❦ diez ; el disparo que se dio, el que no se dio y el que está a punto de darse

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Harry nunca se imaginó que estaría vomitando sobre la calle más famosa de Las Vegas. Pero allí estaba, en medio del Strip, pálido y sudoroso, con su estómago resentido y sus ojos llorosos.

Jodida mierda.

Nunca más bebería esa porquería, pensó, lo cual era mentira. Él volvería a beberlo sin reparo alguno todas las veces que fueran necesarias. Él haría de todo con tal de salvar la misión, sea esa o cualquiera otra. No importaba, inclusive, si tenía que dar la vida; él lo haría.

No había nada más honroso que sacrificarse por la familia. Se pasaba a la historia como un héroe.

Eso quería Harry, pasar a la historia. Dejar su huella. Ser recordado por su grandeza. Y mierda que se aseguraría de que así fuera. No importaba todo lo que tuviese que luchar. Él lo lograría. Era un puto Vianello. Claro que lo lograría.

Harry se aseguró de enchastrarse aquella tan bonita camisa de seda con aquel asqueroso revuelto que había arrasado su garganta. Procuró que quedase natural y no intencional. No supo si lo había conseguido. Pero estaba devastado.

Su estómago había quedado más que resentido y su presión arterial había disminuido lo suficiente como para dejarle la vista nublosa y el cuerpo débil. Estaba a punto de flaquear.

Tuvo que sentarse en la vereda para no caer. Una vereda poblada de gente, de turistas extranjeros. Personas que no quisieron acercarse a él. Porque era obvio, parecía un ebrio. Un joven ebrio desbordado. Que se encargara la policía de él.

Harry comenzó a temer que no fuera encontrado por Louis y que la policía realmente se hiciera cargo. Bueno, tarde o temprano Louis daría con él. Allí en la calle o en la estación de policías. Quizá le pondrían como omega perdido. Harry se rio. Omega perdido… como un niño que se soltó de su mami.

Se desabrochó la camisa. La húmeda tela rozando su torso le daba más ganas de vomitar de solo recordar de que estaba manchada. Esperaba que con eso bastara para tapar el olor de Valentino.    

—¡Dios mío, Harry! —El omega oyó a lo lejos y, despacio, levantó la vista para encontrarse con un preocupado Louis corriendo hacia él. Se detuvo frente a él con sus rodillas raspando el suelo—. ¿Estás bien? ¿Qué sucedió? ¿Dónde estabas? ¿Alguien te hizo algo?

—¿Harry está bien? ¿Llamo a un ambulancia? ¿Llamo a alguien? —preguntó nerviosa y exaltada Serafina en su idioma natal—. ¡Louis, dime qué hago!

Pero Louis no le respondió. El alfa estaba centrado en él, estudiándole con la mirada. 

—No… no hace falta una ambulancia —anunció el omega en italiano teniendo la vista en el piso; su voz sonando débil, ronca—. Yo… solo… comencé a sentirme mal y me alejé un poco a ver si se me pasaba. Lo siento.

—No tienes que disculparte, cachorro. ¿Cómo te sientes ahora? —consultó el alfa mientras rebuscaba en sus bolcillos del pantalón.

—Un poco mejor —respondió el omega. Louis había sacado su billetera—, pero estoy algo débil.

Louis asintió mientras le pasaba un par de billetes a la prima. 

—Ve y consigue ropa. Una camisa, camiseta, lo que sea —le pidió Louis en italiano, y ella de inmediato salió corriendo a la tienda de ropa más cercana—. ¡Y agua! ¡Consigue agua! —exclamó antes de que se perdiera entre la gente—. ¿Por qué no me dijo que se sentía mal? Demonios, usted está bajo responsabilidad de mi madre. Le llega a pasar algo y luego todo recaerá en ella, ¿comprende? No puede alejarse así como así. Yo podría hablarle acompañado y asistido sin problema. Es más, tendría que haber sido así. No entiendo por qué se alejo sin decirme nada. Mire como lo encuentro, por dios.

cherry wine ❧ larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora