❦ nueve ; el destino de ser un asesino ❦

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Harry no se inmutó cuando la pequeña bolita de la ruleta se detuvo en el veinticinco rojo. La victoria fue por completo suya transformándole en el afortunado ganador de una fortuna. Pero Harry no pudo estar atento a ello. El revuelo que se armó a su alrededor no fue percibido por él. Todo había dejado de importar ni bien sus verdosos ojos se posaron en Valentino.

Pero qué demonios. ¿Qué mierda hacía él aquí?

El omega conservó la calma dentro de su ser. No hiperventiló, ni se desesperó. No hizo nada más que mantener su neutralidad estampada en el rostro. Tal y como si nada hubiera pasado. Porque, por supuesto, no era como si su amante hubiera aparecido de repente y sin aviso, siendo ciertamente capaz de arruinar su operativo.

Mierda, mierda, mierda.

—Ha ganado, ¿no va a alegrarse ni un poco ni a refregárselo a medio mundo en la cara? —manifestó Louis a su derecha. Harry lo miró y luego desplazó su mirada hacia la mesa de juego; hacia la ruleta.

—Prefiero mantenerme en mi línea y no ufanarme. Ni siquiera confío en que el dinero se quedará realmente conmigo.

—Bueno, Harry, usted será el único en responsabilizarse por ello. Ahora iré a encargarme de que le traigan el dinero en un cheque. Ya he visto a mi hermano.     








Valentino estaba acompañado de Santino. Harry los vio y supo de inmediato que aquel amigo de su hermano que quería conocer a Louis era ni más ni menos que el mismísimo y jodido Valentino Berlingieri: su amante desde los dieciséis años. Perfecto. Valentino se merecía un aplauso.

Los adultos y trajeados alfas avanzaron hasta llegar a ellos.  Harry ya había guardado su valioso cheque sin siquiera echarle un previo vistazo. Descubrir cuán millonario era podía esperar. Por supuesto que si. Nada era ahora más importante que ver qué demonios pretendía Valentino.   

—Louis, querido hermano, te presento a Valentino Berlingieri, el alfa del que te he hablado —dijo Santino con una cordial sonrisa—. Valentino, aquí lo tienes, después de tanto, al más joven de los Ricci del oeste, Louis.

Harry observó a su amante dirigirle a Louis una leve sonrisa con aparente indulgencia. Louis, al contrario del otro alfa, conservó su característica seriedad plasmada en su joven rostro. Se estrecharon las manos.    
 
—Hasta que por fin tengo el agrado de conocerle, Louis. He escuchado hablar tanto sobre usted —expresó Valentino, y Harry pudo leer en su amigable expresión las ganas que tenía de aniquilarle solo por estar junto a su preciado amante, o sea él. O al menos aquello era lo que Harry interpretaba.

Louis se limitó a dar un asentimiento de cabeza en un gesto de frialdad. 

—Y bueno —prosiguió Santino—, como apreciarás, este de aquí es el omega de Louis, Harry. 

Ahora Valentino le miraba a él. El omega le sostuvo la mirada con firmeza sin esfuerzo alguno. En su fuero interno le encantaba el poder demostrarle a Valentino que él no era un tonto omega capaz de perder el control. No, señor. ¿Valentino quería jugar a esto? Pues, jugarían.

Harry le estrechó la mano en un apretón firme y decidido; el alfa se lo devolvió de igual forma y le sonrió cálidamente. Harry no cambió la expresión seria de su semblante.

Valentino quería jugar, bien.

Pero Harry jugaría del lado de Louis.     







El omega se mantuvo al margen mientras los dos alfas, Louis y Valentino, se enfrentaban a una partida de veintiuno. Louis lucía relajado en torno a la mesa de juego mientras que Valentino se veía más bien concentrado. Harry notaba claramente sus intenciones, o al menos creía notarlas.

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