XXVIII; Protejer.

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– ¡Bakugo no cruces! ¡Vete! ¡Váyanse! –

Lo primero que Katsuki vio al cruzar el portal fue a Denki corriendo hacia ellos. Supo que nada iba bien cuando notó los rayos en el cielo.

Reaccionó lo más rápido que pudo, pero el portal se había cerrado y cuando giró hacia atrás se encontró con guardias que no conocía, quienes no tardaron ni un segundo en tomar a Izuku del brazo.

– ¡No lo toquen! –
– ¡Kacchan! –

Un rayo cayó entre los guardias y Katsuki, separandolos en cuestión de segundos.

– ¡Bakugo, vete! – Los gritos de Denki se colaron en la escena! – ¡El rey—

No hubo tiempo. Cuando el rayo se disipó lo único que quedaba eran los residuos de un polvo oscuro. Ningún guardia. Ni Izuku. El cuerpo de Katsuki se detuvo al igual que su corazón y su respiración. 

– Bakugo, tu padr—

La voz de Denki fue acallada por la espada de Katsuki cuya punta afilada se mantuvo firme en su cuello. Los ojos del príncipe, inyectados en sangre, parecían ver más allá de Denki.

– Ba— La espada se apretó más a su piel. – Por favor, no—
– ¿Qué mierda hiciste, Denki? – La voz del príncipe irradiaba toda la ira contenida del mundo. – ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?–
Katsuki ajustó el agarre del arma haciendo temblar la punta, la cual ya había provocado algo de sangrado en la piel de Denki.
– E-escucha, Bakugo, t-tienes que–
– ¡¿Tengo qué?! ¡¿Qué quieres que haga?! ¡Habla claro, idiota! ¡No me hagas perder mi tiempo! –
– ¡Invasión! – Respondió rápidamente. – ¡Hirieron a tu padre! ¡Hay soldados del Norte en el castillo!–

De pronto la espada dejó libre a Denki quien tosió en busca de aire. Katsuki, en cambio, viró la vista hasta la dirección del castillo. No se veía nada, sólo un halo de luz que adivinó era fuego.
Apretó los dientes. No podía estar pasando esto ahora. No podía haber una guerra. No ahora que Izuku y él...

Izuku.

– Abre un portal a mi habitación. Busca a Sero y llévanos a un lugar seguro. Pero primero, respondeme. ¿Dónde mierda está Izuku? –

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Fue un parpadeó. Cuando quiso darse cuenta estaba en un cuarto oscuro, lejos del bosque, lejos de Katsuki.
No conocía este cuarto pero sí donde estaba ubicado gracias a que pudo deslumbrar un sol pintado en el techo; aún estaba en el castillo.
El lugar estaba en terribles condiciones aunque aún podía notarse que era una biblioteca. Había libros, hojas, velas, tinta esparcidos por todo el cuarto. No había nadie más aparte de él y, adivinó, un usuario de magia, quien se encontraba amarrandolo de pies y manos.
Izuku no peleó, sería inútil de todas formas, si salía de allí seguramente habria más como este afuera. Estudiando sus posibilidades entendió que lo mejor ahora era mantenerse calmado y recoger toda la información que pudiese.

– ¿Por qué me atas? –
Silencio. Si Izuku adivinaba, podía ver fuego. Pista uno.
– Si es porque estaba con el príncipe déjame decirte que soy un simple ciervo. –
Silencio. Al guardia le intrigaba su forma no-humana.
– Si es porque soy un gato... Bueno, ahí tendrías una razón lógica, soy codiciano. De todas formas, no creo que incendiar el castillo de estos nobles sea necesario para llevarme, con una simple propuesta podría haber ido con ustedes. Tampoco es que sea alguien difícil de convencer ¿Sabes? –

Silencio. El guardia había terminado de sujetar bien las cuerdas a la ventana. Izuku estaba satisfecho con lo que había conseguido.
Fuego. Gato. Silencio. El guardia no tenía permitido hablar, su único trabajo era mantenerlo ahí hasta que alguien más venga a buscarlo. ¿Y quién tenía que venir a buscar el paquete?

Hasta que estés a mi lado. [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora