Jimin
Las bisagras de la puerta de hierro rechinaron cuando se abrió, emanando una luz plateada en la habitación. Las penumbras se escondieron en los rincones, iluminando una figura con hombros anchos.
Un hombre, pensó Jimin. Un curioso olor de cuero cálido y cítrico le picó la nariz. Después de oler el húmedo y podrido olor de la prisión, le dio la bienvenida al cambio de esencia, incluso si eso significaba que su visitante había regresado.
Jimin mantuvo su cabeza inclinada y sus ojos hacia abajo, escondiendo cualquier señal de alivio de su rostro. Las cadenas en sus muñecas lo colgaban a una altura demasiado alta. Había estado tanto tiempo en la oscuridad, que casi había olvidado que era un ser vivo. El constante y palpitante dolor era su cruel recordatorio. Este visitante también era un cruel recordatorio.
Sabía lo que sucedería después. Ya había sido lo mismo por horas. Incluso días.
El hombre se acercó, bloqueando la mayoría de la luz, descendiendo su arma hasta los ojos sensibles de Jimin a causa de la luz. Apartó su rostro, pero el perfil orgulloso del hombre aún resonaba en su mente. Otras imágenes también le fundieron su mente. La sonrisa torcida del hombre, la luminosidad de los ojos verdes y brillantes de un dragón. Jimin rara vez se había acercado tanto a su especie sin antes matarlos.
Su misión habría sido un éxito sino fuera por este.
—Necesitas comer. —Resonó el tono bajo y rasposo del hombre.
Él no necesitaba nada de él.
Una bandeja traqueteó contra el suelo de piedra. El dulce olor a fruta hizo que el estómago vacío de Jimin se revolviera.
Segundos pasaron. La respiración controlada, lenta y rítmica del hombre, la acompañó una esencia de cuero cálido proveniente de su capa, y con ella la pizca de limón de todos los drakon. Una esencia que a la mayoría de los elfos se les había enseñado huir de él.
—¿Estabas solo, elfo? —preguntó el drakon. Las preguntas siempre eran las mismas—. ¿Habrá otro ataque contra su vida? ¿Cuántos de tu especie quedan en nuestras tierras? —Más preguntas.
Siempre las mismas. Y ni una sola vez Jimin las había respondido.
De repente, unos dedos de hierro se enterraron en la barbilla de Jimin, forzándolo a mirar, a ver. De cerca, los ojos verdes del drakon parecían tan quebradizos y afilados como el cristal, como si una mirada pudiera cortar. Su sonrisa también era algo afilada.
—Podría torturarte. —La sonrisa del drakon se desvaneció detrás de una mueca burlona.
Los brazos elevados de Jimin giraron, y las cadenas se revolvieron por encima de su cabeza chocando contra la piedra.
Me tiene en cuerpo pero no en espíritu. No le dio nada, ni un gruñido, ni una contracción de dolor, solo miró atentamente a los ojos del drakon. Unos ojos que sin duda habían visto la muerte de miles de elfos, que habían presenciado cómo los pueblos se quemaban. Si los dragones tuvieran almas, entonces serían oscuras. Puede torturarme. Debería hacerlo. ¿Por qué está esperando?
Jimin recordó esa helada mirada cuando sus espadas colisionaron. Pudo abrirse paso a través incontables guardias, degollando sus hilos de vida tan fácilmente como cortar un hilo, pero no con este. Este se había negado a caer. Este drakon había luchado con una pasión que no se encontraba en los otros, como si su batalla fuera algo personal. Ya sea porque realmente amaba a la reina a la que protegía, o era una criatura creada de puro odio feroz que quemaba lo que fuera que tocaba.
El agarre de los dedos del drakon se intensificó, enterrándose más, hiriendo, y solo cuando el dolor se convirtió en algo demasiado filoso, lo liberó y retrocedió, gruñendo como si el acto no valiera su tiempo.
Jimin colapsó golpeándose contra la pared, dejando que las cadenas lo sostuvieran. La fría piedra cambió hasta sentirse como carne podrida. Los músculos de su hombro torciéndose y contrayéndose. El dolor también descendió por su cuello, pero mantuvo su cabeza en alto, apartándola.
—No puedo… —Lo que fuera que el dragón había estado a punto de decir, dejó que se desvaneciera y tomó el vistoso broche de su capa para acomodarla alrededor de su cuello, pasando sus dedos sobre el diseño de la serpiente.
Jimin se preguntó vanamente si podría matarlo con ese broche. Claro que, para hacerlo, necesitaba haber estado libre.
El dragón vio que lo estaba mirando y bajó su mano.
—No te queda mucho, elfo. —Sus deslumbrantes ojos brillaron. Los mitos contaban cómo los drakon eran creados de cristal y forjados dentro de una enorme montaña que escupía fuego en medio de una tierra helada. Este no. Este tenía algo más adentro. Un fuego salvaje y distinto lo avivaba.
El dragón se dio vuelta, su capa giró con él y se dirigió hacia la puerta.
—¿Cuál es tu nombre? —La pregunta salió como un gruñido sobre la lengua de Jimin y raspó sus labios quebradizos. Casi no reconoció la retumbante voz como la suya propia.
El dragón titubeó y luego giró ligeramente su cabeza para mirarlo sobre su hombro. El fuego había desaparecido de sus ojos, y algo más los habitaba ahora, una suave debilidad que contrastó contra todo lo que Jimin había visto. Su mejilla se removió, una guerra interna estaba sucediendo.
La respuesta tendría un costo, se dio cuenta Jimin. No debió haber preguntado. Dejó que su cabeza se cayera, cansado de mantenerla en alto, de sostenerse a sí mismo. El cansancio devoró su cuerpo y huesos. Los escalofríos comenzaron de nuevo, haciendo que las cadenas temblaran y despertando su rebeldía. Este drakon tenía razón. No le quedaba mucho.
—Mi nombre es Jungkook
La puerta se cerró, el seguro chasqueó y Jimin fue sumido en la oscuridad.
Drakon: Dragón
Gracias por leer 💜
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Elfo Y Dragón #1 Kookmin
De TodoPark Jimin es un elfo criado y entrenado por la Orden para matar a la reina dragón y a todos los dragones que su espada pueda alcanzar, pero entonces se encuentra con el príncipe Jungkook Amatista un dragón diferente a los de su especie que lo hará...