El miedo es un arma letal que puede ocuparse en contra de todos los seres humanos, o mejor dicho, todos los seres vivos del mundo.
Los hermanos Crowell, a pesar de sentirse más valientes con sus nuevos dones, seguían teniendo miedo a ciertas cosas, algunas bastante irracionales.
La noche en que Yahui y Hedrigan se besaron nada ocurrió, no aparecieron pesadillas y los hermanos Crowell tampoco se esforzaron por buscarlas ni enfrentarlas; Arlen estaba muy borracho y contento con sus nuevos amigos; Samje se las había dado de explorador y estaba viviendo aventuras por su cuenta; Heavenis conocía los jardines llenos de flores exóticas y mágicas y Hedrigan seguía con la cabeza en las nubes luego del beso con Yahui, deseando que se repitiera.
Estaba por caer la noche nuevamente, pero esta vez, todos los visitantes del mundo de los sueños notaron algo extraño. La gente se apresuraba más en guardar sus cosas dentro de las casas y se resguardaban cerrando con llave puertas y ventanas. No habían hecho eso la primera noche, pero ahora era diferente.
—Actúan más raro de lo normal—le dijo Heavenis a Arlen una vez que se encontraron—. Es como si le temieran a algo.
—Deberíamos preguntarle a alguien—sugirió Arlen.
Se acercaron a un hombre anciano que metía a varios gatitos dentro de su casa y le preguntaron qué demonios ocurría.
—Durante las noches salen pesadillas, y no son para nada agradables—dijo el anciano—. Si no nos resguardamos como corresponde podríamos terminar siendo la cena de una de esas cosas, y no queremos eso, yo quiero morir de viejo, no comido vivo.
— ¿Pesadillas? —preguntó Arlen, intentando reafirmar lo que acababa de oír.
—Sí—afirmó el hombre—. Este mundo no sólo tiene los sueños de ustedes, también tiene sus pesadillas, pero esas criaturas están fuera del control de cualquiera en este mundo; son salvajes, fieras y buscan la violencia y saciar su sed de sangre. Personalmente les recomiendo que busquen un lugar para refugiarse, les ofrecería mi casa, pero los gatitos ya ocupan demasiado espacio.
—Creo que llegó la hora de reunirnos y cruzar la puerta de vuelta al mundo real—dijo Arlen; Heavenis asintió con la cabeza y se encaminaron a la playa, desde donde Arlen podía sentir a Hedrigan con Yahui, ambos muy enamorados, pero no tenía tiempo para centrarse en esa relación que se había formado.
Caminaron tomados de la mano y con paso apresurado, debían salir de las calles lo antes posible y cruzar el umbral de la puerta antes de ser despedazados por una pesadilla. Arlen casi no podía creer en lo que se había transformado su vida; un día era una persona escéptica a la magia y brujería, luego resulta que él y su familia son brujos de sangre, tienen dones poderosos, y ahora camina por un mundo sacado, literalmente, de sus sueños, intentando salir de ahí antes de que pesadillas los asesinen, todo era demasiado fantástico para ser real.
Heavenis sentía su pecho palpitar al compás de su agitado corazón que golpeteaba desde dentro con un ritmo intermitente, casi como el sonido de un tambor que se escucha a la lejanía. Experimentaba una sensación nueva; ahora que se sentía al borde del peligro, percibía cierto hielo bajo su piel, y cada vez que sus dedos se tocaban un sonido muy ligero parecido al sonido que emite el cristal fino cuando es frotado contra otro cristal llegaba tenuemente a sus oídos, como si sus dones estuvieran despiertos, dispuestos a atacar cuando ella liberase la magia.
Por el camino se encontraron a Esmeralda.
—Nos vamos—dijo Arlen en tono severo, lo cual hizo que la mujer de cabello claro y ojos verdes los siguiera sin protestar.
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La Puerta Hacia Los Sueños: El Origen
FantasíaHabía una vez una familia que se amaba, cuatro hermanos y dos padres. Había una vez una pareja de extraños que buscaron refugio en la casa de ésta familia, un hombre y una mujer. Había una vez un cazador de brujas que llegó al pueblo y puso todo de...