ONE SHOT (17) La feria de Sevilla

2.9K 114 43
                                    

SOPRESA. Espero que os guste.

El año pasado eché los papeles para poder hacer el SICUE, el intercambio entre universidades dentro de España, ya que quería cambiar de aires y alejarme un poco de Pamplona, se me había quedado pequeña la cuidad y el agobio por no tener intimidad perturbó mi forma de ser, preocupándome más por el que dirá la gente. Finalmente, cuando se resolvieron los destinos tuve la desgracia de que me cancelasen la primera opción que fue Valencia pero me cogieron en el segundo destino siendo Sevilla para así estudiar derecho en el último año.

Y gracias a la decisión de mudarme a Andalucía pude disfrutar de mi primera feria con mis nuevas amigas sevillanas.

El atardecer con tonos rosados y anaranjados iluminaba Sevilla, haciendo lucir a la capital de Andalucía aún más bonita de lo que ya era. El recinto ferial estaba cada vez más lleno y sospechaba que el aforo se estaba superando con creces. No pensaba que fuese tan agobiante la situación pero lo era y bastante, al no tener espacio vital y recibir empujones cada segundo. Nada es tan bonito como lo pintan.

El calor apretaba en la cuidad y el vestido de sevillana no ayudaba en absoluto, formado por tela gruesa y volantes por todos lados. No supe lo que pesaba uno hasta que me lo puse.

El vestido que llevaba era de un morado claro precioso con mil volantes a los pies y otros tantos colgando de los codos. Costaba moverlo con pasos cortos y con las cuñas bajas, que en un principio eran cómodas pero las rozaduras de después no opinaban lo mismo. El mantón a lo largo del escote era negro bordado con detalles de flores blancas y el broche de oro con forma ovalada, todo heredado de la abuela de María. En mi pelo con mil horquillas se encontraba plantada la flor, en lo alto de la cabeza y del mismo tono que el vestido. Y me había recogido el pelo en una trenza de espiga para evitar morir de calor.

Una tarde mi compañera de piso y yo nos dedicamos a probarnos todos los vestidos que su madre le había mandado desde el pueblo y nos hicimos acopio de mantones, flores, broches y pinzas para vestir todos los días de feria con un traje diferente. Me enseñó a bailar después, con el poco arte que derrochaba por mis venas y entre risas me explicó emocionada cómo funcionaban las casetas de la feria.

-Chiquilla que calor hace.- Comentó María sofocada al salir de la caseta de sus padres.

Había entrado sola para avisarles de que nos íbamos a la de nuestra otra amiga. Ellas ya estaban esperándonos allí.

Movió su vestido blanco con una patada ajustando el bajo de la tela y se enganchó a mi brazo para empezar a caminar entre la gente, en busca de Sonia y Almudena.

Las dos chicas vestidas ambas con trajes rojos pero con mantones y flores de diferentes colores nos saludaron con la mano sonrientes, como si no llevásemos toda la tarde juntas. El efecto de la feria.

-¿Entramos? Me ha dicho mi padre que nos invita a una jarra de rebujito.- Nadie dudó ante las palabras de Almudena y todas asentimos.

Al dar un paso una presión en la vegija me hizo darme cuenta de que tenía que ir al baño o explotaría.

-Chicas, primero voy al baño.- Comenté cruzando las piernas.

Se giraron para mirarme y rieron un poco por verme tan desesperada.

-Pues esta no tiene. Lo siento.- La caseta del padre de Almudena no tenía baño y me fastidió.

-Ya podías haber entrado conmigo a la de mis padres.- Se quejó María arrastrando las palabras demostrando que las tres rondas de rebujitos si subían.

-Te acompaño.- Se ofreció Sonia pero rápidamente negué.

-Están aquí al lado los baños, ahora vengo. Entrad vosotras que luego os llamo para que alguna salga.

One shots PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora