Cerró los ojos y se lanzó al vacío.
A diferencia de lo que el pueblo pensaba, Arlen Crowell no murió, pero casi lo hizo.
El agua que esperaba por él abajo del acantilado era profunda, pero no contó con la fuerza de la corriente que lo arrastraría río abajo. Se golpeó con una piedra la cabeza y su cuerpo, como si fuese un trapo, se dejó llevar por el agua hasta que la corriente lo empujó a la orilla.
Cuando abrió los ojos estaba muy lejos de su pueblo, muy lejos de su casa, muy lejos del recuerdo de sus hermanas.
Sabía que no podía seguir siendo Arlen Crowell, lo más probable es que lo estuvieran buscando, así que conservó el apellido pero se cambió el nombre, así, si alguien preguntaba, diría que tenía familia Crowell que no veía hace tiempo y que Arlen era su primo al cual no veía hace más de una década.
Se cambió el nombre a James, James Crowell, esperando pasar desapercibido. Y lo logró.
Caminó unos cuantos kilómetros, rodeado de árboles, mientras caía la noche. Muerto de frío y con los labios morados por la hipotermia que poco a poco se lo comía, tocó la puerta de una alejada granja que había en el medio de la nada. Cuando dos ancianos abrieron la puerta, Arlen alcanzó a decir:
—Ayúdenme, por favor.
Y cayó de narices, inconsciente frente a la pareja de abuelitos.
A la mañana siguiente se despertó, conoció a la pareja que resultaba ser de lo más amable, compartió con ellos durante dos días en los que se hospedó y luego se dirigió, con las indicaciones de la pareja, a la estación de tren, desde ahí se fue a la gran ciudad, donde comenzó otra aventura para él. Olvidar quien fue, buscar a sus hermanas, encontrar trabajo e intentar llevar una vida normal, mientras mantenía en secreto que, algunas veces, podía leerle el pensamiento a la gente o ver imágenes de las cosas que habían hecho cuando les tocaba la mano.
Por alguna razón la sensación de las visiones le eran familiares, pero lo asustaban, su teoría era que el río le había dado una contusión tan fuerte que una parte de su cerebro, con poderes ocultos, había despertado.
Jamás fue capaz de recordar lo que verdaderamente había ocurrido con la magia en su familia, brujas, hechizos, pociones, sus poderes mentales, su hermana destruyendo el pueblo, la verdadera razón de la muerte de Arlen. Lo olvidó todo. Incluso comenzó a olvidar a Debbie Rolland.
Consiguió trabajo y se pagó una habitación de soltero hasta que ahorró lo suficiente para tener una vivienda más decente, casi igual a su casona en el pueblo del que huyó por su vida.
El tiempo pasó, Arlen creció y maduró. Conoció a una hermosa mujer de clase alta de la que se enamoró perdidamente, se casaron, tuvieron cinco hermosos hijos, rehízo su vida, todo apuntaba que ya había dejado atrás esa aventura terrorífica que había vivido en el pueblo en el que nació, pero era mentira, todos esos años, incluso cuando solo se preocupaba de sus hijos y el trabajo y mantener a su esposa feliz, buscó pistas del paradero de sus hermanas.
Hasta que un día, lluvioso y catastrófico, le llegó una carta de un investigador privado al que había contratado, que decía que la última vez que las personas del pueblo vieron a las hermanas Crowell fue en la vivienda de los Crowell, de vuelta en la casa que alguna vez compartió con sus hermanos.
El tiempo había pasado, casi veinte años habían transcurrido, la mayor parte de las personas que lo querían muerto ya debían haber fallecido o estaban con demencia, Gabrielle debía haber dejado el pueblo hacía muchos años. Así que, con su nuevo nombre, nueva personalidad, y nueva familia, se mudaron de vuelta a la casona de los Crowell.
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La Puerta Hacia Los Sueños: El Origen
FantasyHabía una vez una familia que se amaba, cuatro hermanos y dos padres. Había una vez una pareja de extraños que buscaron refugio en la casa de ésta familia, un hombre y una mujer. Había una vez un cazador de brujas que llegó al pueblo y puso todo de...