❦ ocho ; perfil de psicópata ❦

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Un agudo dolor de cabeza le molestaba. Harry se despertó con un leve gruñido escapando de entre sus labios. Boca abajo sobre las desordenadas sábanas, levantó con pereza la cabeza, abriendo apenas un poco sus hinchados y picosos ojos. Se estiró, dándose la vuelta con un bostezo. Se relamió los resecos labios mientras sus ojos se acostumbraban a la matutina luz que invadía la habitación. Harry observó la misma con su ceño fruncido al incorporarse. ¿Esa habitación…?

La vista del omega se detuvo en los caballos inmortalizados en una pintura y toda la soñolencia se le fue súbitamente. Saltó de la cama espantado. Su corazón bombeando con violencia. Cama de pequeño Louis no. ¿Qué mierda había hecho? ¿Cómo se había dejado?

Buscó su ropa con cierta desesperación. Solo estaba en bóxer y no había ni una sola prenda en el alfombrado suelo. Así como tampoco había ningún rastro de Louis. 

Harry se sentó en el suelo con sus piernas cruzadas. Codos sobre los muslos. Cabeza hundida en sus manos. ¿Qué había pasado? Respiró profundo una y otra vez, trayendo de nuevo aquella calma que había perdido.

Tranquilo… Respiró hondo…. Tranquilo… Exhaló… Tranquilo. Repetición.

Los recuerdos de a poco se fueron presentado en su cabeza. Harry los recibió con su ser preparado hasta para lo peor. No habían tenido relaciones. Bien, bien. Pero había sufrido un cortocircuito emocional en presencia de Louis. Dios. Le había visto llorando y luego enloqueciendo. Perfecto.

Lo bueno era que aquello no era nada que no se pudiera solucionar con una seria charla. Sí, tenía problemas. Si, se había desbordado emocionalmente. Mil disculpas, señor Tomlinson. Sigamos con lo nuestro.

Harry levantó la cabeza, estirando su cuello para tener una mejor vista del panorama. Oh, allí estaba su ropa. Lavada y doblada sobre aquel escritorio calcomaniado. Se vistió con tranquilidad, sintiendo aún el martirio en su cabeza. Fue al baño y, al momento de lavarse la cara, se llevó la sorpresa de vislumbrar pequeñas marquitas violáceas adornando su cuello. Bueno… prefería eso antes que una mordida.  

No se avergonzaría, ¿por qué lo haría? Al menos servirían para que su relación pareciera más real aún.

Bajó por las escaleras y alcanzó la cocina: primer lugar en el que se encontró, por fin, con alguien. Haciendo café, allí se encontraba Giorgio.

—Hey, Boungiorno, ragazzo! —saludó con una alegría que Harry jamás podría conseguir tan temprano. Temprano y con resaca. O suponía que era temprano. No tenía idea de la hora, ¿era de mañana, no?—. Tremendo lo de anoche. Te pasaste. Agnes está encantada. ¿Café?

Harry asintió despacio, apenas pudiendo reaccionar.

—Louis está afuera con los que se quedaron —continuó el alfa mientras vertía el café recién hecho en varias tazas de porcelana. Al terminar, dejó la cafetera en su sitio—. ¿Te gustaría ayudarme? Estamos con el personal bastante ocupado hoy —agregó riendo suavemente con sus ojos puestos en él. Ojos que se detuvieron luego en su cuello—. No me jodas… ¿eso es de verdad? ¿O es… ? Oh, Dios. ¿Si han estado juntos? —una carcajada se abrió paso, resonando en aquella lujosa y más que iluminada cocina—. Y Santino diciendo que no, que Louis no sería capaz, que él lo conocía bien y se arriesgaba a todo a que no te tocaría un solo pelo. —Otra risa más—. Quiero verle la cara ahora. Joder… Yo sabía. Lo sabía. Louis se hace el muy digno y honrado ahora que ya está hecho un hombre, pero toma una trago de más y vuelve a ser el mismo idiota incontrolado. ¿Ya ves por qué su madre le puso un omega aparte? Los alfas así no cambian, solo fingen. Y vaya que Louis sabe hacerlo.





Y vaya que Louis sabe hacerlo”.

La frase rebotaba en la cabeza de Harry, yendo y viniendo.

cherry wine ❧ larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora