Capítulo 16: Antes y después de la muerte.

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Arlen despertó totalmente agitado. Al momento de incorporarse en su cama en la oscuridad de su habitación, tomó su cuello y se pasó los dedos varias veces para comprar que estaba bien y que todo había sido una horrible pesadilla.

Él no se había percatado que, al momento de despertar de esa pesadilla, sus ojos aún seguían brillando de un color verde brillante, que indicaba que sus dones mágicos se habían despertado incluso cuando estaba dormido.

En aquella pesadilla se veía a sí mismo caminando por la casa de un hombre. Su cuerpo era débil y viejo. Alguien había tocado la puerta, y al momento de abrirla se encontró con una silueta delgada a la cual no podía verle la cara pero el miedo se había apoderado de él. Por alguna extraña razón dejó entrar a ese sujeto a la casa y caminaron juntos hasta una pequeña estancia. Entonces, aquella silueta sacó un arma blanca y perforó su cuello con rapidez, enterrando la hoja metálica entre las venas que no tardaron en desangrarlo.

Fue ahí cuando despertó.

Cuando se dio cuenta de que todo había sido un sueño, el nombre del Padre FitzMaurice apareció en su mente, bajó hasta su garganta y salió de su boca como un susurro.

Supo en ese instante que algo horrible había ocurrido.

Se levantó de la cama y se puso sus botas. No le importaba salir en pijama, después de todo, nadie lo vería en la oscuridad de la noche. Ni siquiera pensó en decirles a sus hermanos, tenía que llegar a la casa del Padre FitzMaurice, asegurarse que el hombre seguía con vida, sólo así estaría tranquilo.

Abrió la puerta de su habitación, y frente a él se encontró con su hermana, con el cabello claro bajando por su delicado cuerpo, y con una vela encendida en una de sus delicadas manos.

—Heavenis, hermana—dijo, mirándola confundido— ¿Qué haces despierta a estas horas?

—Te sentí—dijo ella sin más—. Sentí tu miedo, me desperté por ello. Quería asegurarme de que estabas bien.

—Estoy...estoy bien, sólo un poco agitado—dijo Arlen—. Ya puedes volver a la cama.

— ¿Vas a alguna parte? —preguntó Heavenis, viendo que su hermano tenía sus botas puestas.

—Ah...—dudó—, bien, te diré qué sucedió—dijo, y le contó sobre su pesadilla y como el nombre del Padre había llegado a su boca.

—Iré contigo—dijo entonces la chica.

—No, necesito que te quedes aquí, además está por llover—dijo su hermano.

—Me da igual, Arlen, es muy peligroso que vayas solo—dijo Heavenis, siguiendo a su hermano por la habitación mientras él tomaba una capucha de color verde oscuro que hace años no usaba—¿Qué tal si el sueño fue real? Te encontrarás con un asesino que no dudará en eliminarte, y aún no sabes usar bien tus dones, necesitas que alguien te respalde.

Arlen se le quedó viendo un momento. Su hermana tenía razón, nunca en su vida se había enfrentado a nadie, mucho menos a un posible y potencial asesino. Necesitaría al menos un testigo en caso de que las cosas salieran terriblemente mal.

—Está bien—accedió finalmente—, pero si las cosas se ponen feas quiero que corras y uses tu magia, no me importa que Yahui se enfade con nosotros por hacerlo frente a personas corrientes que no saben de las brujas, ¿está bien?

Heavenis accedió y corrió a su habitación, en donde, al igual que su hermano, se puso unas botas largas y encima de su pijama colocó una capucha de color celeste claro que le habían regalado sus hermanos hace un par de cumpleaños atrás.

La Puerta Hacia Los Sueños: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora