Epifanías.

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Fueron sólo unos minutos los que les tomó prepararse para asistir al evento al que fueron invitados. El templo, lugar de reunión en esas noches especiales, era iluminado con lámparas de aceite que competirían sin problemas con la iluminación eléctrica.

Todo el corredor del patio interior, desde el arco Torii hasta la puerta del salón de culto, estaba rodeado de tenderetes donde todo tipo de mercancías eran exhibidas por hombres y mujeres que ninguno de los chicos había conocido hasta ese día.

—¿De China, verdad? —preguntó Sorata a todo pulmón, al ver a "los Li" caminar frente a su propio tenderete, mientras parecía buscar entre cajas de madera que no estaban a la vista—. ¿Beijing?
—Hong-Kong—. Respondió el muchacho, enfilando hacia el comercio, tocando con delicadeza la espalda de Sakura para orientarla hacia el lugar.
—Entonces esto es para ti.

El hombre puso sobre su mesa varios juegos de qipao y hanfu de seda, a cuál más bonito y colorido. Los ojos de Li resplandecieron al ver la exquisita manufactura de las prendas, en especial porque fueron confeccionados en una época donde no era común la fabricación automatizada, así que sin lugar a dudas eran hechos a mano.

—Creo que el rosa con rojo te vendría bien a ti. —Apareciendo de la nada detrás de Sakura y provocándole un sobresalto, se escuchó la voz de Arahi con su usual seriedad.

La mujer tomó el qipao en los colores mencionados y lo colocó sobre la menuda figura de Sakura. Si bien Xiao-Lang creía que era un traje excelente, desde ese momento se volvió perfecto. Ni siquiera retiró los ojos de la chica mientras hurgaba en su kimono por el importe del atavío. Y se puso todavía más raro cuando una mirada familiar atravesó la nuca de Sakura, seguida por una exclamación de emoción pura.

A unos pasos de ellos, Tomoyo miraba extasiada a la maestra de cartas, sus ojos daban la impresión de que podrían iluminar el bazar si se apagaban todas las luces.

—Debes ponértelo ahora —dijo la sacerdotisa con voz trémula.
—¡Pero no puedo cambiarme aquí!
—Lo haremos dentro del templo. ¿Quién podría verte con un traje disponible sin sentir la necesidad de hacer que te lo pruebes? —indicó la chica mientras, empujaba a Sakura hacia la entrada del salón de culto, ella ponía algo de resistencia, mientras lanzaba una mirada suplicante a Li para que la rescatara.

A unos pasos de todos ellos, Kurogane apareció con los brazos cruzados sobre el pecho, con sus espadas en la derecha. Escoltaba a la abuela Miu, lo que no era precisamente sorprendente, a decir verdad todo Tomoeda estaba reunido ahí esa noche. Junichiro también apareció y se unió al grupo.

Mientras todo eso pasaba, Li discretamente se acercó al resto de las curiosidades que Sorata tenía sobre su mesa de exhibición, y tomó algo parecido a una vasija con varios orificios en un costado y cuyo propósito escapaba a su imaginación. Sin que nadie lo viera hizo algunos movimientos de manos entre sus bolsillos y la pieza, volvió a dejarla en su lugar, y regresó al grupo.

Sakura fue llevada prácticamente a rastras hasta el templo, de donde no volvió por algunos minutos, tiempo en el cual Xiao-Lang descubrió que Sorata se consideraba a sí mismo como un buen amigo de Kurogane, aun cuando éste lo trataba con cierto recelo, dado lo extrovertido que le resultaba, y junto con el joven campesino tuvieron los cuatro una charla bastante animada.

Sakura fue llevada prácticamente a rastras hasta el templo, de donde no volvió por algunos minutos, tiempo en el cual Xiao-Lang descubrió que Sorata se consideraba a sí mismo como un buen amigo de Kurogane, aun cuando éste lo trataba con cierto re...

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Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora