❦ veintiocho ; amarte y decir adiós ❦

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—Sabes que esto no va continuar, ¿no?

Él se rio.

—Cuántas veces he escuchado esa mierda ya.

—Hablo en serio —gruñó.

—Siempre hablas en serio, Desmond, y aun así, seguimos aquí.

Desmond respiró hondo con sus ojos cerrados; Zayn sabía que estaba tranquilizando a su alfa de no molerlo a golpes ahora mismo. Le sonrió. Cómo le gustaría que se dejara llevar. Que se pelearan. Que se rugieran, rasguñaran, mordieran, sangraran. Para luego solo terminar envueltos en aquella cama.

—Esta vez es diferente.

Zayn suspiró.

—Lo sé, entiendo todo. Creí que ya estaba claro para los dos.

El alfa resopló y sonrió como si le hubiese contado uno de esos chistes cuya gracia es tan estúpida que te preguntas si esta persona realmente cree que es graciosa. Negó con la cabeza.

—No entiendes. Esta vez será definitivo.

—¿Y lo repites tanto porque necesitas aclarármelo a mí o convencerte a ti mismo?

Desmond gruñó.

—Zayn —El tono del alfa sonaba a advertencia.

Él sonrió. Como le encantaba sacarlo de quicio. Era muy fácil hacerle enojar. Era muy fácil divertirse con él.

Su sonrisa se fue desdibujando al momento en el que se dio cuenta de que faltaría mucho para que aquello volviese, si es que en algún punto volvían. Y no se refería a estar juntos, sino a la simplicidad de esa cotidianeidad. A Desmond hablándole de temas serios y él haciéndole chistes, jugando con él, dándole ganas de gruñirle y golpearlo, pero sabiendo que en el fondo le tenía tal aprecio que jamás le haría daño de verdad.

Zayn suspiró con la mirada puesta en el piso. Siempre había sabido que lo suyo con Desmond no sería para siempre, y sin embargo ahora ni siquiera se trataba de eso. Zayn tenía tanto miedo de perderlo del todo. De que todos perdieran. ¿Y si no funcionaba? ¿Y si morían? ¿Y si nada nunca volvería a ser?

Se había esforzado en mantener aquellos pensamientos encerrados en alguna parte de su mente. Y ahora estaban ahí, desparramados por todas partes, libres, destrozándole.

No supo si una de sus costillas se había roto y ahora le estaba cortando el pecho desde dentro, desgarrándole. Quemaba.

Sintió los brazos de Desmond atrayéndole hacia su cuerpo, abrazándolo. Él respiró hondo, frotando la mejilla contra su pecho. Absorbió el aroma del alfa; adoraba como el maldito olor a pólvora y tabaco nunca se desprendían de él, y más allá estaba ese olor, ese olor a bosque. Tan profundo. Tan inmenso.

—Tengo tanto miedo de que algo te pase —murmuró—. Puedo aceptar que no estemos juntos, pero si algo llegara a...

Desmond lo apartó de golpe y le tomó de los hombros. Hizo que le mirara a los ojos. Zayn no pudo disimular que estaba llorando. Su cuerpo se encogió bajo las manos del alfa.

—Carajo, soy Desmond Vianello, ¿qué te crees que me pasará? No sé qué se te está cruzando por la cabeza, pero mi muerte la decidiré yo mismo y no va a ser ahora. Y qué es esta mierda. —Sus menos bruscas y ásperas le quitaron las lágrimas de sus mejillas.

Zayn sonrió a medias.

—Tú siempre tan sensible.

Suspiró y toda su tristeza volvió a caer sobre él. Se metió entre sus brazos devuelta, rápido, y se apretó contra él. Sintió que el alfa relajó sus músculos tensados y apoyó las manos en su espalda.

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