estaba siendo el mejor día de su vida.
Su mirada permaneció puesta en las vistas que tenía a través de la ventanilla. El día estaba espectacular. El sol brillaba, desparramándose por las calles, los edificios, la gente. Harry estaba amando San Francisco. Jodidamente lo estaba amando.
Tomó una buena bocanada de aire y sonrió, mirando hacia arriba. El cielo era su techo, y él se sentía tan pleno, tan infinito. Era esto. Harry quería guardarse en este momento. Atesorarse justo allí. Inmortalizarse como un elemento más de aquella obra de arte. Porque el mundo desde afuera era una maldita obra de arte y él estaba allí, siendo parte.
Estaba dentro. Estaba dentro del cuadro, viéndolo todo, percibiéndolo todo. Cada pincelada, cada revoque, cada detalle. Era el viento en su cara, y el sonido de un mundo bullicioso en el que los colores eran tan vívidos, tan nítidos, tan reales. Y él estaba ahí, sintiéndolo todo.
Harry se permitió lagrimear como si en realidad no estuviese pasando, pero pasaba. Sentía ese par de lágrimas acumulándose en sus ojos y luego cayendo. No le importaba. Porque ese estaba siendo el maldito momento de su vida.
Era como, si de pronto, se hubiese unido al universo. Como si se hubiese alineado a un tipo de energía que no quería soltar más. Se sentía increíble. Harry no quería que aquello terminara. Quería quedarse allí, sintiendo ese momento para siempre. Pero supo que era inevitable.
De a poco regresó a su estado normal. Se quitó las lágrimas de la cara, y continuó mirando hacia afuera, agradeciéndole al mundo por permitirle estar vivo, por permitirle estar ahí.
Alguien reconoció a Louis en aquel transporte. Era una chica, una beta al parecer. Le preguntó si era él. Lo llamó por su nombre y todo, pero Louis negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa, diciéndole que tal vez se estaría confundiendo. La chica se vio algo decepcionada, a lo que este le dijo que solían confundirlo a diario, que no se preocupara. Luego de eso, Louis le hizo una seña a Harry para que se bajaran y lo hicieron.
Harry no tenía idea de en dónde estaban o si era parte de los planes de Louis bajarse allí o solo lo habían hecho por la chica.
Harry no quiso decir nada al respecto, pero escuchó decir a Louis luego de un momento:
—Lo siento, seguramente íbamos a llamar la atención si seguíamos ahí y no me gusta eso —se explicó—. Solo déjame ver en dónde estamos —Louis comenzó a mirar a su alrededor, alzando su cuello—. Bien, no creo que estemos muy lejos.
Harry también había comenzado a mirar alrededor. Era una avenida considerablemente transitada. Había gente por todos lados, y negocios. Había muchos negocios. A Harry le encantaba. Y, de hecho, cuando advirtió que estaba parado justo frente a la vidriera de una panadería, se quedó hechizado.
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cherry wine ❧ larry
Fanfiction1990. Pasaron dos años desde que la guerra entre las dos familias más poderosas de la mafia siciliana instaladas en Nueva York comenzó. La paranoia abunda entre los Berlingieri, quienes temen ser traicionados por sus mayores aliados: los famosísimos...