La noche del dragón.

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El Dragón rugió en el cénit, y desde su hocico nació una llamarada que incendió la noche. Sakura lo observó mientras el fuego se regaba por el cielo, en forma de un inmenso aro de fuego blanquecino que habría sido un espectáculo de belleza incomparable, si no fuera el presagio mismo de la destrucción.

Siete lenguas de fuego nacieron del aro, e hicieron camino a través de la noche hacia los templos de los otros seis feudos y uno más al castillo Chiyoda, sede del gobierno imperial de todo Nihon. Aún cuando el fuego estaba a varios miles de metros por encima del suelo, su calor pudo sentirse en tierra, provocando el relincho de los caballos, aullido de lobos, y un desasosiego general en todo ser vivo en los alrededores de la capital.

Iniciados los primeros incendios, el Dragón enfiló a velocidad supersónica al templo Tsukimine.

Su aterrizaje se daría en segundos, Sakura fue la primera en dar un paso al frente donde calculaba que su adversario caería, y liberó el cetro de los sueños, mientras Tomoyo hacía con sus manos la postura para crear su barrera y limitar el combate al templo, parte del pueblo y la colina más cercana, Xiao-Lang se abrió algunos pasos a la izquierda detrás de ellas, mientras que Kurogane y Arashi hacían otro tanto en dirección opuesta.

Un extraño, pero gratificante escalofrío recorrió la espina de todos. Esa era sin lugar a dudas la batalla decisiva, un momento donde todos los involucrados podrían decir sin reparos que eran privilegiados, el futuro del país, probablemente del continente estaba en juego, y eso no era poca cosa.

El dragón escupió una ola de fuego que cubrió toda el área visible del cielo de los héroes. Sakura, ahora consciente de que la forma de las cartas era sólo una interpretación de su poder interno en la realidad, señaló con su cetro hacia el dragón, invocando a Gale.

El vendaval resultante chocó contra las llamas y continuó su marcha hasta impactar con la cabeza del dragón, con lo que disolvió su coraza incandescente, y obligó al trío dragón a caer en los terrenos del templo.

A la distancia, desde las colinas, Junichiro observaba con la boca abierta el descenso del dragón, listo para comenzar a escribir. Hizo jurar a Tomoyo con una mano en el corazón que lo dejaría dentro de la barrera: lo documentaría todo o moriría en el intento.

Desde una loma opuesta de donde estaba el aprendiz de escribano, el general Issa, de armadura y a caballo junto con sus hombres, vio cómo el inmenso fuego se elevaba al ser rechazado por la hechicera, e iluminaba la noche, lo que subía apenas perceptiblemente la temperatura del valle, para desaparecer por completo un instante después, donde sólo el ruido nocturno natural, el canto de ranas y grillos, podía ser escuchado.

—La sacerdotisa ha levantado su barrera —anunció en voz baja a su batallón. Seguido de ese comentario quedó un silencio nervioso del contingente, de casi quinientos soldados a sus espaldas.
—¿Qué debemos hacer, general?

El viejo sacó su pipa de la armadura junto con un pedernal, y tras algunas fricciones, exhaló una espesa nube de humo de tabaco.

—Esperar y confiar.

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Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora