Volver a la vida.

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—Hiiragizawa es ciertamente un buen argumentador, las críticas que hace a los libros son muy buenas.
Es lo menos que podría esperar, ha vivido ya dos veces. Es un cretino. Me agrada, pero tengo dudas muy serias sobre su honestidad.
—¿Vivir en el campo?
Tokio siempre está tan lleno de gente, aunque los suburbios son muy tranquilos, definitivamente es un gran lugar para vivir.
—Todos los niños de la villa de Tomoeda deben ser los ancestros de Sakura y todos nuestros amigos... Japón es uno de los países con menos movimientos migratorios en el mundo.
Sakura pertenece a una de las más importantes familias de hechiceros de Tokio, eso sí que fue sorpresivo. ¿Me pregunto qué otra cosa no sabemos sobre ella?
—Debo prepararle una habitación en mi departamento también.
¡Guau! ¡Más lento, vaquero!
—¡No...! ¡No estoy sugiriendo nada raro! Es por eso que debe ser una habitación, no pretendo que duerma en la mía.
Claro. Porque si en un giro del destino tu novia llegara hasta tu habitación, seguramente querrá dormir.
—Guarda silencio.
Yo soy tú, idiota, guarda silencio tú.
—No recuerdo que mi yo interior fuera tan molesto y escandaloso.
Es interesante que lo digas. Hay un ying por cada yang, y lo más curioso es que tu antítesis no está necesariamente afuera, buscándote... casi siempre está bajo tu misma piel, equilibrando el tipo de persona que eres. Tal vez esté mal que yo mismo lo diga, pero escucharme de vez en cuando, podría evitarte malos ratos. A lo mejor todo este asunto de acercarte tanto a la muerte te hizo más susceptible a escucharme.
—Eso es aterrador.
Tú eres aterrador y raro, y aún así, te las arreglaste para conseguir una novia. ¡Y vaya novia, muchacho! ¡Fue hasta las entrañas del infierno por ti! Se merece una gran compensación. Si tú me lo permites, yo podría...
—¡Mantente lejos de ella!
Claro, me mantendré tan lejos de ella como tú. Por cierto, sé que estás agotado y todo eso, pero creo que nos buscan afuera, valdría la pena que echaras un vistazo por un momento.

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Cuando Xiao-Lang abrió los ojos, el techo de la habitación reflejaba la intensa luz anaranjada del ocaso, las cigarras y las ranas cantaban con fuerza, y un agradable olor a leña de fogata se podía sentir en el aire.

Sentarse en el futón le demandó más esfuerzo del que esperaba. Seguía muy cansado, además de que estaba hambriento, y su vejiga estaba por estallar. Identificó que estaba en uno de los muchos salones del templo, en uno particularmente vacío y tranquilo. Estaba vestido con una yukata ligera, lo que le dio la confianza para intentar levantarse, y cuando lo hizo, la puerta corrediza se abrió.

Kurogane lo miró con la seriedad de siempre y de inmediato se acercó para tomarlo del brazo y ayudarlo a andar.

—¿Cómo te sientes?
—Como si me hubiera arrollado un camión...
—¿Un qué?
—Eh... es un tipo de carreta que tenemos en Hong-Kong.
—Si te sientes tan mal, aún tengo la ropa blanca que te conseguí, y aún puedo ser tu kaishaku.
—¿Le importa si posponemos eso por una temporada?
—Bien por mí.

A un paso desesperantemente lento, el chico fue conducido a la letrina más cercana, y luego fue guiado hasta un cuarto de baño donde se le dieron todos los aditamentos para un aseo profundo y concienzudo.

—Yo por supuesto, no voy a ayudarte con eso, sólo me quedaré aquí para asegurarme de que no te caigas y eches a perder todo lo que la hechicera hizo por ti —puntualizó el samurái, mientras lo ayudaba a quitarse la yukata.

El chicó tomó el baño caliente más placentero de su vida, y luego de unos minutos se sumergió en una gran tina de madera, donde sintió que de un momento a otro iba a quedarse dormido de nuevo.

La puerta de este nuevo cuarto se abrió.

La puerta de este nuevo cuarto se abrió

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Gesta De La Hechicera y el Gaijin (2da ED)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora