Era la primera vez que escuchaba en directo el sonido de una final. El ruido ensordecedor de las gradas en el Estadio Olímpico de Roma me deja sin palabras. No puedo pensar con claridad, no puedo cambiar esta experiencia por nada en el mundo.
Ver a miles de personas vitoreando a su equipo favorito, dejándose las gargantas desde sus asientos.
El árbitro pita el final del partido, dándole la victoria de la Champions al equipo español. Es mi primera gran final desde que empecé a trabajar hace 9 meses como fisioterapeuta en el Barca y estoy demasiado emocionada.Sonrío orgullosa mirando al marcador que muestra en números grandes el 3-1 que ha conseguido marcar el Barcelona contra la Juventus. Algunos jugadores se encuentran tirados sobre el terreno de juego derrotados por haber jugado los 120 minutos y no haber podido conseguir la victoria; y otros saludando a los vencedores. Pero los jugadores del equipo español solo pueden correr y saltar celebrando la victoria con cada miembro que se encuentran del staff.
-Vamos a bajar que hay que celebrarlo con los niños.- Comenta José eufórico, el fisioterapia más veterano y también uno de mis jefes.
-Lo han hecho genial, vamos para abajo.- Habla Soraya, la enfermera nueva que tiene mi misma edad. Asiento, sin borrar la sonrisa de mi cara, para darle la razón y todos bajamos al césped por las escaleras que comunican la tribuna con los banquillos.
Miro a todas las direcciones cuando piso el césped y siento que esta victoria también tiene una pequeña parte de mí.
-Tindaya, no sé si lo sabes pero hemos ganado.- Siento un fuerte agarre en mi hombro derecho y me zarandean gritando Ansu y Balde que son campeones.
Salto con ellos sintiendo la euforia y me dirijo al banquillo a buscar el bote de Reflex para echarle a cualquier jugador que me encuentre tirado en el césped. Eso les ayudará a reducir los dolores musculares que tendrán cuando reposen en unas horas.
Primero, abrazo y felicito a todos los jugadores del equipo que me voy encontrando para más tarde preguntarles si tienen molestias en algún lado. Ninguno me hace caso, evidentemente.
-¿Mejor o te molesta aún?- Escucho como Gavi le dice a Pedri, que se encuentra tumbado en el suelo con el pie en alto dejándose ayudar por el menor. Le está estirando el gemelo como puede el pobre.
-Chicos, ya lo hago yo.
-Te dejo con tu Romeo, fisio. Me voy a celebrarlo.
-Te vas a llevar una hostia buena niño.- Habla Pedri desde el suelo.
Le cojo el relevo al sevillano que me sonríe agradecido. Me da un beso en la mejilla para acto seguido irse corriendo junto con Eric.
-Enhorabuena.- Le grito.
Miro a Pedri que mantiene los ojos cerrados durante el estiramiento con una pequeña mueca de dolor en su cara. Me preocupo por él porque le han hecho una entrada muy dura casi terminando el partido, él siguió jugando lo que quedaba de prórroga, pero se ha hecho daño en el gemelo.
Sigo unos minutos más haciéndole el ejercicio pero no noto resultados positivos en su cara. Así que, paso a quitarle la media y la espinillera para palpar un poco el gemelo.
-Tu sí que lo sabes hacer bien, paisana. Me duele todo y aún queda mucha noche de celebración.- Ríe el canario burlón.
-Vas a tener que pasar por la camilla luego porque esto no pinta muy bien.
-No por favor, si ya estoy bien.- Se levanta a duras penas apoyándose en mi brazo.
Le sonrío totalmente encantada y me lanzo a sus brazos. Sus manos rodean mi cintura con fuerza y hunde su cabeza en mi cuello para darme besitos. Le acaricio el pelo con cariño y cierro los ojos disfrutando del momento. No puedo quererle más, a pesar de haber estado corriendo más de una hora y de oler a sudor.