Jimin
Jimin nunca había imaginado que regresaría. Ninguno de la Orden lo creía. Cuando se iban al bosque con sus espadas enfundadas en sus cinturones, muñecas y caderas, con un rugiente fuego en su corazón, se iban dejando sus vidas y futuros atrás.
Fue cuesta abajo por el sinuoso camino que llevaba a la aldea, sintiéndose distanciado y cambiado por dentro, como si fuera un fantasma y nada de esto fuera real. Los niños que jugaban afuera de las chozas de la aldea lo vieron primero y lo miraron con amplios ojos, a su pecho y rostro cubierto de sangre, y a sus pantalones destrozados, a las espadas teñidas resguardadas en forma de equis en su espalda. Cuando no se movieron para saludarlo, Jimin estuvo seguro que había muerto y esto era un sueño, uno que lo había guiado al santo jardín de Alumn.
Caminó, acercándose más al centro de la aldea. Su gente comenzó a salir de sus casas. Las emociones intentaban ahogarlo, hacerlo tropezar, querían arrebatarle toda la fuerza, y cayó pero mantuvo sus ojos al frente, manteniendo sus pensamientos en un solo objetivo. No había terminado, no todavía. Solo un par de pasos más.
La fuente de la aldea farfullaba delante suyo, un sonido natural resonante sobre las piedras de granito en una piscina. La luz del sol resplandeció en el agua, haciéndola parecer como si unos diamantes brillaran sobre la roca. Se arrodilló y apoyó sus manos en la cuenca. La sangre se escurrió y disolvió, enturbiando la fría agua en rosa.
Puso sus manos en dos cuencas, y mojó su rostro, jadeando ante el frío. Su corazón, que había sido tan fuerte hasta ahora, se agitó, repentinamente frágil y ligero que podría hacerse pedazos. Sentía decenas de miradas en su espalda. Podría ser toda la aldea. Estaban callados, así que lo único que podía escuchar era su propio corazón palpitando. Sabía sus pensamientos: los asesinos de la Orden nunca regresaban.
Se levantó lentamente y elevó su cabeza. Cientos de ellos le devolvieron la mirada, sus ojos repletos de esperanza, curiosidad y miedo. Jóvenes y adultos. La Orden también estaba ahí, eran borrones de oscuridad en los bordes de la multitud, resplandeciendo por sus armas. Cada uno de ellos lo miraron y esperaron por la verdad.
Tragó saliva, sin estar seguro de que pudiera hallar su voz. La multitud se hizo a un lado, revelando a la Anciana Misuk con sus delgadas prendas blancas. Detrás de ella, una cazadora apareció con un arco en su espalda. Sus ojos se ampliaron y brillaron con lágrimas contenidas. Damhee. Sintió que se rompía por dentro. Ella lo reconocía debajo de toda esa sangre y destrozos. Así que esto era real, no era un sueño en el cual se había resguardado.
Su pecho se contrajo y su débil corazón amenazó con salirse de su pecho.
-¿Has vuelto a nosotros, Park Jimin? -habló la Anciana Misuk con su voz fuerte y sincera, elevándola para que resonara más fuerte que el sonido de la fuente. La voz de la razón, la voz de la ley. Pero incluso sus ojos grises resplandecieron con una frágil esperanza.
Él asintió y tragó el oleaje de emociones, para que cuando pudiera hablar, su voz fuera clara y compuesta.
-Está hecho.
Misuk parpadeó y soltó un repentino suspiro. El alivio cruzó su rostro. Alivio y orgullo. Se volvió a los demás.
-¡Está hecho!
Aullidos resonaron, unas manos lo rodearon, todos lo rodeaban, lo besaban y lo tocaban, con tanta adoración que creyó que lo ahogarían. A nadie le importó que estuviera cubierto de sangre. Sus hermanos y hermanas de la Orden inclinaron sus cabezas silenciosamente, y más tarde estaría entre ellos, pero por ahora, dejaría que su gente llorara en alegría. Jimin cerró sus ojos y elevó su cabeza en dirección al sol.
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Elfo Y Dragón #1 Kookmin
RandomPark Jimin es un elfo criado y entrenado por la Orden para matar a la reina dragón y a todos los dragones que su espada pueda alcanzar, pero entonces se encuentra con el príncipe Jungkook Amatista un dragón diferente a los de su especie que lo hará...