Capítulo 23: La furia.

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Decir que Hedrigan cometió una masacre sería aligerar el incidente, la sola definición de la palabra y sus sinónimos se queda cortos con todas las vidas que cobró a su paso.

Hizo que carruajes se movieran y aplastaran a algunos hombres que decidieron hacerle frente y sintió un placer indescriptible cuando oyó los huesos de esos idiotas romperse bajo el peso de las ruedas.

Le gustaba la manera en que los gritos de las mujeres que, muchas veces la menospreciaban, se cortaban abruptamente cuando ella les rompía el cuello con el sólo uso de su poderosa mente.

Notó como un grupo de personas, incluyendo niños y niñas, se metían dentro de un bar buscando refugio, entonces lanzó una esfera de ectoplasma carmesí e hizo que el lugar entero se viniera abajo, estallando en llamas, con la melodía de los gritos zumbando en sus oídos.

Arlen y Heavenis intentaron detenerla. De un momento a otro entendieron que no era posible que Hedrigan acabara con la vida de todo un pueblo que lentamente se convertía en ciudad, ahí aún había gente inocente, personas sin culpa que quizá no deseaban la muerte de las brujas, pero no pudieron hacer nada. Hedrigan, con su mente, los retenía en el mismo lugar dónde los había dejado, estaban estáticos, no podían bajarse de los caballos ni mucho menos entrar al pueblo.

El corazón de Hedrigan latía muy rápido, más de lo normal, quizá influía el hecho de que estaba usando poderes mentales que ella desconocía que poseía; de sus tres hermanos era la que más habilidades tenía, pero no tenía pensado usarlos para hacer el bien, no con un mundo que le había fallado y le había quitado todo lo que de verdad le importaba.

Las piedras a su alrededor se convertían en lava con el paso de Hedrigan, y luego se solidificaban pero no perdían el calor infernal que los poderes de la chica le habían dado.

El pueblo se sumió en un calor abrasante en el que muchas personas murieron, pero para Hedrigan no eran suficientes vidas cobradas, no hasta que los verdaderos responsables murieran por su propia mano.

Un joven corrió hacia ella con una hoz alzada sobre su cabeza. En el pasado Hedrigan habría visto a Samje en el muchacho y se habría detenido, pero ya no, esa parte benevolente de su ser se había muerto junto con su hermano, así que no dudó en tomar al muchacho, que misteriosamente era ligero como una pluma, lo elevó en el aire y rompió la columna del chico contra su rodillas. La muerte del joven fue inmediata.

Movió sus manos, sintió como su cabeza bombeaba de una manera exagerada, y con sus poderes mentales derrumbó todo lo que había alrededor, escuchó gritos, gente muriendo, gente herida y eso le gustó. Una nueva versión había nacido en ella, una versión más malvada, más cruel.

Había nacido una villana.

La muerte de su hermano y la mentira de Yahui le habían mostrado en menos de dos horas que su amor no era suficiente para salvar todo lo que le importaba.

Una mujer salió de su escondite, y con un rayo de su ectoplasma la vaporizó y la hizo desaparecer de la faz de la tierra.

Detrás de esa misma mujer vaporizada, un hombre robusto salió a su encuentro y comenzó a lanzarle cuchillos pequeños y afilados que ella logró detener con su mente. Hizo que las hojas cayeran al suelo, donde se fundieron con la lava que ella creaba a su paso. Hedrigan estiró sus brazos y liberó las raíces húmedas que se escondían bajo su piel. Uno de los tentáculos se enredó en el cuello del hombre y luego, con la espina del otro tentáculo sobrante, abrió el estómago del sujeto. Lo oyó gritar, aterrado, viendo como sus órganos vitales se caían al suelo y la vida se le escapaba.

Sonrió al verlo vomitar sangre.

No tenía idea de quienes eran inocentes y quienes habían contribuido en la muerte de su hermano menor, así que los castigaría a todos por igual, sólo de esa manera era totalmente justo.

La Puerta Hacia Los Sueños: El OrigenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora