Capítulo 25

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Jungkook

La fortaleza de los bronce se extendía a través de los acantilados de la costa, hasta el fin del mundo según lo que Jungkook podía suponer. Los túneles estaba interconectados, enormes domos con áreas asignadas a los trabajadores. Eran solo largos pasillos sin ventanas, con antorchas, fanáticos de las ventilaciones y con guturales bramidos de la fortaleza central. Normalmente Jungkook se preguntaba por qué los bronce solo usaban cotas de malla de metal y un par de prendas más. Ahora lo sabía, el calor lo hacía querer arrancarse la piel y quitar el exceso de dragón.

Vestía unos pantalones elásticos de piel de gamuza y una camisa que le habían dejado y halló su encendedor debajo de las prendas. Lo giró entre sus dedos. No recordaba haberlo traído, solo recordó cuando Jimin se lo había lanzado a sus pies y le pidió encender una fogata —como si en parte fuera una graciosa burla y un irónico chiste—.

Jimin había comenzado un incendio incesante. Uno que no había ardido lo suficiente.

Y ahora el elfo estaba muerto.

Lo rodeó con sus dedos.

Su madre estaba muerta. Dongwook era el rey de los dragones. ¿Y ahora cuál era el lugar de Jungkook? Todos los dragones a excepción de los bronce lo matarían.

No debió haberlo hecho. Pero no había pensado en las consecuencias. No estaba seguro de que estuviera pensando en ese momento, solo actuó, solo cerró sus manos alrededor de su garganta y apretó. No sabía de lo que era capaz. La fuerza que había surgido de sus venas… no se había sentido como propia en absoluto. Y el cambio, cuando había aparecido… nunca había sido tan cruel anteriormente, casi visceral.

Se estremeció y dejó el encendedor en una repisa. No estaba listo para tirarlo. Si las salvajes palabras de su madre eran ciertas, puede que necesitara un par de buenos recuerdos a los que aferrarse.







 Si las salvajes palabras de su madre eran ciertas, puede que necesitara un par de buenos recuerdos a los que aferrarse

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Miura lo llevó por unos serpenteantes corredores, hablando muy poco, pero sus gestos eran expresivos. Ignoraba a cualquier exiguo que pasaba a su lado y saludaba a cualquier bronce que valiera la pena el tiempo que le llevaba hacer un corto asentimiento. Jungkook lo vio todo y se empapó del olor del ardiente metal, rocas cálidas y fuego. En su forma humana, todos los bronce tenían una sólida dureza que no estaba acostumbrado a notar. Los dragones gema eran más delgados, más ágiles, rápidos, como serpientes en el césped, pero lo que los bronce carecían en velocidad, lo compensaban con músculo, y la mayor parte de ellos estaba al descubierto detrás de sus atuendos de malla y sus ruidosos adornos. Sus tobilleras tintineaban. Aretes, anillos en la nariz, brazaletes que brillaban como tesoros, haciéndose notar entre los demás y llamando la atención de los curiosos ojos de Jungkook.

Algunos de los bronce parecían como si pudieran aplastarlo con una sola mirada. La mayoría lo ignoraban, aunque atrapó un par de miradas curiosas en su dirección. Estaban hechos para ser soldados, lo cual era exactamente la función por la que esa fortaleza había sido creada. Las murallas
se alzaban por encima de los precipicios, atrayendo el agua salada lo cual era la razón más probable de la opaca apariencia de los bronce. Los extensos muebles vibraban por el constante sonido de las alas de los dragones que iban y venían de sus patrullas.

Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora