Capítulo 08

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Jungkook

Dolor. Ni siquiera el vino lo hacía desaparecer y Jungkook intentó con todo el vino que pudo encontrar. En realidad, ya había olvidado cuántas botellas se había terminado. Unas cuantas, aproximadamente. Más botellas de las que podía contar con sus dedos, y el dolor seguía palpitando por todo su cuerpo. No era su ala rota o las costillas lo que dolía. Esas heridas que escondía tras su forma humana. Algo dentro de él dolía como siempre lo había hecho desde su uso de razón. Como si hubiera perdido una parte de él. A veces apenas lo notaba, y otras veces quería emborracharse hasta perder la razón o tomar una espada y abrirse las venas para dejar fluir ese sufrimiento contenido.

Esta vez… 

Esta vez quería clavarle esa espada a ella. Tal vez el dolor se iría si ella también lo hacía.

Sus manos estaban rodeando sus espadas gemelas, agradeció su peso, la grandeza de su voluntad y se encontró a sí mismo en el vestíbulo de la habitación de su madre antes de que notara que había estado subiendo en dirección a su torre.

Abrió la puerta, se tropezó pero se recompuso rápidamente.

Bebí demasiado. Maldita sea el alcohol. Maldita sea la torre, y sus escaleras que lo dejaban sin aliento. Maldita sea todo esto.

—¿Madre? —Cuando vio que su voz hizo eco, supo que ella no estaba ahí.

Su presencia inundaba cualquier lugar, dejando poco espacio para cualquier otra cosa.

El bronce, Donghae, había estado ahí. Podía olerlo, junto con el vino que habían bebido y su esencia. Jungkook puso su manga sobre su boca, intentando borrar el sabor de la vergüenza de sus labios.

Su mirada vagó hasta el elfo y por un momento, todos los pensamientos sobre su madre se disiparon de su vista. Aún lo tenía atado, esta vez estaba con gruesas esposas de cuero en sus muñecas y  tobillos. Y con un collar. Y claro, él había visto a Jungkook en el momento en que había entrado a la habitación pero había mantenido su silencio de elfo. Incluso ahora, atado al muro, parecía que si Jungkook parpadeaba, el elfo se desvanecería entre las sombras.

Se giró de vuelta a la puerta con el objetivo de alejarse, pero mientras volvía a enfundar las espadas detrás de su espalda —lo cual le tomó un par de intentos, porque la habitación seguía dando vueltas junto con él—, sus pensamientos se paralizaron. En su lugar, solo cerró la puerta.

Volvió su cabeza y se encontró con la helada mirada del elfo. El desafío hacía que su rostro luciera orgulloso. Incluso estando atado, no detenía la ferocidad de sus ojos. Miró a Jungkook de la misma forma en que lo había hecho en la mazmorra, como si en el segundo en que estuviera libre lo usaría para matarlo. Ni siquiera parecía tan débil como debería estarlo. ¿Acaso no necesitaban de la luz para seguir con vida? Este parecía alimentarse únicamente de la venganza.

El elfo miró a Jungkook acercarse. Intensos ojos élficos diseñados para la cacería y ver en la oscuridad lo miraron, sin parpadear. Sus pupilas eran enormes y oscuras, como la luna nueva. Su boca se mantenía en un firme gruñido, dirigido a Jungkook. Y esas orejas puntiagudas sobresalían entre su largo y trenzado cabello, de un color rubio platino, sujetado y atado para sufrimiento suyo. Con un cabello tan pálido que era casi blanco.

Ojo rojo lo había cortado justo como Dongwook se lo había ordenado, trazando líneas profundas por el pecho del elfo… o eso era lo que Dongwook había dicho. Jungkook no podía ver las heridas debajo de las prendas del elfo, pero no parecía débil. En realidad, parecía estar curándose extremadamente rápido. No le habían sacado ninguna información. La tortura no haría que él hablara. Como fuera que hubiera sido su vida, este elfo fue perfeccionado para matar.

Elfo Y Dragón #1 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora