La planeación de un matrimonio, a pesar de la época, y de que todo estaba a favor, seguía siendo un poco engorrosa. Si a aquello se le sumaba que sería una unión internacional con un miembro de un clan amante de la burocracia, tal como lo era el clan Li, pues se ponía un poco peor.
Verificado su linaje y potestad, Xiao-Lang recibió la prerrogativa sobre su relación con aquel Clan Li anacrónico, y dos alternativas le fueron planteadas: la renuncia al nombre y su plena independencia, o bien, el reclamo de su pertenencia al Clan al ser parte de la rama principal, pero en contrapartida, su servicio incondicional cuando fuera necesario. El lobito optó por el segundo, y una remesa económica le fue suministrada, a cambio de la promesa de reportarse a Hong Kong en el mediano plazo.
En el caso de Sakura, Tomoyo se aseguró de cobijarla bajo su cuidado, y ambas quedaron como sacerdotisas del Templo Tsukimine, y cualquiera de las dos daría a las próximas herederas de tan honorable rol. Ambas, siendo ya casaderas, tenían la responsabilidad de fundar sendas familias, aunque a diferencia de ocasiones anteriores, no habría necesidad de recurrir a una casamentera, conveniencia o nepotismo. Al menos Sakura, sabía perfectamente cuál sería el siguiente paso a dar.
En ese tren de eventos, en una armónica paz, llegó el verano de mil setecientos diecinueve.
Al menos biológicamente hablando, Sakura estaba en sus dieciséis, y había florecido en el máximo esplendor de su juventud. Sus primeros años atendidos en una modernidad que la previno de un sinnúmero de enfermedades, la buena alimentación y su herencia como hechicera, la hacían una mujer relativamente alta entre la población, al igual que pasaba con el gaijin, y lo atípico de sus ojos verdes y el color de su cabello, la convirtieron en un emblema de Tomoeda, que lentamente comenzaba a tomar tintes de mitológicos a legendarios.
Del Gaijin se supo otro tanto. De poco a poco, iba involucrándose más y más en la milicia, y eventualmente dejaría de ser la mano derecha de Kurogane, para convertirse en un señor feudal por mérito propio, lo que realmente detenía su ascenso era su condición de extranjero, y sus ideas "modernas", que se distanciaban un poco de una tradición tan férrea como la de Edo, en los albores del siglo XVIII.
Para junio de ese año, aquellos que podían considerarse la familia de ambos, es decir, los Ou y los Amamiya, tuvieron conversaciones más de corte simbólico para acordar los términos y las condiciones de la unión entre ambas familias, donde a pesar de su importancia y peso en la política, tenían una libertad que sólo operaba entre los plebeyos: el matrimonio tendría como primera razón al amor mismo.
Aún había ocasiones en las cuales Sakura despertaba a mitad de la noche, y desconocía el lugar en el que estaba, y esperaba encontrar a su padre o a Touya, e incluso exploró en los cajones para cerciorarse de que Kero no estuviera oculto en alguno. Desde luego, la realidad era inevitable, y nada de aquello pasó. Sin embargo, dichos momentos se hacían cada vez más esporádicos, lo que eventualmente haría que desaparecieran por completo. Ella se quedaría allí, y debía hacerse a la idea.
—En realidad, a mí me pasa igual —contó el prometido, mientras andaban de la mano por los pasillos del templo—. Siempre pensé que era completamente autosuficiente e independiente, y sólo hasta ahora me doy cuenta de cuánto extraño la voz de mi madre... incluso...
—Comienzas a olvidarla, ¿no es así?
—Precisamente, al igual que pasa con mis hermanas o con Wei. Creo que si no estuvieras conmigo, ya me habría vuelto loco de soledad.
—¿Recuerdas por qué paramos aquí en primer lugar?
—Kaito... todo aquello me parece tan lejano ahora.
—Y también todo parece más lento, ¿no?
—Sí. La gente vive vidas tranquilas, no hay prisas por hacer nada, es un ritmo mucho más simple, pero al mismo tiempo, más disfrutable.
—Por cierto, Tomoyo me contó lo que pasaría la noche después de... bueno, tú sabes.
—La boda —dijo él, viendo cómo la joven se encogía y se sonrojaba—, el día de la unión —siguió sin mirarla, pues la violencia del sonrojo lo podía observar con su visión periférica—, el día del casamiento... ¿Ese día?
—¡Sí, Xiao-Lang, ese día! —le reclamó ella, mientras le daba golpecitos sin fuerza en el pecho y ocultaba el rostro—. Aún sigo preguntándome si es que realmente vamos a hacerlo.
—Seguimos hablando de la boda, ¿verdad?
—¡Claro que sí! —respondió treinta segundos después, tiempo que le costó entender la broma. Él reía.
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Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)
PertualanganHistoria inspirada en Card Captor Sakura. ¿Y si un buen día fueras simplemente tomado o tomada de todo aquello que conoces? A un lugar donde todas las comodidades a las que la vida común te acostumbró no están presentes, con un cercano como única co...