Tenía la sensación de estar en un sueño. En uno precioso con nombre y apellido. Perdido en un hotel de canarias con Pablo Martín Paez Gavira.Había despertado hacía un rato, con la sensación de la boca seca, así que, me levanté para ir al baño y beber un poco de agua. Al mirar por la ventana del hotel vi como el viento sacudía los árboles y aquello me quitó las ganas de salir a caminar un rato, como había previsto, así que volví a acostarme junto a él.
Llevábamos algunos días juntos en las islas, disfrutando de una tranquilidad que parecía irreal. Entre el caos de los partidos cada dos días y del ajetreo de nuestras vidas no nos permitían disfrutar de tiempo a solas.
Nunca pensé que alguien como Gavi me traería tanta paz, con su risa aguda, sus chistes malos y sus caricias y besos repentinos.
Y allí estaba, dormido bocabajo, con los brazos debajo de la almohada y la cabeza ladeada encima de la misma. Mechones de su pelo deshecho acariciaban su frente.
Por algún motivo, verlo tan tranquilo me hizo querer jugar con su cabello castaño, revolviéndolo un poco mientras le despertaba.-No...- Balbuceaba haciendo pequeños ruiditos de desaprobación.
-Venga... Es tarde.- Le decía en voz baja, porque en realidad me daba pena despertarlo del todo, pero no podíamos pasar toda la mañana en la cama, teníamos un vuelo que coger en unas horas y muchas cosas por ver aún.
Con desgana, Pablo se levantó lentamente de la cama y se dirigió al baño, dejándome allí solo, mirando su espalda tonificada y completamente desnuda conforme se alejaba. Quería memorizar cada movimiento de sus músculos al caminar. Era una obra de arte.
Al volver del aseo, estaba mirando mi móvil apoyado en el cabezal de la cama.
-¿Tienes agua por ahí?- Preguntó aún con la voz ronca.
-Sí, claro.- Contesté, pasándole un termo que traía siempre encima, que había estado en mi lado de la cama toda la noche.
Bebió un poco y se volvió a acostar, esta vez de espaldas a mí, tapándose hasta la cabeza con las sábanas, no sin antes echarme un vistazo para asegurar que lo veía.
-¡Oye!- Grité sorprendido.
-Un poquito más... Aunque sea cerrar los ojos, no me voy a dormir, te lo pro...- Las últimas sílabas no se entendieron.
Volví a acostarme del todo, esta vez arropando a mi acompañante, rodeando sus brazos con los míos, pegando mi cuerpo al suyo.
El sevillano rió un poco por lo bajini y no entendí muy bien a qué se debía.-¿Qué te pasa a ti ahora?
-Nada... Hace dos meses me hubiese dado vergüenza la situación.- Y era cierto, era tan reciente nuestra relación que aquello me hizo sonreir. -Me ha hecho gracia la situación.- Dijo soltando otra risita. -Ahora que sé que se siente bien ya no más.
-¿Ahora ya no?
-Ahora ya lo sabes.
-¿Que se supone que sé?- Pregunté intrigado y divertido a la vez.
-Lo que provocas en mi...
Y sin añadir nada más, cogió mi mano, que reposaba en su torso, y la colocó encima de su miembro. Estaba erguido y yo, rojo como un tomate.
No era la primera ni la última vez que hacía aquel gesto, pero por algún motivo, siempre me sorprendía su atrevimiento. Gavi era puro fuego y lo comprobé cuando decidimos poner fin a la tensión que se palpaba en el ambiente cada vez que estábamos juntos, ya fuese a solas o con nuestros compañeros, besé sus labios por primera vez el día que ganamos La Liga, con toda la euforia del momento en el hotel y el alcohol de más que nos ofrecieron caímos los dos sobre la cama de matrimonio entre empujones y risas, no tardamos en besamos salvajes y necesitados. Acabé la noche con chupetones a lo largo de todo el cuello y con las manos de Gavi clavadas en mis caderas al ser sujetadas con fuerza mientras me hacía la mejor mamada de mi vida.