Capítulo 45

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Jimin

Jimin se sujetó de la mano que le ofrecían, dejando que el hombre lo ayudara a salir y lo sacara de la fuerte marea. Tosió y escupió un montón de arena y agua salada. Su garganta ardía. Sus pulmones dolían. Pero estaba vivo. Por un momento, solo había sentido y visto la pura oscuridad.

—¿Estás bien? —El hombre… Gael, Jimin lo recordó de las sesiones de entrenamiento, sujetó el hombro de Jimin y lo miró a los ojos—. Tienes un horrible corte en el hombro… quizá deberías quedarte aquí. Volveremos por ti.

¿Quedarse aquí? La boca de Jimin formó una sonrisa incluso si el resto de su cuerpo no se sentía feliz. Su cabeza palpitaba al igual que su brazo, en donde la espada que había sujetado se había enganchado entre las rocas y casi hizo que se perdiera en la corriente. Pero todavía tenía la espada y la había usado para arrastrarse nuevamente hacia las rocas.

La luz de las llamas estalló desde atrás. Una explosión sacudió el aire. Jimin se encogió, sabiendo que hombres como Gael estaban muriendo en los barcos. Los cielos se encontraban repletos de alas, pero también estaban cayendo.

—Iré contigo —dijo con voz ronca.

—Está bien… pero no te atrases. —Gael le dio una fuerte palmada en el hombro—. Escuché que han atrapado a uno vivo. —Los ojos del hombre brillaron con orgullo—. También tienen a una elfo. La traerán ahora.

¿Una elfo? ¿Por qué había una elfo en las fronteras de los bronce?

—Espera… —Jimin trató de detener a Gael pero el hombre ya estaba moviéndose hacia el grupo que alistaba sus armas.

No había razón para que un elfo estuviera aquí a menos que hubiera sido capturado. Tal vez los elfos tendrían noticias sobre sus intentos de conseguir más dientes de dragón. ¡Tal vez habían ejecutado un ataque de su lado!

Sintiendo un renovado fuego en su sangre, siguió las pisadas de Gael en la grava. Alguien le tendió un trapo. Se secó la humedad en su cara e hizo un gesto de dolor al ver que el objeto se cubría de sangre. Jimin no debería entrar, lo sabía, pero solo la muerte lo detendría ahora.

—Allí está…

Tres hombres venían hacia ellos. Uno cargaba a una elfo en sus brazos. Una elfo que no tenía una punta de su oreja.

El corazón de Jimin dejó de palpitar por un segundo. Su sangre se volvió hielo.

—No… —No podría ser Leah. Le había dicho que no lo siguiera. Se suponía que debía quedarse en casa… Dio un par de pasos tambaleantes y casi se desplomó. Alguien lo atrapó y lo ayudó a mantenerse de pie. Debió haberle agradecido pero no podía apartar sus ojos de Leah. Su pálido rostro estaba más delgado de lo que recordaba. Sus ojos estaban cerrados. Él la había dejado y ella lo había seguido—. ¿Está… muerta? —susurró.

—No, sigue respirando. Pero lleva inconsciente bastante tiempo. Veré si puedo darle una señal a las esquifes que desembarcaron. Será difícil sacarla de esta playa, pero nos…

Las palabras del hombre se desvanecieron detrás de los fuertes latidos del corazón de Jimin. El segundo hombre tiró una espada en la arena. Una espada idéntica a la que Jimin portaba en su espalda. Pero claro, él se la había dado a Leah. Pero verla aquí clavó otra espina en su corazón.

—¿La conoces? —alguien le preguntó.

—S-sí… yo…

Un tercer hombre apareció dando grandes zancadas con un prisionero frente a sí. Una capucha cubría su rostro. Una capucha como la que Jimin recordaba que había tenido sobre su cabeza. El dolor se sintió como una puñalada en su pecho.

Las muñecas del drakon estaban atadas. La sangre escurría de sus dedos. Las entrañas de Jimin se convirtieron en un nudo más apretado ante la imagen de esas ataduras. Probó la amargura en su lengua y se tragó la inevitable bilis. Las botas del prisionero dejaban huellas ensangrentadas en la arena. Estaba herido, muy mal herido, a juzgar por el constante flujo de sangre que manchaba de rojo sus piernas. La capucha cubría su expresión, pero su vestimenta de bronce señalaba su progenie fácilmente.

El guerrero se detuvo con su prisionero delante de Jimin.

—¿Que deberíamos de hacer con él?

¿Le preguntaban a él? Observó a Leah, inerte en los brazos de aquel hombre. Los dragones la habrían golpeado, mutilado y usado en todas las formas posibles. Todo lo que había evitado tan cuidadosamente, ellos lo habían infligido en ella. Violación, tortura y privación de luz. Y los bronce eran los peores de todos. Quizá hubiera sido mejor que muriera en vez de sobrevivir como una criatura usada y dañada. Pero ella se encontraba aquí y viviría. Y se aseguraría de mantenerla a salvo.

—Mátenlo —gruñó Jimin. El drakon luchó contra sus ataduras y murmuró algo dentro de la capucha. Lo que hubiera dicho, la mordaza lo había silenciado. Increíble. Deliciosa y cruel venganza crepitó en la lengua de Jimin—. Háganlo sufrir.

El hombre sujetó al prisionero por las muñecas.

—Será un placer.

Sin embargo, el dragón peleó y se retorció, moviéndose como una presa en pánico mientras se lo llevaban. Normalmente, los dragones no experimentaban el miedo de enfrentar su propia muerte. Este lo haría y Jimin se alegraba por ello. Era una pena que no pudieran alargar su agonía en esta playa por días y semanas como lo hubieran hecho los dragones si hubieran capturado a un elfo.

Un chillido resonó desde los cielos.

—¡Corran! ¡Entren! ¡Hagan lo que vinimos a hacer! —bramó Jimin. Tomó a Leah de los brazos del hombre—. Me aseguraré que ella esté a salvo. —Leah cayó contra su cuerpo, tan pequeña y cálida. Su corazón dio un vuelco, sofocándolo por un momento y la fuerza que lo mantenía en acción se tambaleó por un instante. No había esperado esto, no había esperado verla nuevamente y mucho menos en este lugar.

—Lo haremos, Jimin —le dijo el guerrero—. Hay una fragua adentro, es su debilidad. Si podemos llegar, podremos irrumpir sus funciones y arruinar este nido para siempre.

—Háganlo. Y maten a cualquiera que se cruce en su camino. —Apretó a Leah contra su pecho, dando su palabra de mantenerla segura hasta que esto terminara—. La frontera de los bronce caerá. esta noche.







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Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora