Marzo 2006

143 11 2
                                    




Marzo 2006

    "Must be something in the water

Or that I'm my mother's daughter"

Miley Cyrus

Le dije a mi padre que aceptaron el intercambio, en dos semanas me voy a Japón a realizar un año de estudios. Lo solté en el desayuno y se atragantó de la sorpresa a pesar de que ya se lo había comentado el verano pasado. Su cara, siempre calma, se transformó por unos segundos eternos hasta que recuperó la compostura. Nunca se había permitido ser demasiado severo conmigo, yo tampoco le daba motivos. Jamás tuve malas notas, ni llamadas de atención, mi conducta era intachable y los fines de semana solo iba a alguna que otra fiesta con mis amigos si es que había. No bebía, ni fumaba, ni tenía novio. Algunas veces deslizaba estar feliz por esa suerte, una hija aburrida. Esa fue la palabra que usó.

El, un profesor de la Universidad Sorbona y médico infectólogo, tenía una reputación que cuidar. Se alimentaba de ese prestigio, lo usaba a su favor y le permitía mirar al resto desde su ego. Su condición de padre de una niña le daba, según mi tía Carol, aires de soltero codiciado. Aunque su amante desde que tengo memoria es su profesión. En mi casa nunca hubo otra mujer salvo yo misma.

Me preguntaron por qué quería ir a la otra punta del mundo en plena adolescencia, como si en el fondo no supieran la razón. Mi padre se ha anclado en respuestas vagas y ambiguas ante las consultas sobre mi madre. Mi tía Carol solo dice que fue una historia de amor y que yo soy la prueba de ella, mi abuela Helena evade el tema haciendo uso de sus años de vieja. La curiosidad y la ignorancia son monstruos parecidos y se alimentan de la intriga. 

Solo sé que mi madre es japonesa, mi padre me dijo su nombre de pila: Rumiko. Podría ser cualquiera, leí que es un nombre muy común en Japón como las Marie o Camille. Aquí en París hay una Camille por cada metro cuadrado. En primaria tenía dos compañeras con ese nombre cliché que les fascina a los turistas. Mi mejor amiga se llama Camille, por cierto.

Mi meta es clara: voy a Tokio a buscar a mi madre, voy a buscar un punto en los dibujos de Buscando a Waldo. Lo decidí desde que lo vi anunciado en la cartelera del Liceo, al lado de un listado de promedios destacados donde estaban los nombres de Camille, el insoportable Elliot y el mío.

Conseguir cartas de recomendación de mis profesores  no fue un problema y mi padre no pudo  elevar más contraargumentos, después de todo, Tokio es una ciudad gigante y yo solo soy un ser humano de un metro y cincuenta y cinco centímetros.

Me acompañó a la embajada para completar trámites y presentar documentación. Al salir del lugar me llevó a una pâtisserie, cosa que solamente hacía para mi cumpleaños o cuando era pequeña como premio por portarme bien en el médico. Con una taza de café cerca de su boca me dijo que se iría a Niza a un congreso de medicina pero que volvería a tiempo antes de que me fuera a Tokio.

Me ofreció quedarme en casa de tía Carol pero lo rechacé. Le recordé que tengo quince años y soy aburridamente autosuficiente. Mi padre retrucó que soy menor de edad y quedarme sola en casa no es una discusión. Mi tía se quedará conmigo por las noches debido a su trabajo.

Ocurrió el primer desliz de mi padre en mucho tiempo, que no estuviera en casa me servía para indagar en su pasado, siempre oculto en los rincones de nuestra casa, disimulados como grietas en la pared.

Esta intriga sobre mamá convive conmigo desde el jardín de infantes. Creo que el momento de la pregunta fue el día de las madres, cuando la escuela organizó un evento en la salita donde todos los días jugábamos y hacíamos dibujos. La madre de Camille se sentó en nuestra mesa, acorde más a nuestro tamaño en ese momento que al de cualquier adulto, puso una mano en mi cabeza y la otra en los rizos rubios de Camille. Me sonrió de manera cálida y después de ese pedacito de ternura y compasión puso toda su atención, lógicamente, en su hija.

Regarde le Ciel - Manjiro SanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora