Jimin
Jimin despertó sintiendo un enfermizo vacío en su estómago. Los sueños lo envolvieron, sueños de dragones y hombres, y lo que probablemente hubiera sucedido si Jungkook no hubiera aparecido en el campamento, las espadas danzando.
Se frotó la cara, tratando de aclarar las pesadillas en su mente.
El fuego se había consumido hasta ser brillantes brasas, su suave luz apenas iluminaba las penumbras.
Jungkook no estaba del otro lado, cruzando las llamas. Tampoco estaba en ningún lugar dentro de la cueva.
—Cabrón —maldijo Jimin. No había querido dormirse, pero el fuego y la resonante voz de Jungkook lo habían arrullado, hasta que su cuerpo dejó de sufrir por la falta de luz solar, hasta que su muñeca dejó de arder y sus entrañas no intentaron devorarse a sí mismas hasta volverse una apretada y dolorosa bola hambrienta.
Se puso su camisa seca y salió de la cueva. La lluvia se había detenido, aunque la pesada humedad se seguía sintiendo en el aire. La brisa hizo que los árboles susurraran, revelando destellos del cielo estrellado. Por debajo de las copas de los árboles, no podía saber exactamente en dónde se encontraba en las tierras de los dragones. Sin Jungkook, le tomaría más tiempo regresar a la torre y si se encontraba con algún guardia dragón, estando tan débil, podría hallarse fácilmente en una situación igual a la que apenas había escapado. El príncipe se había aprovechado del momento de vulnerabilidad de Jimin para escapar. Pero no habría ido muy lejos.
Jimin se alejó más de la caverna, en las profundidades del bosque para liberarse del murmullo del río y se agachó, escuchando la melodía del bosque. El agua resonaba al caer en las hojas. Los murciélagos aleteaban, cazando enormes polillas tras la tormenta. La brisa se elevaba y volvía a caer, filtrándose por el subsuelo. Y ahí, lo encontró, la esencia de dragón, cuero y hierro. Jungkook.
Jimin se puso de pie y comenzó a moverse, adentrándose silenciosamente en la maleza. Sosteniéndose de una rama baja, subió al árbol. El dolor se extendió y ardió en su brazo, casi haciéndolo caer de los árboles. Bajó la velocidad, se puso otra vez en cuclillas, acunó su muñeca y escuchó. Ahí. El resonar del metal, respiraciones cortas y una esencia que Jimin no había esperado sentir otra vez. Se impulsó, corriendo y escalando por las ramas de los árboles, cayendo de un salto. Aterrizando en la maleza, vio al elfo frente a él, sus dagas resplandecieron.
—¡Detente!
Jungkook fingió arremeter a la izquierda, pero el elfo soltó una oleada de ataques, haciendo que él retrocediera.
—¡Detente, Nelya!
Sus ojos se volvieron hacia él. Sus orejas puntiagudas se torcieron, pero Jimin conocía esa mirada. Él la usaba casi siempre. Ella no se detendría. No por él, ni por nadie. Él la esquivó y ella lo atacó tirándolo al suelo, los dos terminaron envueltos en la suciedad de la tierra. Jimin la tomó de las muñecas y la levantó, llevándose consigo esas dagas letales. Ella le gritó, sus dientes expuestos y furiosos.
—¡Detente! —le dijo otra vez. Ella se resistió bajo su agarre hasta que él contrajo sus caderas y la acercó.
Su aliento siseaba entre sus dientes y la furia dilataba sus pupilas. La lucha la hacía pedazos. Le cortaría la garganta si eso significaba que llegaría a su presa.
—Nelya, soy yo…
Ella parpadeó, sus pestañas revolotearon. Tenía el ceño fruncido y finalmente, la lucha abandonó su cuerpo haciéndola detenerse.
—¿Jimin?
Un movimiento de Jungkook llamó la atención de Jimin. El dragón los miraba con curiosidad, sus espadas seguían expuestas, su pecho subía y bajaba con pesadez. No había escapado del ataque con dagas de Nelya. Tenía un par de rasguños en su mejilla de donde brotaba sangre. Otro corte en su hombro mojaba su camisa, pero no era nada serio. Nelya era rápida pero negligente. Había intentado entrenarla para evitar eso.
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Elfo Y Dragón #1 Kookmin
RandomPark Jimin es un elfo criado y entrenado por la Orden para matar a la reina dragón y a todos los dragones que su espada pueda alcanzar, pero entonces se encuentra con el príncipe Jungkook Amatista un dragón diferente a los de su especie que lo hará...