Diciembre 2006 II

46 7 4
                                    

Diciembre 2006
"I don't have much in my life
But take it - it's yours"
The Smiths

El amor siempre es inesperado, incluso si te enamoras del arquetipo del hombre ideal, del rockero adicto a la heroína o un introvertido fanático de los juegos de video.
Mi problema es que no entiendo la diferencia con la obsesión, con el capricho. Reformulo, la entiendo completamente y la niego, la escondo, la mezclo con el deseo de que me abrace otra vez. Me refiero a él, no a la obsesión.

Es navidad, las semanas han transcurrido con suma velocidad desde que me cambié de residencia y paso mis días enteros con Manjiro como si fuéramos dos caramelos pegados.

Recorriendo parques, restaurantes y callejones en su motocicleta o a pie. Comprando dulces y demás cosas mientras pasamos el rato divirtiéndonos.

La noche de navidad la pasaremos juntos en mi pequeño cuarto. Insistió tanto que tuve que aceptar.

Me dediqué a limpiar cada recoveco, cada objeto. Sacudí el kotatsu y puse una vela aromática en el centro para dar una sensación de hogar y no tanto de cuadrado diminuto en el medio de Shibuya.
A las siete de la tarde, Manjiro apareció en el umbral con ramen instantáneo y su sonrisa compradora.

Las luces del cruce de Shibuya se inmiscuyen por la ventana de mi cuarto, tanto que opacan la vela y enaltecen más a Manjiro. O eso me parece a mi porque mi vicio por él aumenta cada vez más.

Los vicios no son necesariamente físicos o narcóticos. A veces son puramente mentales. El vicio de Manjiro (amo su nombre mi vicio es decir su nombre en mi cabeza tantas veces como pueda) es el poder. El poder en formas maquiavélicas y verticales. Lo implementa con los demás, lo implementa conmigo. Su droga es ser ovacionado, su droga es la sumisión de los demás ante el. Se comporta como un adicto a su modo.

Cuando te ignora no lo hace para que desaparezcas o pierdas el interés, lo hace para generar algo. Se asume a sí mismo como objeto de deseo, a quien quieren derrotar, a quien yo quiero tocar. Seguimos comiendo mientras afuera se escuchan todos los ruidos posibles, Manjiro cuenta anécdotas, yo me río, me pierdo en lo inesperado a la vuelta de la esquina.

Parada en medio del amor y la obsesión, de repente él estaba a mi lado, en el kotatsu, sosteniendo mi mano y mirando por la ventana. Diciendo algo bajito, moviendo su dedo índice sobre mis nudillos, enviciada me quedé ausente mirando su pelo, cada espacio de su rostro maravillada.

-¿Qué pasa?- me preguntó metiéndose en mi fantasía- no has dicho nada.

-No pasa nada-respondí- solo me gusta escucharte.

Se rió y me soltó la mano para abrazarme, también me reí sonrojada, me apoyé en su pecho dispuesta a perderme otra vez en él. Me gusta él y mi idea de él. Me besó la frente como si intentara que no perdiera la conexión con la realidad.

Me sigue hablando de cosas y sigo asintiendo, respondiendo como puedo, riéndome y preguntando por más.
Las anécdotas con su pandilla son tantas que a veces pierdo el hilo de los hechos. O confundo a los protagonistas. Manjiro juguetea con mis dedos mientras habla.

Levanté la mano para ponerla en su mejilla y atraerlo a mi, solo quería verlo hasta saberme de memoria todas sus facciones. Sonreí y él me miró sorprendido y sonrió también. Nos besamos con las luces de Shibuya entrando por mi ventana, con la vela consumida y la nieve que parecía no tener fin desde que comenzó a nevar hace dos días.

Lo inesperado se vuelve una certeza, Manjiro pasó su mano por mi espalda de arriba a abajo mientras nos besábamos, luego metió la misma mano bajo mi ropa y rozó mi piel. Yo hice lo mismo, sentí su cuerpo macizo a través de sus omóplatos tocándolo con la yema de mis dedos. Me erizó la piel.

Lo inesperado se vuelve desconocido. Lo desconocido es a donde siempre quiero ir. Afuera está nevando pero lo único que siento es calor.

Regarde le Ciel - Manjiro SanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora