-¿Ya te vas?- preguntó el canario somnoliento al notar cómo la chica rubia empezaba a vestirse.-Si... lo siento Pedro, tengo prisa.
-Siempre tienes prisa, Anna.
-El otro día me quedé a desayunar.- se excusó con un motivo probre, más centrada en abrocharse los botones de la camisa que en otra cosa.
-Ya.
"Y yo pensé que había sido un avance"
-No te importa que no te acompañe a la puerta, ¿no?
-No, tranquilo. Nos vemos, Pedro.
Y dicho esto salió de la habitación, al poco tiempo el moreno oyó la puerta de su casa cerrarse y suspiró, girándose para enterrar la cara en la almohada y decirse que aquella había sido la última vez. No volvería a recaer más.
Esta mañana
se ha colado un rayito de sol,por tu ventana,
que es la ventana de mi habitación.Esta vez se despertó él primero, pudo suponer que estaba amaneciendo por la tenue luz que traspasaba el cristal de la ventana. Se estiró un poco con cuidado y notó que la rubia se revolvía afianzando más el agarre en su cadera.
Era preciosa, con los ojos cerrados y con esos labios rosados que le volvían loco cada vez que los besaba. La rubia tenía un cuerpo precioso, y por ello, parecía que el canario era totalmente incapaz de resistirse a tocarlo cada vez que se veían. Aunque se dijera mil veces que iba a acabar con el corazón roto si continuaba así, él seguía dentro del bucle que parecía no tener fin.
Llevaban tanto tiempo en aquella situación que a veces, cuando abría los ojos, no sabía si aquella habitación era la suya o de la chica, estaba seguro de que ambas camas tenían ya tatuados los dos nombres. Y ahí seguían, noche sí, noche también, probablemente las mejores de su vida, hasta que se despertaba y, o estaba ya solo, o sabía que tenía el tiempo contado para estarlo.
Se ha asomado
y me ha pillado metiéndote mano.Esta mañana...
sí que hacía calor.Dejó de divagar cuando unos labios le rozaron por debajo de la oreja, y sonrió automáticamente. Los besos bajaron hasta su mandíbula haciendo que soltara pequeños suspiros. Su mano descendía por la piel tostada de Anna hasta llegar a su culo, donde apretó sin pudor.
-¿Hoy tienes ganas de más?
-He soñado contigo.- le susurró en el oido.
Y obviamente, a eso, no podía resistirse.
Le besó en la boca, con ganas, de ella y de parar el paso del tiempo. Agarró los glúteos entre sus manos mientras notaba como Anna anclaba las suyas en sus hombros. Cuando estuvo prácticamente encima de ella bajó a su cuello, llenándolo de saliva y notando el aumento de la temperatura corporal de ambos.
Le devoró el cuerpo tal y como había sucedido al revés la noche anterior. Marcó su pecho, lo recorrió entero a besos y lametazos hasta llegar a su cadera y sonreír lascivamente con la mirada fija en los ojos verdes de la chica. Sin más demora sumergió la boca en su clítoris y pasó la lengua por su punto más placentero. Absorbía y se recreaba en su tarea mientras los gemidos de Anna le indicaban que no parase, que necesitaba más.
Aumentó el ritmo, incluso tanteó con los dientes hasta un cierto punto, le agarró las caderas para que no se moviese y cuando adentró un par de dedos en su vagina, notó como empezaba a temblar. Con la mano que tenía libre pellizcó sus pezones, ya erectos y sensibles, provocándole aún más.
Jugó con cada uno de ellos como también jugaba más abajo con su sexo. Le notó acercarse al límite, su entrada palpitar y cómo le clavaba sus uñas cortas en el cuello.