Treinta y uno

46 8 0
                                    

Nos separamos poco a poco.

—¿Por qué lo hiciste?—le digo tomándole la mano.

—Porque te extraño.

—No me gusta que jueguen conmigo.

—No estoy jugando contigo, me gustas.

—¿Qué paso para que te dieras cuenta?.

—Solo pasó.

—Tu también me gustas.

Nos sonreímos.

—Javiera, soy extremadamente celoso, y hoy me enfurecí cuando te vi con Picante.

—Solo lo estaba ayudando...

—¿A qué?, ¿a hacerle el camino más fácil?.

—No somos nada, yo...—pero él me detuvo.

—Si te veo una vez más con él, te juro que lo mato.

—Si lo matas, yo te mato a ti.

—Espero que sea a besos—me besó.


Alexander se fue conmigo a mi casa, para mi suerte, no había nadie, nos tumbamos en mi cama a conversar.

—Realmente te quiero.—le agarré la mano.

—Y yo—dijo.

Al rato, Alexander se quedó dormido, y mis padres habían llegado, ¡no puedo dejar que lo vean!, lo intenté despertar, pero estaba en un profundo sueño, entonces lo empujé y lo boté de la cama, lo tapé con cojines y sábanas

—¿Javiera llegaste?—papá había entrado.

—Sí.—dije cerrándole la puerta.

—¿Qué es ese bulto?, dijo apúntando a Alexander, quien aún dormía.

—Mi nuevo cojín—me senté en él y este gimió.

—¿Y emite sonidos también?.

Yo asentí riéndome, cuando papá salió ayudé a Alexander.

—¿Por qué te sentaste encima mio?.

—¿Es que acaso no puedo?—dije besándolo mientras lo agarraba de la polera.

—Tal vez...—sonrió.

Empezamos a besarnos en mi piso, hasta que sentimos una voz.

—¿Y también besa tu cojín?—papá nos estaba mirando.



¿Te quedarías conmigo?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora