23. El coraje de soltar

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Tuvo un despertar tranquilo hasta que recordó aquella ausencia que le provocaba un vacío en el pecho. Estiró su cuerpo sobre el colchón y suspiró sonoramente. Se obligó a levantarse para por fin salir de su habitación. Un aroma a comida peculiar inundó su nariz una vez estuvo afuera.

—¿Ya despierto, pequeño? —inquirieron desde la cocina mientras bajaba las escaleras.

Caminó hasta allá, encontrando a su madre quien se volteó hacia él con una sonrisa.

—Hice sopa. ¿Quieres desayunar conmigo antes de irte a la escuela?

Jimin asintió, sintiendo cómo la sombra en su corazón era perforada con un rayito de felicidad. De esa felicidad que sólo su madre podría formar en él.

Ambos se sentaron con su platillo de frente. Emocionado, Jimin comenzó a comer.

—Dime, cariño. ¿Qué tal la escuela?

—Bien. Creo.

—¿Crees?

—Sí, bueno. Estoy intentando hacer cosas nuevas.

—¿Cosas nuevas como qué?

—Pues... cosas.

No creía prudente decirle aun a su madre que estaba a una semana de un concurso de baile, quizá pensaría cosas erróneas como...

—Mientras no te distraiga de tus clases, todo bien —esa.

—No, no. Nada de eso.

—Bien.

Volvió a formarse el silencio, que era interrumpido de vez en cuando con los sorbeos de sopa.

—¿Y bien? —quiso saber su madre cuando su plato estuvo vacío—. ¿No hay un chico por allí?

—Lo hay. 

No pudo evitar una pequeña sonrisa que se fue tornando triste.

—Pequeño, ¿qué está mal? ¿No es bueno contigo?

—¡Lo es! —aclaró con rapidez—. Sólo... ahora no está aquí. Está siguiendo parte de su sueño sobre tocar piano.

—¿Piano? ¿Música? —Jimin asintió—. ¿Y podrá mantenerse con eso?

—Ma'.

—No me lo tomes a mal, pero muy pocos pueden sustentarse viviendo del arte.

—Pero él sí podrá.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Porque es bueno en lo que hace.

—A veces, con sólo ser bueno no es suficiente.

Para demostrarle que tenía razón en que Yoongi sería el mejor pianista, sacó su teléfono y reprodujo el video que le había mandado hacía unos días.

—Mira.

Una sinfonía comenzó a inundar la callada estancia, instrumentos de viento acompañados con dos pianos resaltaron sus notas y, en primera plana de la pantalla, un chico con traje negro daba todo de sí al presionar sus dedos sobre las teclas de uno de ellos.

—Bueno —comenzó su madre cuando el video terminó—, espero que logre serlo y mantenerse. Al igual que espero que Tae pueda.

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Su pecho subía y bajaba, sentía a su corazón latiendo en la boca, quería vomitarlo por la intensidad con la que corría su sangre. El sudor bajaba desde su cuero cabelludo y recorría todo su rostro; su lengua escaldaba por falta de agua y sus piernas temblaban.

Una vez en una borrachera [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora