Epílogo

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Jennifer Roseanne cargaba al bebé en brazos, a aquel lindo retoño que lucía tan frágil pero sus ojos grises reflejaban los demonios que abarcaban en su interior.

No tenía poderes pero tendría poder en otras cosas.

Manipulador, mentiroso al igual que su padre. Soberbio, lujurioso y lleno de ira igual que el amante. El vil reflejo de dos demonios en el cuerpo de un mortal.

Llegó hasta la cabaña junto a aquel hoyo donde ya dos personas la esperaban. Esbozó una débil sonrisa y se acercó a ambos.

— Parker, Yoshua. — Susurró ella.

Ambos demonios le sonrieron débilmente y la abrazaron tomando al bebé. Parker fue quien lo agarró arrullándolo suavemente mientras Yoshua observaba a la niña mortal. Una pieza valiosa en todo aquello.

— Gracias. — Susurró Yoshua. — A partir de ahora nosotros nos haremos cargo. Aún quedan dos príncipes infernales que deben morir.

— Madame, Notre Mort. — Susurró ella asintiendo débilmente.

— Lo llevaremos a Polonia donde crecerá. — Explicó Parker observándola. — Tienes el amuleto que te guiará a los demonios faltantes. Todos deben desaparecer.

— ¿Entonces él no será un demonio? — Preguntó Jennifer Roseanne apuntando al bebé con su barbilla.

— No lo sabemos, no podemos matarlo. — Explicó Yoshua. — Lo llevaremos al orfanato y si el elemento hielo vuelve a iluminarse, deberás buscarlo y detenerlo. Matarlo.

Jennifer mantuvo un largo silencio y asintió con pequeñas lágrimas.

— El fuego y el hielo ya no existen. — Susurró ella. — Taylor... Jereth...

Quebró a llorar. Yoshua la abrazó y levantó su barbilla.

— Estarán bien. En una realidad lejana terminarán juntos pese a todo. — Sobó su mejilla y depositó un beso. — Mientras debemos centrarnos en la profecía que hizo Satán. Hay que quebrarla. Las realidad de Leviathan y Belial en otras, vivirán atormentados eternamente sino.

— ¿Dónde estarán? — Preguntó ella débilmente.

— Estados Unidos es la más cercana. Después deberemos esperar a que el bebé crezca y esperar si la sangre demoníaca sigue corriendo o no. Pero eso no lo sabremos hasta dentro de dieciocho años que tenga la edad.

Jennifer asintió.

— Pero te advertimos Jenny. — Susurró Parker. — Una vez que mates a todos los demonios, dejarás de crecer, tengas la edad que tengas. Vivirás eternamente y para morir...

— Me las sabré arreglar, no te preocupes. — Jennifer asintió un poco con una débil sonrisa. — Deben irse ya a Polonia, el hoyo no sé cuánto tiempo más quede abierto ahora que Taylor ha muerto.

— El de Italia y Suecia cerrarán. — Parker observó el entorno. — El Océano Atlántico, Estados Unidos y Polonia serán los únicos abiertos entonces.

— Tres realidades restantes. — Finalizó Yoshua. — Deberemos esperar y ver qué sucede. Este ciclo ha cerrado, se ha abierto otro con las maldiciones de Taylor.

— ¿Qué debo hacer? — Preguntó Jennifer.

— Belial y Leviathan murieron poco después que ellos. — Habló Parker. — Los encontramos agarrados de la mano, quizás, después de darse el beso de la muerte.

Jennifer lo observaba con lágrimas

— Jimin nunca quiso ser demonio. No quería eso para él, ni para Yoongi. — Susurró quebrado. — Al menos murieron juntos, pudiendo estar en paz un tiempo en su eterna realidad juntos. El amor extraño y curiosamente dado entre un médico escéptico y un demonio enamorado.

Jennifer esbozó una pequeña sonrisa y sollozó asintiendo.

— Lo merecían...

—Pero debido a la maldición de Taylor, renacerán siendo ellos mismos pero en otra realidad como mortales. Deberás romper aquel ciclo en lo que el hijo crece y vemos si es o no un demonio. —Yoshua cogió la palabra.

— Bien. — Ella asintió. — Lo haré.

— Ten mucho cuidado, y no lo olvides. Cuando hielo vuelva al brillo, lo buscarás.

Jennifer asintió y los abrazó una última vez.

— Cuídate pequeña. — Yoshua le guiñó el ojo. — Serás siempre mi sobrina favorita, no lo olvides.

Asintió nuevamente entre risas y lágrimas.

Los dos demonios se dejaron caer dejándola sola. Un suave viento levantó su cabello.

— Hay que quebrar la maldición. — Susurró ella una última vez. — Comenzando por la realidad en la que renacerán. Después, buscaré al hijo de Leviathan si llega a transformarse en demonio y... — Se frenó unos segundos observando el vacío. — Esto debe cerrarse.

Cerró sus ojos y guardó el amuleto.

— Llévame a Estados Unidos. — Susurró aferrándose al amuleto. —Hay una realidad allá que cuidar y cerrar. Una maldición qué quebrar.

Y se lanzó en completo silencio, el hoyo cerrándose también dejando un simple hueco enorme a la tierra que no llevaba a ningún lado.

El viento sopló y poco a poco esa realidad se fue vaciando, todo lo que lo encerraba desapareció. La lentitud tortuosa hasta que no quedó nada. No en esa realidad al menos de los príncipes infernales.

Los cuatro príncipes que le dieron su vida a la muerte.

Madame Notre Mort

Y la chica mantuvo el silencio, viajando, viajando, buscando desesperada aquella realidad enfermiza. Deteniéndose finalmente en aquel pasillo observando todo desde lejos.

Observando a un chico rubio ir avanzando por aquel pasillo dando pequeños brincos. Un adorable niño que avanzaba más y más rápido... y...

Y como chocó con aquel frívolo chico de ojos grises y negra cabellera que lo mandó al suelo en un fuerte empujón, comiéndolo con la mirada. El ángel encontrando al demonio esta vez, y no como antes.

Jennifer observó en silencio a aquellos dos chicos viéndose fijamente siendo aún tan niños. Tan pequeños, vulnerables y malditos. Ella comprendió que esa relación no tendría escapatoria, era demasiado para ella. Ella, que sabía, como terminaría todo eso, sabía que nunca los podría separar sin tener terribles consecuencias.

Así que se alejó suavemente y, en lugar de detenerlos, los dejó seguir su vida sin interrumpirlos y que ellos solos eligieran sobre su destino.

Se aferró a su amuleto comenzando a avanzar lejos, entrando a aquel hoyo y viajando otra vez. Lejos, buscando al otro demonio que debía detener. Aquel demonio que sabía, en el fondo de su ser, sería el peor de todos. Pero lo enfrentaría. Lo acabaría. Lo acabaría y finalmente las almas de los príncipes infernales descansarían en paz. 

En la eterna muerte. 











LEVIATHAN - yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora