Linaje.

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El estanque no era precisamente cálido, pero la temperatura era aceptable, y de hecho, aliviaba con eficiencia las penurias propias del agotamiento, así que por enésima vez, Xiao-Lang tomó una inspiración profunda y se sumergió para nadar pocos metros que el diminuto volumen de agua le permitían recorrer. Cuando su mano tocó la orilla del estanque, se dio la vuelta para flotar boca arriba, relajado. La ausencia de luces artificiales sólo corregida por algunas velas en una de las orillas de la poza, le permitía la sublime visión de un cielo despejado, con más estrellas de las que el chico jamás había podido contemplar, mientras el brazo de la vía láctea se exhibía, petulante, en todo mágico su esplendor.

Las estrellas tenían un significado especial para él: Eran el símbolo de la magia de Sakura y de muchas maneras la definían; representaban el potencial de una fuente casi eterna de poder, la esperanza inagotable, la voluntad de brillar a pesar de todo, y como un extra nada despreciable, una belleza incomparable que lo inspiraba.

—Es muy hermoso, ¿verdad?
—Es increíble —respondió él, embelesado.
—Ojalá en casa las noches fueran así de claras, no podría retirar mis ojos del cielo.

"Sería como tratar de dejar de verte".

Ese pensamiento nunca se convirtió en palabras, pero pensarlo fue el detonante que regresó a Li a la realidad. Comenzó a manotear mientras se hundía y tragaba agua, aun cuando el estanque no era tan profundo como para siquiera taparlo más allá del pecho. Ofuscado, ya de pie y recuperando el aliento, se volvió hacia su interlocutora. Cerca de la otra orilla vio a Sakura, sumergida hasta los hombros, se reía con ganas, y aun cuando Sakura era una jovencita que destacaba por ser muy sonriente, no siempre se reía a carcajadas como lo hacía en ese momento, cortesía del desasosiego del lobito.

—¿Estás bien? No quise asustarte —dijo al fin, cuando la hilaridad se fue.
—Estoy bien —respondió torpemente, mientras le daba la espalda—. ¿A qué hora llegaste?
—Hace un momento, pero te veías tan relajado que no quise interrumpirte. Creo que al final eso también me salió mal.
—Ya veo... —cerró apenado. Buscó una distracción en el entorno. Pensaba a toda velocidad en cómo demonios se había distraído tanto como para no verla o al menos escucharla cuando llegó.

Por desgracia para él, encontró en su recorrido visual algo que hizo la situación aún más comprometedora: En una de las ramas del cerezo, el bonito kimono que le había visto unas horas atrás estaba colgado cuidadosamente, a un lado de su propia ropa. Cuando razonó las implicaciones de su observación, sus músculos se tensaron de tal modo, que temió que en cualquier momento le daría un calambre. Tenía que volver menos incómoda la situación, y la única manera que se le ocurrió fue a través del diálogo.

—¿Cómo te fue en el templo? —preguntó mientras se agachaba un poco para cubrirse con el agua, sin darse la vuelta.
—Estuvo bien, creo... me enteré de muchas cosas. —Xiao-Lang esperó por largos minutos que la chica continuara, pero no lo hizo. Escuchó y sintió entonces el movimiento del agua. Ella estaba caminando hacia él—. ¿Sabes, Xioa-Lang...? —preguntó con su usual timidez en voz muy baja—: Me siento algo cansada, no acostumbro estar despierta hasta tan tarde... tengo mucho que contarte y también quiero saber qué tal estuvo tu día... pero, ¿podríamos hablarlo mañana en el desayuno?

Dichas esas palabras, pudo sentir en las vibraciones del agua que ella se había incorporado por completo. Sintió su aliento en la espalda.

—Claro... lo hablaremos con calma por la mañana.
—Gracias. Ahora mismo sólo quisiera dormir —dijo en un susurro apenas audible, mientras su voz se hacía temblorosa, como si dudara en como continuar esa conversación—. Eh... Xiao-Lang... tú también deberías ir a dormir conmigo... —De inmediato trató de corregir—: ¡Es decir, no conmigo, tú y yo...! bueno tenemos los futones y eso...

Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora