Prólogo

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Todo estaba listo para ritual. No faltaba absolutamente nada.

El joven se paseaba con una túnica negra hablando una lengua extraña. Encendió las velas negras, dejando únicamente una blanca, y colocó los pergaminos a la derecha y a la izquierda perfectamente.

Cogió una pequeña campana que hizo sonar nueve veces, dando una vuelta en el sentido de las agujas del reloj para purificar el aire; el sonido era fuerte y penetrante, no suave y tintineante. Alzó los brazos al aire, haciendo unas figuras bizarras y tomó aire, concentrándose.

—Iln nomine Dei nostri Satanas Lucifer excelsi —gritó al aire— ¡En el nombre de Satán, señor de la Tierra, Rey del Mundo, ordeno a las fuerzas de la oscuridad que viertan sobre mí su poder infernal! ¡Abran de par en par las puertas del infierno y salgan del abismo para saludarme como su hermano y amigo!

Sintió el ambiente más pesado, las velas comenzaron a tronar su fuego y a moverse con fuerza.

—¡Concededme las indulgencias de las que hablo! ¡He tomado vuestros nombres como míos! ¡Vivo como las bestias del campo, regocijándose en la vida carnal! ¡Favorezco al justo y maldigo lo podrido!

Los pergaminos se movían, con una especie de viento infernal que comenzaba a hacerse presente.

—¡Por todos los Dioses del Averno, ordeno que todo lo que diga suceda! ¡Avanzad y responded a vuestros nombres manifestando mis deseos! —gritó con más fuerza— ¡Oh, escuchad los nombres!

Acto seguido, comenzó a recitar los nombres infernales, a los distintos demonios para que se hicieran presentes. Tomó aire y se acercó al cáliz de plata que tenía a sus pies, lo levantó y tomó del vino, dando un gran trago y sintiendo el dulce licor recorrer su garganta.

Cogió una espada y comenzó a señalar a cada punto cardinal contrario a las manecillas del reloj, invocando con cada uno el nombre del príncipe infernal respectivo.

—Satán —pronunció señalando el Sur—, Lucifer —para el Este—, Belial —para el Norte y finalmente apuntó al Oeste con un sonrisa—, Leviatán.

Una vez hecho esto y la bendición con el bastón que utilizó, cogió un pergamino que leyó con atención, esbozando una vil sonrisa e imaginando el desastre que causaría con ello.

Abandonó el área del altar, dirigiéndose a su sala que era donde se sentía a gusto y seguro. Pensaba, imaginaba la escena con detalle, sintiendo la excitación recorrer cada fibra de su cuerpo.

Se quitó la túnica, quedando completamente desnudo en el oscuro y frío lugar y se colocó en el suelo, cogió una carpeta y la observó fijamente.

Pornografía, dibujos, imágenes, pinturas; todos aquellos elementos mostrando el acto carnal, el sexual, el hambre del cuerpo por sentir piel ajena, experimentar el placer. Leyó los escritos de poesía erótica y aquella historia que había creado para el momento. Sonrió, sintiendo su hombría despertar y lentamente irse endureciendo, mientras mantenía la imaginación gráfica y escrita presente.

Cogió un aceite aromatizado que comenzó a derramar en zonas sensibles de su cuerpo para intensificar el conjunto, actuando para entrar más en el papel.

Agarró en el sofá una bufanda color azul marino con mosaicos negros, la aspiró profundamente, oliendo y grabando aquel aroma y fragancia relacionada con aquella persona. Prestaba atención al mismo tiempo a la música jazz de fondo, en voz baja, también la favorita de él. Aspiró más, hasta que finalmente aventó la prenda y soltó un fuerte grito, para proseguir con el conjuro que deseaba.

Habló, para proseguir con el ritual. Lo que todos usaban a la hora de practicar con este tipo de rituales. Y cuando sintió finalmente su pecho calentarse, esbozo una sonrisa y ahora profundizó.

LEVIATHAN - yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora