Capítulo 28

479 64 5
                                    

Jimin

La Orden -lo que quedaba de ella y estaba sentada alrededor de la mesa- le dio la bienvenida a Jimin con unos amplios ojos y admiración que hacía que sus dientes se mostraran. Aún no lo habían atiborrado con preguntas, pero ya vendría el bombardeo, era mejor lidiar con ello ahora.

Dejó caer las espadas de Jungkook en la mesa y les dio un empujón, haciendo que se deslizaran por la madera, y así los veintidós asesinos restantes pudieran tener una mejor vista del perverso diseño. No las había limpiado. Las espadas estaban cubiertas de sangre seca y dragón. Todos en la Orden debían comenzar a acostumbrarse al olor familiar para lo que él había planeado.

—Al principio, creí que estaban forjadas de acero, pero miren más de cerca. -Lo hicieron, extendiendo sus manos para tocarlas y las apartaron ante la asquerosa pegajosidad-. Son dientes, pulcramente pulidos y forjados en ese estilo. -Comenzaron a haber murmullos, preguntas formándose-. Y son la única cosa que puede penetrar la piel de los dragones.

-¿Lo has visto? -preguntó Siyun-. ¿Has visto estas espadas penetrar en sus escamas?

Jimin miró fijamente al joven asesino. Parecía más joven de lo que recordaba, pero supuso que ahora todos parecían demasiado jóvenes y demasiado entusiasmados por morir.

-Sí.

Los guerreros alzaron las espadas y las pasaron a otros.

-¿Por qué tendrían algo como esto? -preguntó Leah, el arete en la punta de su oreja resplandeció cuando arqueó una ceja. Antes de que Jimin se fuera hacia la torre, le había dicho a ella que se quitara esa gema de su oreja, y ahí estaba, todavía en su lugar. Probablemente creyó que nunca regresaría para darse cuenta que había desobedecido.

-Para protegerse cuando son humanos -explicó-. Se mueven libremente por sus dominios. Quien poseía estas... -Lamió sus labios, esperando que no notaran la forma en que su voz se había entrecortado-. Las llevaba todo el tiempo y las usaba siempre, ya fuera como espadas o como armas de largo alcance.

Los recuerdos volvieron a aferrarse a él. Era demasiado pronto, solo había pasado un día desde que había regresado. Se enderezó y se movió por el largo de la mesa, esperando controlar el vibrante pánico que se tensaba en su pecho. Lo suficiente para mantenerse controlado en público. La única alternativa era sentarse y después pudrirse en la choza de Damhee. Esto era bastante importante para esperar.

-Y lo mataste -dijo Leah. Le tendió la espada a Kiyu que estaba junto a ella-. De otra forma no las habría perdido. -Su sonrisa era inocente, pero se deslizó profundamente en el corazón de Jimin-. Debió ser glorioso -continuó-. Desearía haber estado ahí para verlo.

Los otros sonrieron y murmuraron en acuerdo.

Jimin cerró sus manos en dos puños.

-Mis altivos fueron despedazados. Lyu, Reha, Jiyu, Dain. -Los nombres de los caídos titilaron como campanas. Todos eran asesinos. Todos habían estado sentados en esta mesa, justo como ellos lo hacían ahora-. Fueron degollados antes de llegar a las murallas de la torre. -Su voz los hizo callar-. No hay gloria en la muerte, Leah. Cuando llega, no hay ninguna epifanía, ni una revelación o justicia. Es brutal, te arrancan la vida, puede que mueras sujetando tus entrañas, intentando devolverlas a donde pertenecen, o podrás sentir el toque de una espada deslizándose sobre tu garganta y sentir el derrame de tu sangre saliendo de tu lengua. La muerte no es algo por lo que celebrar. Es cruel e intransigente y una amarga pérdida.

Leah inclinó su cabeza, las puntas de sus orejas se tiñeron de rosa.

-No pretendía hablar tan a la ligera de ella.

Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora