Dada la diferencia horaria que existía entre Nueva York y Los Ángeles, Harry se despertó antes que el mismísimo personal de la casa de Santa Mónica del joven Louis.El omega acostumbraba levantarse con los primeros rayos del sol, pues aquel era el mejor momento para salir a correr por los predios del jefe sin que nadie le molestase. Corría alrededor de una hora y luego entrenaba.
Pero su cerebro, más que acostumbrado a aquella rutina y al horario del este, pareció no haberse enterado que ahora estaba en tierras californianas y, aunque el sol ni siquiera se había asomado, ya no tenía intenciones de seguir descansando.Por lo que, siendo las cuatro y media de la mañana, Harry ya se encontraba listo para comenzar su día. Entrenó un buen rato en la pulcra habitación que se le había otorgado, aprovechando el tiempo. Más tarde se duchó, y se vistió con la ropa que Eleanor le había dejado lista para usar aquel día.
Se trataba de una simple camisa clara excelentemente planchada, un grisáceo pantalón de gabardina, medias a juego con el pantalón, un cinturón de cuero y unos zapatos bien lustrados.
Agradeció al cielo no ver una corbata, pues jamás había logrado aprender el modo correcto de anudarla.
Se miró en un espejo de cuerpo completo, asegurándose de que todo estuviese perfectamente en su lugar. Se había metido el borde de la camisa debajo del pantalón, alineando los botones con la hebilla del cinturón con el fin de que se viera en una perfecta simetría. Necesitaba verse perfecto.Dio un asentimiento de cabeza, aprobándose frente al espejo. Le estaba gustando mucho lo que veía. Se veía como todo un hombre profesional, y adoraba eso.
Se soltó el cabello, que hasta entonces lo había llevado recogido, y sus rizos chocolates cayeron con libertad por encima de sus hombros. Lo peinó con sus manos, echando hacia atrás los mechones que irrumpieron en su rostro.
Se veía tan elegante, tan precioso, tan alfa. Y sin embargo, se sentía tan desnudo. El hecho de verse imposibilitado de llevar consigo una mínima arma le estaba volviendo loco.
La puerta fue golpeada en aquel instante y Harry volteó con rapidez al tiempo que su estómago daba un súbito vuelco. Su corazón se aceleró de pronto y sus piernas se debilitaron. Mas todo aquello se esfumó en cuanto una cabellera castaña se asomó detrás de la puerta. Solo era Eleanor.
Harry retiró el aire por su boca, no entendiendo qué mierda había pasado consigo.
—¡Buen día! ¡A levant…! Oh, vaya. ¿Ya estás listo? Waoh, qué eficiente —dijo con una sutil sonrisa incrédula—. Mira nada más. Bueno, eh, ya puedes bajar a desayunar si quieres. Dentro de una hora te recogerá Charlie para llevarte el aeropuerto. Louis te esperará allí.
Harry se estaba comenzando a impacientar con las tontas reacciones que le hacía tener su omega interno.Allí estaba, de camino al aeropuerto en un auto, siendo atacado por los nervios que su omega experimentaba por todo aquel anticipo para conocer al alfa. Su estómago no cesaba de cosquillearle y su pulso lo sentía en las orejas. Harry realmente se estaba esmerando en controlar sus feromonas, en mantener su nerviosismo resguardado en su interior. Y lo estaba logrando. Era un experto en esconder sus emociones.
Finalmente llegaron, y Harry fue guiado hasta las escaleras que alcanzaban la puerta de aquel jet. No le quedaba nada más que atravesar aquella entrada para conocer en persona al mismísimo Louis Tomlinson Ricci, y Harry jamás se habría imaginado que, llegado el momento, su cuerpo estuviera a punto de desmoronarse por la debilidad de sus piernas.
No podía ser posible que su omega fuera tan miedoso. Solo era un alfa, caramba. Sí, era un alfa maniático y peligroso capaz de hacerle pedazos sin él tener nada más que sus puños para defenderse, pero, hey, tranquilo, que todo está bajo control.
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cherry wine ❧ larry
Fanfiction1990. Pasaron dos años desde que la guerra entre las dos familias más poderosas de la mafia siciliana instaladas en Nueva York comenzó. La paranoia abunda entre los Berlingieri, quienes temen ser traicionados por sus mayores aliados: los famosísimos...