La muerte de los padres de la familia Crowell los obligó a adaptarse a un nuevo tipo de vida, un poco más agitada, más responsabilidades, más cuidados del hogar, más dinero que contar y cuidar, pero entre los cuatro se las arreglaban, nunca hubo algo que pudiera con ellos.
Hedrigan, con veintiséis años y como la hermana mayor, pasó a tomar el rol de madre de sus hermanos menores, era la líder de este grupo, todos la amaban pero la respetaban, pues era ella quien les daba de comer, los cuidaba por las noches, los ayudaba cuando enfermaban y estaba con ellos en los momentos más duros; tampoco se casó, nunca hubo algún hombre que ella quisiera como su marido, todos ellos eran vacíos, poco aventureros, no tenían espíritu, y sus temas de conversación se basaban en economía y política, tópicos que para ella eran muy aburridos, así que cuando sus padres fallecieron, decidió renunciar a su búsqueda de un esposo y se dedicó por completo a su familia; Heavenis, con veinticinco años, era una muchacha risueña, delgada y de cabello largo y muy claro que caía siempre suelto por su espalda, su rol en el hogar era ayudar a su hermana, juntas cocinaban, se encargaban de mantener el orden en el hogar y hacían medicina como su madre una vez les enseñó, en ella siempre hubo una luz que irradiaba felicidad y una sonrisa de la que era difícil no enamorarse ni contagiarse de esa energía luminosa; Arlen era todo lo contrario, luego de la muerte de sus padres se consagró como el hombre de la familia y con tan sólo veinte años se volvió un genio en los negocios, pero entrar en ese mundo le hizo entender por qué sus padres nunca quisieron ser parte de la élite, pues existía mucha codicia, envidia, celos e incluso el deseo de muerte hacia otras personas, eso lo hizo entender que el mundo estaba lleno de gente mala, de una oscuridad que se esparcía y lentamente contagiaba hasta a los más inocentes, y él fue uno de ellos tocados por esa maldad, por ello rara vez se le veía sonreír y se volvió muy escéptico a muchas cosas, como por ejemplo en esas tonterías de la brujería de la que hablaba todo el mundo. Su única y real felicidad era su familia, por ellos vivía y se esforzaba todos los días para darles todo lo que necesitaban, pero casi diariamente, al despertar, recordaba lo feliz que era antes de ese viaje que le arrebató a sus padres; Samje o Sam, como le llamaban sus hermanos, era el menor de la familia, cuando sus padres murieron sólo tenía trece años, y ahora es todo un hombre con diecisiete a punto de entrar a estudiar medicina mientras, al mismo tiempo, trabaja como ayudante de un doctor en el pueblo para ganar más experiencia en el área. A pesar de ser todo un hombre, hecho y derecho, lleno de valores y una bondad gigante, sus hermanos lo siguen viendo como el bebé de la familia y son muy pocas las ocasiones en las que puede salir a solas con sus amigos, lo sobreprotegen, pero entiende por qué sus hermanos actúan así. Siempre ha sido una persona muy enérgica, y todo lo hace corriendo, es como si no se cansara y a diario discute con Hedrigan por correr demasiado rápido por las escaleras.
—Un día de estos te caerás y te abrirás la cabeza—lo regañaba su hermana mayor—. No entiendo de dónde sacas tanta energía.
—Lo dice la que no se queda quieta en todo el día—decía él, y seguidamente corría escaleras arriba a encerrarse a su cuarto.
A lo largo de los años en que los hermanos lucharon contra las dificultades que acarreó la muerte de sus padres, no estuvieron completamente solos, mucha gente del pueblo los ayudó, pero sólo dos personas siempre estuvieron muy atentas al bienestar de los Crowell.
Hedrigan, desde que tiene memoria, tuvo una mejor amiga llamada Debbie Rolland, una mujer chillona de cabello muy liso y rojizo, con sentimientos honestos y valores muy presentes. Debbie provenía de una familia muy humilde, hasta que a los quince años su camino se cruzó con quien sería su futuro marido, un hombre proveniente de una familia de empresarios que recorrían el mundo; a pesar de que aquel hombre llenó a Debbie de mucho dinero, joyas y vestidos, ella sólo se sentía verdaderamente atraída al amor que había dentro de ese hombre que la desposó. Ambos vivían en una casa enorme en el centro de la ciudad, y por aquel entonces, en el primer año de casados, intentaron tener un hijo, pero por más que intentaban y rezaban a Dios por una bendición, no podían concebirlo. Aun así el amor entre ellos era fuerte, y todos los domingos iban a la iglesia y le pedían al padre FitzMaurice que orara por ellos y le pidiera al Señor Todopoderoso que les brindara aquel obsequio que tanto anhelaban, y aunque no había frutos ellos eran fieles creyentes, así que tenían toda su fe puesta en las manos de Dios.
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La Puerta Hacia Los Sueños: El Origen
FantasyHabía una vez una familia que se amaba, cuatro hermanos y dos padres. Había una vez una pareja de extraños que buscaron refugio en la casa de ésta familia, un hombre y una mujer. Había una vez un cazador de brujas que llegó al pueblo y puso todo de...