9. Encantado (r)

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La noche era fresca, no había muchas estrellas en el cielo pero la luna brillaba desde su punto más alto. El aire rozaba sus mejillas, aquellas que ardían por la adrenalina del momento, además del alcohol.

—¿Cómo es que estabas allí? —quiso saber una vez que su respiración se tranquilizó luego de que se detuvieran en la orilla del río. Ambos estaban sentados en una piedra plana.

—Trabajo allí los fines de semana.

Jimin asintió, apretando los labios.

—Ese tipo... —habló de nuevo el otro, un poco indeciso al rascar su nuca—, siempre causa problemas. Cada que llega a Serendipity lleva a jóvenes al baño y los lastima. Van dos veces que tenemos que llevarlos al hospital.

Jimin lo miró asustado.

—¿Y por qué le siguen permitiendo la entrada?

—Pues porque conoce al dueño. Son amigos.

Jimin comprendió. No sabía cómo había sido tan desafortunado en topárselo aquella noche, cuando todas las otras veces corrió con la suerte de que no. Ahora sabía que debía tener mucho más cuidado.

—¿Y cómo sabías que yo... —comenzó a bajar su voz— estaba con ese tipo en los baños?

El otro movió la cabeza, esquivando su mirada.

—Vamos, Yoon, dime.

El aludido se dio por vencido, mirándolo desde el rabillo del ojo derecho confesó:

—Siempre te veo.

Eso sorprendió a Jimin, provocando que parpadeara sin saber bien qué decir. Yoongi se corrigió con rapidez:

—Quiero decir, desde mi lugar siempre miro la pista para saber si les agrada la música que coloco. Te ví bailando con TaeHyung desde que llegaste, luego estabas solo hasta que ese tipo se te acercó. Sabía que estarías en peligro si se le ocurría llevarte de allí, ya sea al baño o a otro lugar. Sólo... —se encorvó y susurró—: no podía dejar que lo hiciera.

—Así que lo golpeaste y huiste de tu trabajo. Quién lo diría, Min Yoongi golpeando a alguien.

Pese a que sonaba burla, la sonrisa en su rostro era de una felicidad difícil de explicar. Yoongi lo miró.

—Es la primera vez que golpeo a alguien —miró sus nudillos. Jimin también lo hizo. Estos estaban heridos, el del dedo medio tenía rastros de sangre—. Pero valió la pena.

Jimin tomó su mano diestra con rudeza, acercándola hasta sí para observarla mejor.

—No vuelvas a hacerlo. —Reprendió—. Estas manos son de un pianista. No vuelvas a lastimarlas.

Yoongi se cohibió un poco más, queriendo tirar de su mano para alejarla de él, pero Jimin no lo dejó. Sacó del bolsillo de su chaqueta un poco de papel que siempre llevaba mal enrollado, cortó unos cuantos cuadritos y comenzó a pasarlo por los nudillos del otro.

—Gracias por ayudarme. Estaba un poco borracho, no creo que yo pudiera salir de allí solo.

Yoongi sólo susurró:

—De nada.

Jimin no lo miraba, quizá no quería, sabía que pondría más nervioso a Yoongi si lo hacía.

—¿Eso quiere decir que siempre me has visto allí bailando? —inquirió luego de un rato, cuando dejó tranquila la mano de Yoongi. Éste asintió en silencio—. Wow, qué loco.

—Sí, qué loco.

Jimin quería que le contara más. Quizá que ya lo había visto antes o que no fue casualidad que se le quedara viendo la primera noche que se conocieron. Algo, lo que fuese. Pero Yoongi sólo agachó la cabeza y tambaleó sus pies sobre la roca. No hubo más que silencio.

Una vez en una borrachera [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora