Capitulo 38

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Jungkook


La caverna tallada en roca sólida era lo suficientemente amplia para acomodar a media docena de dragones en su forma verdadera, pero hoy, la inmensidad del espacio servía para recordarle a los amatista, lo pequeños que eran en la guarida de Donghae. Al menos, eso es lo que Jungkook asumió al echarles una rápida mirada a su progenie y a sus mandíbulas sólidas. Él sabía muy bien que los amatista preferían estar sobre el suelo, no debajo de él. El calor también los estaría encabronando, aunque Dongwook parecía inmune, orgulloso con su armadura y capa. Su hermano siempre había sido inmune a todo. Siempre estaba encima de todo y era intocable.

Jungkook tuvo que admitir que Dongwook parecía un rey, incluso sin una corona. Un rey severo. Tenía la fiereza de su madre. Viéndolo ahora, después de que ambos trataron de despedazarse en pedazos, Jungkook recordó exactamente por qué la había matado y por qué se había ido, y por qué incluso en este maldito lugar —con sus putos juegos mentales—, era mejor que la torre. Dongwook lo habría matado. Aún podría hacerlo.

Los guardias amatistas forzaron a los elfos a ponerse de rodillas en el suelo de piedra pulida. Lo que debían de hacer esos elfos era dejar caer la cabeza y actuar mansamente, así que por supuesto, ambas se arrodillaron como si estuvieran a punto de ser honradas y no ejecutadas. La más joven tenía un rostro dulce con ojos grandes, sensibles y penetrantes. Le faltaba la punta de una de sus orejas. Si hubiera sido un dragón, habría creído que se la habían arrancado, pero los elfos no parecían ser el tipo de criaturas que se arrancaban pedazos entre ellos. Si era sincero, Jungkook no tenía idea de cómo era la vida común de los elfos. Tal vez todos eran malévolos. Era cierto que Jimin había sido capaz de sobrevivir por su cuenta.

La otra elfo y la mayor de ambas, esparcía calma a su alrededor, como si hubiera resignado y aceptado lo que sucedería con gracia y honor. Vio algo del desafío y orgullo de Jimin en ambas. No es que importara, estarían muertas en una hora.

—¿Son regalos? —preguntó Donghae. Su voz retumbante resonó profundamente en el espacio vacío a su alrededor.

—Algo así —respondió Dongwook—. Tienen información. —Su mirada se dirigió a Jungkook pero él controló su mirada, manteniendo sus pensamientos apartados de su rostro.

Donghae les dio una larga mirada a los elfos, su sonrisa creció con cada segundo que pasaba.

—Si esperas intercambiarlas por Jungkook, es mejor que caguen hierro. De otra manera, no me sirven de nada.

La mandíbula de Dongwook se contrajo.

—Jungkook es un amatista.

—Sabes que no lo es. —Esto vino de Miura. Entró en la caverna con su armadura, sus botas de bronce y sus hombreras de encaje, y se acercó a Jungkook—. El trato de tu madre era una unión. Ahora es un bronce.

—Mi madre está muerta. —Dongwook volvió a contraer la mandíbula—. Cualquier acuerdo actual que haya hecho, se anula con su muerte.

—Príncipe Dongwook. —Donghae dio un paso adelante—. Aquí no tienes autoridad. No vamos a renunciar a Jungkook y si no hay otro asunto del que…

Dongwook sacó una espada del interior de su capa y la arrojó al suelo. Retumbó contra la piedra.

—Encontré esto en la más joven.

Jungkook conocía esa espada, conocía cada curva, cada mella en la hoja, cada agujero en el mango. Era suya. Por todos los infiernos, ¿cómo era que los elfos la habían conseguido? Su corazón latía demasiado fuerte. Examinó los rostros de los elfos. La mayor no había reaccionado, pero la más joven… Miraba la espada, su pecho subía y bajaba demasiado rápido. Ella sabía la respuesta.

Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora