1 Encuentro

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Capítulo 1







La noche estaba cálida y Jimin tenía pereza de nuevo, no quería ir a trabajar a esa cafetería. Estaba ahorrando dinero para comprar un automóvil, Jimin no quería pedirle a sus padres algo que ellos no le podían dar, así que había decidido hace un par de semanas atrás conseguir ese trabajo, el sueldo era bueno y los clientes le dejaban buenas propinas. Aún con flojera terminó su tarea de su clase de economía, se levantó de su silla, estiró los músculos y fue a darse una ducha para cambiarse de ropa la que consistía en una simple camiseta simple y pantalones negros, la cafetería no era muy exigente con el atuendo, sólo en esos colores.

Bajando a la sala de estar, su hermanito de cinco años se le pegó como un pulpo a sus piernas, el pequeño era muy cercano a su hermano y con una sonrisa le habló

-Juguemos Mimi- trepó por sus piernas como si de un árbol se tratara.

El niño era similar a Jimin, el mismo color de piel, ojos verdes y cabello castaño, una versión pequeña de él. Tomándolo en sus brazos, Jimin besó al niño

-Hwan tengo que trabajar, pero cuando tenga tiempo libre jugaremos todo un día, ¿Quieres eso bebé?- besó al niño y caminó con él en brazos hasta el sofá, su madre estaba bebiendo, Jimin hizo una mueca.

Cada vez que su madre bebía era porque sucedía algo malo, la mujer ahogaba sus tristezas y amarguras en el alcohol. Jimin frunció el ceño y exhaló profundo antes de hablar.

-¿Qué pasó madre? No deberías estar bebiendo cuando sabes que te quedarás a solas con Hwan, sabes que tengo que ir a trabajar- ella asintió con culpa, lanzó la lata de cerveza barata al tacho de la basura.

La mujer de contextura robusta tomó al niño y lo sentó en su regazo, luego ella le pasó un juguete que encontró en el sofá.

-Lo siento hijo, nuestras deudas me tienen un poco nerviosa, ahora tu padre me dijo que lo habían despedido del trabajo, él llegará tarde, buscará uno nuevo.

Jimin se pasó la mano por el cabello, cada vez que quería ahorrar dinero para algunas cosas sucedía algo en su casa y terminaba usando su salario en ella o las facturas de alimentos. Ya estaba acostumbrado a eso, fingió sonreír como siempre, besó la mejilla de su madre y luego la cabeza de su hermano.

-Contribuiré con dinero, ahora no bebas y cuida de mi Hwa- su madre asintió con una sonrisa débil y Jimin finalmente se fue a trabajar.

Sólo trabajaba cuatro horas al día, desde las nueve de la noche hasta la una de la madrugada en una cafetería que ofrecía sus servicios en la modalidad veinticuatro siete. Eso era lo que podía soportar debido a su gran carga horaria en la universidad en donde era becado, no era fácil ser un estudiante becado muchas veces era estresante y agotador, sin embargo tenía que mantener buenas calificaciones y no bajarlas para que no le quitaran el beneficio de pagar sólo el diez por ciento de la mensualidad correspondiente a su carrera de economista.

Con una sonrisa en su cara entró a la cafetería, si él mismo no se daba animo nadie entonces más lo haría.

-Hola Abel- saludó a su compañero de turno.

El chico era un poco extraño, Jimin lo clasificaría como emo al estilo un tanto gótico, sus ropas negras un poco depresivas mostraban una clara contradicción con su nombre bíblico, pero el chico a pesar de asustar a simple vista por la extravagancia de sus ropas, piel pálida y esmalte negro en sus uñas era muy amable.

-Hola Jimin, hoy está lleno de gente ¡Hombre odio los viernes!- Jimin sonrió mientras se ponía el delantal, miró a su compañero.

-Viejo tú odias a todos- soltó una carcajada.

Una rara propuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora