Cuarenta y cuatro

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—Randy.


¡¿Qué?!, ¿había escuchado bien?, ¿ganó Randy?.


El chico salió adelante tirando besos, abrazó a la presentadora y recibió su premio, un cheque y un contrato para grabar un single. No podía creerlo, no gané, ¡es injusto!. Sentí que mis sueños se acababan, le puse corazón y alma a todas las canciones que toqué, todas las notas que canté, y todo, para nada.


—Felicitaciones de todas formas.—Xiomara me abrazó, como consuelo, pero yo la empujé.

—Apártate—la empujé frío y me fui.


Javiera


Me daba pena, sí. Alexander no había ganado, el mundo no se acabaría, pero, estaba segura de que él lo pensaba. Empujó a la tal Xiomara lejos y se fue del escenario, actuaba como el primer día que entablé una conversación que durara más de un minuto con él, sí, frío, distante, asqueado de todo.


—¡Alexander espera!—fui tras él cuando ingresó al backstage y salió de largo, sin decirnos algo ni a mi, ni a su madre que había venido a verlo.


—Suéltame—se soltó de mi agarré y siguió caminando, pero su madre fue tras él.


<<Esto se va a poner bueno>>, pensé.


—Cabro de mis fajas—su madre lo agarró de su cabello y lo tiró hacia ella.

—Suéltame mamá, quiero estar solo.

—Eres un alaraco, y mal educado, ¿te he criado yo así?—le regañaba mientras tomaba su oreja, y la tironeaba.

—Ahg, ¡ya basta!.


—Disculpen, ¿Alexander___?.—un hombre de terno y corbata se acercó hacia él y le estrechó la mano—Soy el señor Conrell, director de la disquera más famosa del país, y vengo a hacerle una oferta.

—Pero yo no gané—dijo Alexander bajándo la cabeza.

—¿Y eso qué?, no voy a hacer contratos con chicos que cantan ópera del siglo diecinueve—rió sarcástico—¡Siglo veintiuno!, yo quiero algo bueno, ¡rock!, y tú, ¡tú!, eres el indicado, puedo hacerte grande, famoso, ¿no te gustaría?.

—Me encantaría, oh sí que me gustaría, ¡acepto!.


Y nos dejó a todos solos, y él se fue con el tal señor Conrell a firmar unos papeles. Esto no me da buena espina.


¿Te quedarías conmigo?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora