—No debes permitirlo. —resonó aquella voz etérea e infantil que siempre acompañaba a una profecía.
—¿Qué es lo que no debo permitir? —preguntó Sakura a la nada, mientras veía Tomoeda arder a la mitad de la noche desde una altura considerable del suelo.
—No debes permitir que ella despierte...
—¿Que despierte quién? ¿De qué estás hablando?
—A pesar de todo el dolor que sientas... aún si es provocado por la visita de la muerte... no debes permitir que el dragón despierte a la gran serpiente... o todos morirán.Se elevó aún más, por arriba de las nubes incluso, lo que le permitió ver hasta la curvatura de la tierra, y desde allí fue capaz de ver siete incendios rodeando uno aún más grande y aterrador. De entre el ruido de las llamas se escuchó un estruendo ensordecedor, las olas en el océano a la distancia se elevaron entrando las costas, mientras el centro de Edo se rasgaba y dejaba caer la ciudad al vacío incandescente de las entrañas de la tierra. Todos los feudos a su alrededor fueron arrastrados. Era como presenciar el fin del mundo.
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La cercanía con la capital hizo que la caravana decidiera continuar su camino durante la noche. Faltaba poco menos de una hora para que el sol anunciara su salida por el oriente, cuando el primer carro tirado por caballos libró la última pendiente, para mostrar a sus pasajeros un pequeño valle, iluminado apenas con diminutas almenaras en los tejados de las casas, y los campos de cultivo dentro de sus confines, así como el arco Torii y el templo en la colina.
—Henos aquí, Señor Abe: Bienvenido a Tomoeda.
El anciano agradeció mientras que los niños en la parte posterior se pusieron de pie para echar un buen vistazo al lugar. Su última incursión ahí había sido más de un mes atrás, sin embargo, nadie habría podido reconocerlos.
La procesión de carros se detuvo a unos metros de la entrada misma de la villa, en un pequeño puesto de guardia donde ardía una fogata, en torno a la cual tres samuráis hacían las veces de aduana. El primero en levantarse reconoció y saludó efusivamente a Sorata, y de inmediato cedió el pasó, con un jovial "Bienvenidos a casa".
—Supongo entonces que aquí termina nuestro camino compartido, muchacho —comenzó a decir Chung-Hee. Indicó con señas a sus niños para que descendieran del vehículo.
—¿Por qué no se quedan y descansan un poco?, son sólo unas horas desde aquí para llegar a Setagaya, además de que siempre que los comerciantes regresamos hacemos un pequeño bazar nocturno... es una celebración muy agradable. Me honraría si nos acompañara por hoy.
—¿Esta noche? —preguntó el hechicero, sin saber cómo reaccionar a la sonrisa sincera del hombre de negocios aquel—. Supongo que no nos vendría mal conocer un poco más el lugar, ¿no?- - - - -
Sakura despertó pero no abrió los ojos. Estaba tan cómoda y feliz, que no permitiría que nada la molestara, aun cuando escuchaba el trinar de las aves y la luz matutina se colaba por sus párpados cerrados. Seguramente el fresco de la mañana la haría tiritar, y por eso mismo era mejor acurrucarse aún más en ese mullido cobertor que, sin exagerar en términos, la cubría con perfección.
Sin embargo, había algo en el ambiente que se sentía fuera de lugar, en especial con aquello que la abrigaba: era cálido, más de lo que una frazada normal sería; tenía una parte mullida pero firme de él justo debajo de su cabeza, mientras que otra parte pasaba por arriba de su cintura y entraba en contacto directo con la piel de su abdomen por debajo del kimono; ah, y respiraba, podía sentir su aliento en la nuca.
Él sintió entre sus brazos la almohada más suave, esponjosa y aromática que jamás hubiera tenido. Su pecho y abdomen eran consentidos con la indescriptible textura de la seda a través incluso de la tela de su kimono, mientras que su mano derecha se deleitaba con el calor y la suavidad de una superficie desconocida para él, pero que se movía rítmicamente, hinchándose y deshinchándose, además de que su nariz recibía un aroma floral que lo relajaba hasta el paroxismo.
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Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)
AventuraHistoria inspirada en Card Captor Sakura. ¿Y si un buen día fueras simplemente tomado o tomada de todo aquello que conoces? A un lugar donde todas las comodidades a las que la vida común te acostumbró no están presentes, con un cercano como única co...