Capítulo 43

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Jimin

Las llamas atacaron el costado del barco esparciéndose sobre la cubierta y después se volvieron a extinguir en menos de un segundo, dejando hollín y cenizas flotando en el aire. El vapor del agua cegó a la tripulación y a Jimin por unos momentos. Y luego una veloz ventizca los hizo tambalearse en la cubierta, revelando a los dragones que los rodeaban, preparándose para otro ataque.

-¡Fuego! -gritó Jimin.

La balista disparó una enorme flecha. Voló hacia los cielos, silbando en el aire. Las otras flechas siguieron su sonido como un coro de disparos. El corazón de Jimin se detuvo por un segundo, sus pensamientos se quedaron en silencio y el momento se alargó infinitamente. Miró las flechas volar, obligándolas a dar en el blanco.

Alumn, que esté sea el momento, guía esas flechas a su puntería. Llévalas a casa...

Fallaron. Algunas pasaron por mucho, otras dieron un golpe sordo contra las escamas y luego desviaron su trayectoria.

¡No!

Algo se rompió dentro de Jimin. Sus esperanzas, quizá. Definitivamente sus sueños.

Las flechas se hundieron en el mar y los dragones, alzaron el vuelo, creando una gran distancia entre ellos y las fatales flechas voladoras.

Las esquifes. Tenían que lograrlo ahora...

Jimin vio un par de botes cruzando las olas, los remos se movían en extraños ángulos. Sí, todavía tenían una oportunidad.

Un dragón soltó un aullido. Había escuchado el sonido anteriormente, la primera vez que mató a uno. Sonó como el glaciar cuando se rompe o cuando la tierra se parte en dos. Aullaban de esa forma cuando morían.

Arriba de ellos, uno daba arañazos al aire como si tratara de escalarlo, pero sus alas lo estaban traicionando, su cuerpo estaba fallando. La bestia dio vueltas y cayó en picado, y en el momento justo, Jimin lo pudo ver sujetar una flecha que salía de su cuello. La bestia no podía respirar.

Una flecha había dado con su objetivo. Y estaba muriendo. Jimin lo sabía.

-¡Recarguen!

Los hombres miraron boquiabiertos la caída incontrolable de la bestia.

Recarguen! -rugió esta vez. ¡Eran tan lentos! Se puso en acción, recogió una segunda flecha gigantesca y la insertó en el arma. Entonces tomó el soporte de la balista entre sus manos, colocó sus ruedas en la posición correcta, levantándola hacia las bestias acechantes. Probó el sabor de la sangre, así como fue capaz de saborear la sangre de las criaturas voladoras que había matado en la torre. Se obligó a ralentizar los latidos de su corazón, ignoró el ruido, las órdenes, el oleaje del océano y los gritos hasta que lo único que existió fue la balista que tenía entre sus manos y el dragón que tenía en la mira. El barco soltó su ataque cuando las olas elevaron su altura, el dragón aulló, extendió sus alas y comenzó a caer.

Sí, sigan apuntando a esa formación. El océano alzó al barco una vez más y Jimin disparó. La balista soltó un golpe de impacto, la flecha voló y la tripulación vio -Jimin vio- el momento en que la flecha atravesó el ojo derecho de una bestia. Gritos y vítores inundaron el aire. El dragón no intentó arrancarse la flecha como él había previsto, simplemente se detuvo. Su ala derecha dejó de funcionar y la bestia comenzó a dar incontrolables vueltas, y así, comenzó a caer. Descendió, descendió y descendió hasta impactar contra las olas, provocando una bomba de agua.

Otras flechas empezaron a volar y esta vez, le dieron a sus objetivos.

Los dragones comenzaron a llover del cielo. Uno, dos, cinco, ocho... sí, ¡sí! Ahora todas las flechas le daban al blanco y las criaturas gritaban... gritaban tan fuerte que Jimin estaba seguro que la santísima Alumn los podría escuchar.

Escuchó la advertencia demasiado tarde y se volvió en el momento justo para ver cómo unas alas se extendieron como si pudieran rodear al barco por completo y su hocico lo mantenía abierto. La bestia arremetió contra el barco, apoyando sus patas con garras en la cubierta. Rompió el mástil principal de un solo mordisco, haciendo que las cuerdas y los aparejos salieran volando y que las velas cayeran en picada. El barco se inclinó repentinamente hacia el lado más pesado, ladeando la cubierta en un ángulo preocupante y provocó que los objetos sueltos terminaran chocando contra la barandilla.

Jimin se cayó con fuerza, derribado en el suelo. Intentó sujetarse a cualquier barandal, pero comenzó a girar con el barco. Se aferró a la cubierta, enterró sus uñas en el suelo haciendo sangrar sus dedos y se enganchó a una posible ranura clavada en la madera, lo que por fin lo hizo detenerse. Había ruido, fuego y dolor, la madera crujía al igual que los huesos.

El dragón aleteó sus alas para evitar que el barco cayera al océano y luego soltó un amenazador rugido.

Jimin sacó su espada. Entre todo el caos del suceso y el ruido, los gritos y el agua, escuchó los agonizantes gritos de los hombres y de las mujeres al morir. No, ¡no los había traído hasta acá para matarlos! Él mataría a los dragones con sus propias manos si tenía que hacerlo. ¡Por Alumn!

La bestia arremetió contra algo que trepaba y se deslizaba por su cuerpo. Sus colmillos atraparon al hombre. Lo sujetaron de la cabeza y su hocico se tragó al hombre mientras este continuaba gritando, y luego apareció una sonrisa en su boca reptiliana. Cuando levantó su cabeza, Jimin vio el leve resplandor del fuego que se comenzaba a formar en su garganta. El vaivén del barco hizo que casi se resbalara aún estando de pie.

Quédate ahí... No te muevas, dragón. Levantó sus patas delanteras. Y entonces la criatura vio a Jimin y su grande ojo rasgado, se abrió ampliamente, enfocando su atención en él.

Soy Park Jimin, fui forjado en el fuego de Infiarnn, templado en la vorágine de Alumn, para un solo propósito... matar.

Clavó sus talones en la barandilla, dio un salto y enterró la espada profundamente en la garganta de la bestia feroz. La espada perforó en un corte limpio y certero. La bestia se ahogó con sus propios aullidos. Derramó lava líquida, quemando el rostro y cuello de Jimin. Después prosiguió una ola de agua helada que cubrió su cuerpo y lo salvó, hundiéndolo más, más y más profundo en su fría protección. Todavía sostenía la espada como si eso lo fuera a salvar de alguna manera, incluso mientras por encima suyo, el barco se hundía en el charco de luz y el dragón hacía lo mismo, zambulléndose en el agua, condenando a Jimin a vagar en una total e inquietante oscuridad.








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Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora