Hace muchas eras atrás, antes de la historia que Isaac les contó, existió una familia conformada por dos padres amorosos y cuatro hermanos muy unidos entre sí. Se podría decir que eran una familia perfecta, pues las dos hijas mayores eran unas señoritas muy educadas y hermosas, y los dos varones menores eran caballeros con clase y llenos de valores.
Ésta familia vivía a las afueras de un lindo y pintoresco pueblo, cuyo nombre fue olvidado muchos siglos atrás; su morada era hermosa, construida a base de fuertes tablones que podían soportar hasta las tormentas más devastadoras, y su patio y jardín era la inmensidad del bosque que les rodeaba.
El padre era un respetado hombre de negocios, que a pesar de tener un buen sueldo, siempre repartía todo en partes iguales para que su familia y su hogar se mantuvieran en pie. La madre, por su lado, se dedicaba a la crianza de sus hijos, a los quehaceres de su hogar, y a su pasatiempo favorito, plantar su huerto, preocuparse de sus flores y hierbas medicinales, con las que luego hacía medicinas que usaba en sus hijos cuando uno de estos caía enfermo. Sus hijas, ambas habilidosas con sus manos y contando con una mente rápida y perceptiva, aprendieron del arte de curar a través de la fuerza de la naturaleza, y se especializaron en ello a medida que crecían.
La gente del pueblo los adoraba, pues la madre de esta amorosa familia también ayudaba, de vez en cuando, a los enfermos del pueblo con sus medicinas naturales y hierbas mágicas. El padre, por su parte, al ser un hombre de negocios, poseía la innata habilidad de entablar una buena conversación con cualquier persona que se le pusiera en frente, además, contaba con una manera tan agraciada de hablar y expresarse que todo el mundo agradaba de él, por lo tanto siempre estaban invitados a eventos familiares o fiestas de la alta sociedad, aunque nunca se sintieron parte de la élite por su forma tan sencilla de vivir.
El amor que la familia se tenía se sentía el cruzar el umbral de la puerta de entrada. El hogar siempre estaba perfumado con un olor a rosas que la madre preparaba con pétalos rojos, una pizca de azúcar, alcohol y miel, generando un aroma que cautivaba a todas las visitas. No cabía duda que ésta familia se mantenía unida por ese amor puro que brotaba hasta de los lugares más recónditos.
Y todo siguió así, hasta que, de un momento a otro, la vida dejó de ser color de rosa.
El padre de familia obtuvo una oportunidad laboral que los obligaría a mudarse hacia otro continente. Nadie quería irse del pueblo, ese lugar era su hogar, ahí se sentían en paz, ahí se sentían aceptados, queridos y apreciados, no querían comenzar desde cero en un lugar donde nadie los conocería y nadie hablaría su lengua.
Así que, madre y padre, decidieron emprender un viaje con anticipación. Se comprometieron a buscar un lugar hermoso al que pudieran llamar hogar en ese nuevo continente que les aguardaba, y los hermanos quedarían bajo el cuidado de la hermana mayor, quien se encargaría de ayudar a sus hermanos menores a preparar las maletas para tener todo listo al momento de que sus padres llegaran a buscarlos.
Pero eso nunca ocurrió. Sus padres nunca volvieron.
Los padres de la familia habían llegado a Londres, en dónde contrajeron una enfermedad letal que los mató a los dos días. Ambos murieron tomados de las manos y susurrando el nombre de sus cuatro angelitos, aquellos que habían dejado atrás.
Al leer las malas noticias en esa carta que llegó a la puerta de la casa familiar, los cuatro hermanos se arrodillaron en el suelo y lloraron juntos toda la noche frente al fuego, pidiéndole al cielo que todo eso fuese sólo una simple pesadilla y que al abrir los ojos sus padres estarían rondando en casa nuevamente.
Pero era real, todo fue parte de la cruda realidad que les tocó vivir.
Los cuatro hermanos Crowell habían quedado huérfanos.
El dolor desprendido por esas cuatro almas nobles que lloraban la pérdida de sus amados padres, inconscientemente creó un hechizo que se propagaría por distintas generaciones; éste hechizo rezaba que todos los Crowell perderían a un ser amado, sólo para que, a través del dolor de esta muerte, puedan encontrar el camino a casa, el camino a la casa de los Crowell, un lugar en dónde podrían sanar, reconstruirse y renacer.
Y así fue.
Pasadas las semanas de duelo, la hermana mayor comenzó a hacer los papeleos correspondientes para tomar posesión del hogar que compartía con sus padres, así no le quitarían a sus hermanos menores y podrían vivir de la elaboración de medicinas naturales y la costura.
—Usted deberá hacerse cargo de sus hermanos, de ahora en adelante, lady Crowell—dijo un hombre que le extendía un papel para que lo firmara—. Ahora es la adulta responsable, pero no puede hacerse cargo de los negocios de su padre, de eso debe encargarse un hombre.
—Sí, mi hermano está listo para tomar ese rol, Sir Gliderfall—dijo la mayor de los Crowell, firmando el papel, mientras la tinta se balanceaba en la punta de la pluma.
—De verdad lamento mucho lo que sucedió con sus padres—dijo el hombre nuevamente—. Le deseo la mejor de las suertes, lady Crowell.
—Lady Crowell era mi madre—dijo ella, sonriendo agraciadamente—. Yo soy Hedrigan, Hedrigan Crowell.
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La Puerta Hacia Los Sueños: El Origen
FantasyHabía una vez una familia que se amaba, cuatro hermanos y dos padres. Había una vez una pareja de extraños que buscaron refugio en la casa de ésta familia, un hombre y una mujer. Había una vez un cazador de brujas que llegó al pueblo y puso todo de...