Esa misma noche, entrada la madrugada, mientras los Crowell dormían cada uno en su respectivo dormitorio y Debbie intimaba con su marido con la esperanza de quedar embarazada, el Padre FitzMaurice deambulaba por su morada.
Algo lo tenía inquieto, todo el día estuvo con una sensación extraña en el pecho y en su garganta. Quizá era un resfriado que pronto vendría por él o era una señal divina que había llegado a él que le indicaba que corría un peligro enorme en el pueblo.
Con una vela encendida en una mano y su bastón en la otra, caminaba por los pasillos de su hogar, mirando los cuadros, sus objetos religiosos, todos parecían contarle una historia y al mismo tiempo daban la impresión de estar completamente vacíos.
El repiqueteo constante en una de las ventanas llamó su atención. Se asomó a ver el pueblo y notó como una bruma comenzaba a invadir las calles. Ya no se podían ver las estrellas, mucho menos la luna, todo estaba sumido en una terrible oscuridad, pero ahí, en la ventana, viendo como la lluvia tomaba fuerzas, sintió paz y tranquilidad, algo que hace mucho tiempo había dejado de experimentar.
Entonces, acompañado de un relámpago, se hoyó como alguien tocaba la puerta principal. En ese momento supo que se trataba de otra visita sorpresa del hombre que detestaba con su vida. Se sentía mal por odiar a alguien, pero el señor L'creux tampoco se esforzaba por ser una persona totalmente agradable.
Caminó hacia la puerta, con un paso ligero, dudando en abrir, podría fingir que estaba profundamente dormido y no verlo esa noche, pero también estaba la posibilidad de que el cazador de brujas se colara en su casa y lo despertara de todas formas. Era un hombre muy escurridizo. Así que FitzMaurice decidió abrirle y escuchar lo que tenía para decir.
La figura empapada de Antoine L'creux apareció en su pórtico en cuanto abrió la puerta. El hombre respiraba de manera agitada y no esperó una invitación para entrar en el hogar del Padre. La ráfaga de aire helado que dejó el cazador cuando entró le puso la piel de gallina.
Antoine entró en silencio, sólo se oía su respiración y el piqueteo de la lluvia sobre el tejado, las ventanas y el suelo del exterior. Tenía una expresión sombría, estaba molesto, pero el Padre no entendía qué lo había puesto de mal humor, tampoco quería averiguarlo.
— ¿A qué debo su visita, señor L'creux? —pregunto el Padre, apoyando su peso en el bastón que sostenía con ambas manos.
—Tengo un nuevo plan, Padre—dijo con una voz gutural, moviendo su delgada figura por el espacio, tocando todas las decoraciones religiosas que encontraba—, y sí, adivinó, usted me va ayudar, y antes de que se niegue, quiero aclararle que no le estoy preguntando, más bien le ordeno que me obedezca.
— ¿Por qué haría tal cosa? —preguntó el Padre.
—Porque me cansé de sus pequeños jueguitos—aseveró Antoine—. Desde ahora en adelante hará lo que yo le ordene antes de que las brujas tomen el control de nuestro pueblo.
— ¿Nuestro pueblo? —el Padre rio por lo bajo—. Este pueblo no es de nadie más que de la gente que lo habita. Usted no es más que un forastero que goza sembrando terror en un valle donde no hay más que paz y armonía.
Antoine lo ignoró.
—El nuevo plan consiste en que...—dijo el cazador, pero no pudo terminar.
— ¡Ya basta con sus planes de pacotilla! —Vociferó FitzMaurice— ¡No lo ayudaré a sembrar miedo en mi gente, mucho menos lo ayudaré a asesinar gente inocente! ¡Lo mejor que puede hacer es irse y no volver!
— ¿Y quién va a desterrarme de este pueblo? —Preguntó L'creux en tono sarcástico— ¿Un anciano que no puede ni siquiera usar sus piernas correctamente? ¿Los hermanitos Crowell que viven a las afueras del pueblo? La gente en este pueblo me adora, y adora mi trabajo, jamás permitirían que me fuera.
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La Puerta Hacia Los Sueños: El Origen
FantasyHabía una vez una familia que se amaba, cuatro hermanos y dos padres. Había una vez una pareja de extraños que buscaron refugio en la casa de ésta familia, un hombre y una mujer. Había una vez un cazador de brujas que llegó al pueblo y puso todo de...