Capitulo 07

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Jimin

Los guardias abandonaron a Jimin encadenado a un muro que claramente era parte de la enorme habitación de la reina. Candelabros unidos al suelo atrapaban la oscuridad de las esquinas y creaban sombras que bailaban por las ondeantes cortinas de las ventanas. Si no hubiera adivinado a quién le pertenecía la habitación por los muebles afelpados, su esencia lo confirmaba. No podía ver su cama, aunque era probable que esta habitación guiara a otras. Al menos por ahora estaba a salvo de esa tortura.

Solo, tiró de las moderna esposas de cuero que rodeaban sus muñecas. Habían cambiado las cadenas por unas restricciones más ligeras, y aunque no punzaban o escocían como las cadenas, el hecho de que estuvieran fabricadas de cuero probablemente significaba que no vendrían por él muy pronto. Para beneficio suyo, tenía unas cerraduras pequeñas que rodeaban sus muñecas y tobillos a las correas fijas en el muro, lo cual significaba que al menos podría moverse un poco. El nuevo collar de cuero que rodeaba su cuello no estaba atado a nada. Todavía.

Tenía su cuchillo pequeño, pero hasta no saber en qué escenario se encontraba, no podría revelar su única arma.

Seguía probando las cuerdas cuando la puerta se abrió y la reina entró, envuelta en una combinación de gasa y seda morada. Su cabello estaba recogido en pulcros rizos. Con ella llegó el aroma de dragón, vino y humo… y otro hombre…

El hombre que la siguió tenía la complexión de un toro con unos ojos tan fríos como la piedra. Tenía una extraña colección de anillos de metal y brazaletes que colgaban de su cuello, orejas, bíceps y muñecas. Jimin había visto objetos parecidos enterrados en el suelo del bosque y que normalmente eran ignorados.

Pero este dragón claramente prefería coleccionarlos. Eso lo convertía en un bronce: eran conocidos por su extraña acumulación obsesiva. Incluso, considerando su tamaño, era el líder de los bronce.

—Siéntate, Donghae —le dijo la reina, suavizando sus palabras para que sonaran menos como una orden y más como una invitación. Tomó una jarra de un estante y vertió el líquido en dos copas, poniendo la primer bebida frente al bronce mientras éste se ponía cómodo. Con el pecho descubierto, usaba una hombrera en su hombro izquierdo, era más una decoración que una protección, dejando libre para moverse su brazo que manejaba su espada. Su cabeza calva era igual de suave que su pecho, lo cual era una visión inusual. Jimin nunca había visto a un hombre sin pelo. Ni siquiera sabía que alguien así existiría.

Donghae levantó su copa, pero al ver a Jimin, sus ojos se estrecharon.

Jimin tenía a los dragones más feroces frente a sí. Era una lástima que estuviera encadenado, podría haber lanzado un mortal golpe a los drakon. Mantuvo su mirada fija en los ojos del cabrón, dejando en claro que no estaba derrotado, a pesar de lo que las correas sugerían.

—Sus tropas se formaron al este —espetó Hakiru, devolviendo la atención del bronce hacia ella—. Debemos prepararnos.

—Lo tengo controlado —bramó Donghae.

—¿En serio?

El bronce le respondió a Hakiru con una mirada de advertencia.

—Recuerdo cuando fuiste una guerrera recién nacida entre todo tu nido de basura, Hakiru. Recuerdo cuando todas las gemas eran insectos jugando en contra de todas sus oportunidades de supervivencia en un mundo hecho caos. Oro, Plata y Bronce. —Su pecho se elevó—. Soy lo suficientemente viejo para recordar cómo fue que los humanos reunieron sus fuerzas. No presumas conocer mi mente o cómo controlar la guerra. Yo soy la guerra.

La sonrisa de la reina se afiló sin siquiera moverse. Meció su copa entre sus manos, luciendo como si fuera delicada y sumisa. Era un acto. Uno que Jimin dudaba que el bronce pudiera creerse si la conocía tanto como decía. Ella rio suavemente.

Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora